Las manos milagrosas,
ahora traspasadas,
volvían a ser las manos
potentes y piadosas.
Jesús se levantaba
y los pies taladrados
se echaban otra vez por los caminos,
infatigablemente,
buscando a los perdidos y olvidados...
Desde entonces Él vive
y porque vive
la vida es nuestra herencia;
la Cruz fue cual preludio tenebroso
de un nuevo amanecer más luminoso...
Gloria al Padre, y al Hijo,
y al Espíritu Santo.
Amén.