MARÍA AUXILIADORA, PATRONA CANÓNICA DE POZO DEL CAMINO

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ABRIL 2024 28 Dom V Domingo de Pascua. Rosario (10.00h). Misa (10.30h) HORARIO NO EXENTO DE POSIBLES CAMBIOS Última actualización: 27/04/2024

sábado, 12 de marzo de 2011

A VUELTAS CON EL AYUNO Y LA ABSTINENCIA. ALGUNAS RESPUESTAS.






  • ¿Qué sentido tiene ayunar, si no sirve para nada?

Que Jesús alabara a la viuda que dio como ofrenda todo lo que tenía para vivir nos enseña que el dar tiene su verdadero valor cuando renuncio a lo que tenía para mí (dinero, tiempo...) Eso no implica, sin embargo, que el fin del ayuno y otras renuncias sea sólo para dar. Desde siempre, el ayuno ha sido una forma de conversión interior, por la renuncia que supone a las propias apetencias. Así nos educamos, también en el cuerpo, para la libertad a la que Dios nos llama, y nos volvemos a Él, la fuente de todo. Jesús criticó la práctica meramente externa, sin conversión interior, pero no abolió el ayuno, que él mismo practicó. Es más, desde la Redención, estas formas de penitencia nos permiten «completar en nuestra carne lo que falta a los sufrimientos de Cristo», nuestra comunión con Él, para nuestra redención y la del mundo. La Iglesia entiende como ayuno una sola comida normal al día, y un poco de alimento por la mañana y por la noche.

  • ¿Por qué prohíbe la Iglesia comer carne, los viernes de Cuaresma, si Jesús no dijo nada y la idea nace en tiempos muy posteriores? ¿Y si no me supone sacrificio, o me gasto más en otros alimentos?

El no comer carne es sólo un mínimo en el que la Iglesia concreta la petición de Jesús de ayunar, y como un gesto común en el que está unida toda la Iglesia. Efectivamente, no es un gran sacrificio, pero implica pequeñas incomodidades, como estar pendiente de planificar las comidas, dar testimonio si nos preguntan por qué no pedimos el filete de siempre... No vale cumplir la letra traicionando el espíritu, como comiendo manjares más caros; pero hay alternativas sencillas. Este mínimo, obviamente, puede y debe ser completado con otras renuncias más personales, sobre todo en países como el nuestro con mucho más bienestar que otros.

  • ¿Qué ocurre si alguien me sirve carne?

El primer mandamiento es la caridad, que puede significar no despreciar lo que alguien nos ofrece, o más aún, según sea la situación, dar testimonio, sencillo y valiente, de nuestra fe y del bello significado de nuestra renuncia. Religiones minoritarias con costumbres alimentarias mucho más estrictas consiguen que éstas se respeten.

Hay tantas cosas importantes que los cristianos debemos hacer y no hacemos..., ¿por qué perder el tiempo con esta nimiedad?

La penitencia, sin que la conversión se manifieste en cosas muy concretas, pierde su sentido. La penitencia bien hecha ayuda a ir cambiando en esas cosas. Y -en expresión del mismo Jesús- ¡cómo se va a ser fiel en lo grande si no se es en lo pequeño! Se recomienda la lectura de la Constitución apostólica Paenitemini, de Pablo VI, promulgada en 1966, dentro de las reformas del Concilio Vaticano II.

ALFA Y OMEGA

LLANTO POR ESPAÑA DE UN MISIONERO SALESIANO EN PAKISTÁN


Don Miguel Ángel Ruiz es un misionero salesiano que lleva nueve años en Pakistán. Esta semana tiene tiempo para contarnos su testimonio, porque el internado de jóvenes cristianos más grande de Pakistán, en el que trabaja, está cerrado, en señal de duelo, por el asesinato del ministro nacional para las Minorías, Shabaz Batti



Éste es, sin duda, el momento más duro por el que he pasado desde que estoy en Pakistán. Comparten esta opinión numerosos religiosos y religiosas que llevan mas de 30 años de misión aquí. Sigo defendiendo que Pakistán no es un país terrorista, porque ésta ha sido una casa donde me he sentido acogido y querido; pero he de admitir que algo está cambiando deprisa. De repente, se ve a muchas más mujeres vistiendo el hijab en la calle; los programas islámicos se han multiplicado en la televisión; se lanzan proclamas como Pakistán para los musulmanes, o Muerte a los no-musulmanes… Todo esto es nuevo para mí. Había aprendido a vivir sin llevar la cruz en público; con leyes injustas, como los puntos extras que reciben los que saben recitar el Corán para ganar acceso a la Universidad, o la Ley de la Blasfemia, que ha costado la vida a nuestro ministro. Pero todo el movimiento pro-Islam se ha ido extendiendo como una plaga, de manera silenciosa: las mezquitas se renuevan, se ve a los clérigos musulmanes conduciendo coches de lujo…; parece ser la hora de la impunidad para Pakistán. Los radicales lo saben, se han aprovechado bien y seguirán haciéndolo. ¿Hasta dónde pueden llegar? Hasta donde se les deje.

Pero no es Pakistán lo que más me preocupa en estos momentos. Nuestra comunidad cristiana aquí paga un precio de sangre por ser fiel al Evangelio, y sabemos que la única forma de frenar el islamismo radical es promulgando leyes justas y haciendo que se cumplan. Esto es lo que Europa no parece tener tan claro. La vieja Europa avanza hacia su propia destrucción como cultura. La filosofía griega cederá el paso a la filosofía islámica; el Derecho Canónico será suplantado por la sharia.

¿La religión sólo en casa?

La solución no creo que sea dejar la religión en casa, como ha sugerido José Luis Rodríguez Zapatero, en Túnez. Vaya usted a decírselo a los millones de cristianos que viven perseguidos a causa de su fe, señor Presidente. Algo por lo que tantos millones de personas estamos dispuestos a dar la vida no puede ser relegado a la esfera de lo privado. Hay que defenderlo frente al extremismo islamista que asola, prácticamente, todo el mundo.

La civilización occidental va camino de su destrucción, por el empuje de una ideología fundamentalista que pretende aniquilar a cualquier persona que se encuentre en su camino. Si la victoria depende del número de países invadidos, o del tamaño de las bombas, mucho me temo que ya hemos perdido la guerra, y un nuevo régimen se acabará instaurando antes de que nos demos cuenta de que la auténtica amenaza es la falta de coraje para defender lo nuestro. Al contrario de muchos representantes de Occidente, que asisten a lo que está pasando en el norte de África con la ilusión de la llegada de la democracia, yo creo que estamos a punto de ver la consolidación de regímenes aún más opresores y letales. Mucho me temo que ninguno de estos países, sin tradición democrática en décadas, sepa ahora cómo hacer una transición hacia la democracia. Todo se reducirá a una carrera en la que imperará la ley del más fuerte o del más violento…; y ahí, los fundamentalistas siempre llevarán las de ganar. ¿Ha mejorado Iraq con la llegada de la democracia occidental? ¿Lo ha hecho Afganistán? Occidente debe prepararse para un tiempo de sacrificio.




No se rinden

A mí no me atrae trabajar en España, un país al que no reconozco, porque no sabe defender lo que es suyo. Prefiero entregarme en el día a día de los cristianos y los musulmanes de Pakistán, que siguen dispuestos a dar su vida por aquello en lo que creen. Yo no lloro por Pakistán. Estoy muy orgulloso, y seguiré trabajando, mientras me dejen, para que los mártires de esta violencia sigan regando con su sangre los campos en los que no nos cansaremos de pedir justicia. Yo lloro por mi España. Lloro por aquellos que, desde un buenismo, no ya inocente, sino ciego y destructor, siguen hablando del multiculturalismo como la solución, o de la Alianza de las Civilizaciones como panacea moderna de paz y diálogo. Lloro por vosotros que me leéis hoy… Lloro porque, a menos que tengáis agallas para levantaros, como nosotros lo hacemos estos días, mucho me temo que en mi próxima visita a España no podré comer jamón ni beber vino, ni llevar una cruz por la calle… ¿Es ésa la España que me voy a encontrar? Prefiero Pakistán, donde los cristianos luchan y no se rinden. «El silencio de los buenos frente a la injusticia es la mayor maldad que el mundo puede ver»: era una frase de Bhatti, amigo y hermano, católico y mártir por la fe. Descansa en paz, hermano. En Pakistán no te olvidaremos.

Miguel Ángel Ruiz
 
ALFA Y OMEGA

HIMNO DE LA SABATINA DEL XI SÁBADO DE 2011 (DESPUÉS DE CENIZA)


 


Se va y se vuelve a Cristo por María,
la Virgen Dolorosa y Madre nuestra,
que en el ritual de la Pasión se muestra
sufriendo ante la Cruz lenta agonía.

Tus dolores sintamos noche y día,
ya que tu amor de Madre nos demuestra
que no hay pena en el mundo como vuestra
triste aflicción y dolorosa vía.

Por Ti vamos a Cristo.  Tus dolores
se asocian en la cumbre del Calvario
al valor de su sangre generosa.

Muriendo por nosotros, pecadores,
nos da Dios en legado hereditario
a su Madre, la Virgen Dolorosa.  Amén.




FOTOGRAFÍA:  IMAGEN DE MARÍA SANTÍSIMA DE LOS DOLORES CON TOCADO  DE HEBREA


¿CÓMO AYUNAR HOY?

  • Ayuna de juzgar a otros:  descubre el sabio que vive en ellos.
  • Ayuna de palabras hirientes:  llénate de palabras sanadoras.
  • Ayuna de  descontento:  llénate de gratitud.
  • Ayuna de enojos:  llénate de paciencia.
  • Ayuna de pesimismo:  llénate de esperanza verdadera.
  • Ayuna de preocupaciones:  llénate de confianza en Dios.
  • Ayuna de quejarte:  llénate de aprecio por la maravilla que es la vida.
  • Ayuna de las presiones:  llénate de serenidad, calma y paz.
  • Ayuna de amargura:  llénate de perdón.
  • Ayuna de darte importancia a ti mismo:  llénate de comprensión.
  • Ayuna de ansiedad sobre tus cosas:  comprométete en extender el Reino de Dios.
  • Ayuna de desaliento:  llénate de fe sincera y verdadera.
  • Ayuna de pensamientos mundanos:  llénate de todo lo que te acerque al Señor.



REFLEXIÓN

  • Los que me han hecho sufrir, tal vez no sean tan malos.
  • Los que no son de mis ideas, tal vez no sean intratables.
  • Los que piensan de otro modo, tal vez no sean ignorantes.
  • Los que no me son simpáticos, tal vez sean buenas personas.
  • Los que son más jóvenes que yo, tal vez no sean unos inexpertos.
  • Los que son más viejos que yo, tal vez no sean unos atrasados.
  • Los que obtienen más éxitos que yo, tal vez se lo hayan merecido.
  • Los que me contradicen, tal vez tengan razón.
  • Los que me han hecho un favor, tal vez lo han hecho de mil amores.
  • Los que van en mi misma dirección, tal vez buscan lo mismo por otros caminos.
  • Los que "pasan" de lo que me importa, tal vez me ayudan a buscar lo verdaderamente importante.
  • Los que no me lo ponen fácil, tal vez me obligan a renovar el esfuerzo y la ilusión día a día.


viernes, 11 de marzo de 2011

CAMINO DE LA CUARESMA 2011





¡¡IMPRÍMELO Y TENLO A LA VISTA!!


DE NUEVO EN OBRAS LOS ACCESOS A LA PARROQUIA











Una mala previsión ha hecho que se tenga que levantar la calle de la Iglesia cuando todavía no habíamos estrenado casi la terminación del nuevo acerado que la comunica con la Parroquia.  El alcantarillado es insuficiente para el caudal de agua que se produce en época de lluvias y que originó varias inundaciones en las viviendas de la citada calle este invierno.

Como vemos en esta última fotografía continúa la degradación y aniquilación de los pinos "supervivientes":  la maquinaria pesada sigue entrado en el pinar y, la repoblación de los ejemplares perdidos todavía no se ha efectuado.

En la fotografía anterior también vemos el cable de alta tensión que circunda el convento de María Auxiliadora desde comienzos de la obra, habiendo sido prometida su retirada inmediata en multitud de ocasiones, no siendo efectiva hasta el día de hoy.






FELICITACIÓN




Felicitamos desde aquí al TESORERO de la ADMA en su cumpleaños.

¡Qué MARÍA AUXILIADORA lo bendiga!


MIÉRCOLES DE CENIZA EN NUESTRA PARROQUIA










 

HIMNO DE LAUDES

A nuestro alrededor hierve un abismo
de corrupciones, drogas y miseria,
de pingües beneficios, de materia,
de lujo, de placer, de paganismo.

La locura del mal, su paroxismo
se ha desatado en carnaval de feria
y el orbe se desangra por la arteria
de la sensualidad, del egoísmo.

¡Qué mundo tan cruel!, ¡qué ingratitudes!
¿No veis que está clavado, que agoniza,
que Cristo va a morir y es inocente?

Valorad esa sangre, multitudes.
Cubramos los cabellos de ceniza,
humillemos al polvo nuestra frente.  Amén.






MEDITACIÓN

LA CUARESMA, UN CAMINO HACIA LA VERDADERA LIBERTAD

Desde los orígenes, la Cuaresma se ha vivido como un tiempo de preparación inmediata al bautismo, el cual se administraba solemnemente durante la Vigilia pascual.  La Cuaresma entera se vivía como un camino hacia el encuentro con Cristo, como una vida nueva.  Nosotros ya estamos bautizados, pero no siempre dejamos que el bautismo actúe en nuestra vida cotidiana.  Por eso, la Cuaresma es un nuevo catecumenado por el cual nos dirigimos otra vez hacia nuestro bautismo, para redescubirlo, para volverlo a vivir en profundidad, para llegar de nuevo a ser verdaderos cristianos.

Nunca la conversión se hace de una vez para siempre, sino que es un proceso, un camino interior que dura toda la vida.  Este itinerario de conversión evangélica no puede quedar limitado a un periodo particular del año; es un camino de cada día que debe abrazar la globalidad de la existencia, todos los días de nuestra vida.  ¿Qué es en realidad convertirse?  Podríamos decir que la conversión consiste en no considerarnos como "creadores" de nosotros mismos y, por aquí, descubrir la verdad, puesto que nosotros no somos nuestos propios autores.  La conversión consiste en la libre y amorosa aceptación de nuestra total dependencia de Dios, nuestro verdadero Creador, una dependencia de amor.  No es un obstáculo, es la libertad.

BENEDICTO XVI






HIMNO DE VÍSPERAS

Somos una verdad a media,
por eso algo nos duele siempre demasiado.
¿Y la mirada?  Ahí habita el llanto
y un esplendor de incógnitas cenizas,
insaciable y tenaz como la sombra.

Damos un paso:  tiento de tinieblas
al borde del veloz abismo diario,
del furor de la muerte que se apresta
certera a derribar el corazón.

Por eso vuelvo a Ti
con tu nombre brillando entre los ojos
contra el vacío sin dios,
y me detengo, certidumbre
de polvo enamorado
ante la muerte que se va llamándonos.
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.  Amén.



martes, 8 de marzo de 2011

MIÉRCOLES DE CENIZA


SOLEMNE EUCARISTÍA E IMPOSICIÓN DE CENIZAS

MIÉRCOLES, DÍA 9, A LAS 6 DE LA TARDE




CUARESMA (del 9 de Marzo al 20 de Abril)





 
Desierto...
Silencio...
Soledad...
Escucha de la Palabra...
Interioridad...
Profundización...
Palabras que resuenan en mi interior.
Señor que me llamas a la conversión,
enciende en mi corazón
el deseo de descubrir tu amor
y abrazar el prouyecto que tú tienes para mí.




lunes, 7 de marzo de 2011

CUARESMA




  1. Si fuéramos automóviles, la Cuaresma sería el tiempo de cambiar el aceite, los filtros y afinar el motor:  hacer la revisión a fondo.
  2. Si fuéramos jardines, la Cuaresma sería tiempo de limpiar y arrancar las malas hierbas, podar y abonar.
  3. Si fuéramos alfombras, la Cuaresma sería tiempo de darles una buena sacudida o una buena pasada con la aspiradora.
  4. Si fuéramos pilas o baterías, la Cuaresma sería tiempo de recargarlas.
Pero...  ¡no somos ninguna de estas cuatro cosas!

  1. Somos personas que, quizás, muchas veces hemos hecho cosas mal y necesitamos arrepentirnos de ellas.  De aquí la necesidad de hacer una buena conversión, sellada con el SACRAMENTO DE LA RECONCILIACIÓN.
  2. Somos personas humanas, que muchas veces nos hemos dejado llevar por nuestro egoísmo y que, por tanto, necesitamos empezar a pensar en los demás.  De aquí la necesidad de la LIMOSNA        (tú ya sabes que la mejor LIMOSNA es darse a sí mismo)
  3. Somos personas humanas, que muchas veces perdemos de vista el fin para el que fuimos creados por Dios.  Necesitamos, pues, recobrar la vista.  De aquí la ncesidad de ORACIÓN.
  4. Esta es la razón por la que celebramos la Cuaresma:  para ser mejores personas, mejores los unos para con los otros (personas que se sienten y ven a los otros como hermanos), mejores hijos e hijas para con Dios.



MENSAJE DEL SANTO PADRE PARA LA CUARESMA 2011






«Con Cristo sois sepultados en el Bautismo,
con él también habéis resucitado» (cf. Col 2, 12)



Queridos hermanos y hermanas:



La Cuaresma, que nos lleva a la celebración de la Santa Pascua, es para la Iglesia un tiempo litúrgico muy valioso e importante, con vistas al cual me alegra dirigiros unas palabras específicas para que lo vivamos con el debido compromiso. La Comunidad eclesial, asidua en la oración y en la caridad operosa, mientras mira hacia el encuentro definitivo con su Esposo en la Pascua eterna, intensifica su camino de purificación en el espíritu, para obtener con más abundancia del Misterio de la redención la vida nueva en Cristo Señor (cf. Prefacio I de Cuaresma).



1. Esta misma vida ya se nos transmitió el día del Bautismo, cuando «al participar de la muerte y resurrección de Cristo» comenzó para nosotros «la aventura gozosa y entusiasmante del discípulo» (Homilía en la fiesta del Bautismo del Señor, 10 de enero de 2010). San Pablo, en sus Cartas, insiste repetidamente en la comunión singular con el Hijo de Dios que se realiza en este lavacro. El hecho de que en la mayoría de los casos el Bautismo se reciba en la infancia pone de relieve que se trata de un don de Dios: nadie merece la vida eterna con sus fuerzas. La misericordia de Dios, que borra el pecado y permite vivir en la propia existencia «los mismos sentimientos que Cristo Jesús» (Flp 2, 5) se comunica al hombre gratuitamente.



El Apóstol de los gentiles, en la Carta a los Filipenses, expresa el sentido de la transformación que tiene lugar al participar en la muerte y resurrección de Cristo, indicando su meta: que yo pueda «conocerle a él, el poder de su resurrección y la comunión en sus padecimientos hasta hacerme semejante a él en su muerte, tratando de llegar a la resurrección de entre los muertos» (Flp 3, 10-11). El Bautismo, por tanto, no es un rito del pasado sino el encuentro con Cristo que conforma toda la existencia del bautizado, le da la vida divina y lo llama a una conversión sincera, iniciada y sostenida por la Gracia, que lo lleve a alcanzar la talla adulta de Cristo.



Un nexo particular vincula al Bautismo con la Cuaresma como momento favorable para experimentar la Gracia que salva. Los Padres del Concilio Vaticano II exhortaron a todos los Pastores de la Iglesia a utilizar «con mayor abundancia los elementos bautismales propios de la liturgia cuaresmal» (Sacrosanctum Concilium, 109). En efecto, desde siempre, la Iglesia asocia la Vigilia Pascual a la celebración del Bautismo: en este Sacramento se realiza el gran misterio por el cual el hombre muere al pecado, participa de la vida nueva en Jesucristo Resucitado y recibe el mismo espíritu de Dios que resucitó a Jesús de entre los muertos (cf. Rm 8, 11). Este don gratuito debe ser reavivado en cada uno de nosotros y la Cuaresma nos ofrece un recorrido análogo al catecumenado, que para los cristianos de la Iglesia antigua, así como para los catecúmenos de hoy, es una escuela insustituible de fe y de vida cristiana: viven realmente el Bautismo como un acto decisivo para toda su existencia.



2. Para emprender seriamente el camino hacia la Pascua y prepararnos a celebrar la Resurrección del Señor -la fiesta más gozosa y solemne de todo el Año litúrgico-, ¿qué puede haber de más adecuado que dejarnos guiar por la Palabra de Dios? Por esto la Iglesia, en los textos evangélicos de los domingos de Cuaresma, nos guía a un encuentro especialmente intenso con el Señor, haciéndonos recorrer las etapas del camino de la iniciación cristiana: para los catecúmenos, en la perspectiva de recibir el Sacramento del renacimiento, y para quien está bautizado, con vistas a nuevos y decisivos pasos en el seguimiento de Cristo y en la entrega más plena a él.



El primer domingo del itinerario cuaresmal subraya nuestra condición de hombre en esta tierra. La batalla victoriosa contra las tentaciones, que da inicio a la misión de Jesús, es una invitación a tomar conciencia de la propia fragilidad para acoger la Gracia que libera del pecado e infunde nueva fuerza en Cristo, camino, verdad y vida (cf. Ordo Initiationis Christianae Adultorum, n. 25). Es una llamada decidida a recordar que la fe cristiana implica, siguiendo el ejemplo de Jesús y en unión con él, una lucha «contra los Dominadores de este mundo tenebroso» (Ef 6, 12), en el cual el diablo actúa y no se cansa, tampoco hoy, de tentar al hombre que quiere acercarse al Señor: Cristo sale victorioso, para abrir también nuestro corazón a la esperanza y guiarnos a vencer las seducciones del mal.



El Evangelio de la Transfiguración del Señor pone delante de nuestros ojos la gloria de Cristo, que anticipa la resurrección y que anuncia la divinización del hombre. La comunidad cristiana toma conciencia de que es llevada, como los Apóstoles Pedro, Santiago y Juan «aparte, a un monte alto» (Mt 17, 1), para acoger nuevamente en Cristo, como hijos en el Hijo, el don de la gracia de Dios: «Este es mi Hijo amado, en quien me complazco; escuchadle» (v. 5). Es la invitación a alejarse del ruido de la vida diaria para sumergirse en la presencia de Dios: él quiere transmitirnos, cada día, una palabra que penetra en las profundidades de nuestro espíritu, donde discierne el bien y el mal (cf. Hb 4, 12) y fortalece la voluntad de seguir al Señor.



La petición de Jesús a la samaritana: «Dame de beber» (Jn 4, 7), que se lee en la liturgia del tercer domingo, expresa la pasión de Dios por todo hombre y quiere suscitar en nuestro corazón el deseo del don del «agua que brota para vida eterna» (v. 14): es el don del Espíritu Santo, que hace de los cristianos «adoradores verdaderos» capaces de orar al Padre «en espíritu y en verdad» (v. 23). ¡Sólo esta agua puede apagar nuestra sed de bien, de verdad y de belleza! Sólo esta agua, que nos da el Hijo, irriga los desiertos del alma inquieta e insatisfecha, «hasta que descanse en Dios», según las célebres palabras de san Agustín.



El domingo del ciego de nacimiento presenta a Cristo como luz del mundo. El Evangelio nos interpela a cada uno de nosotros: «¿Tú crees en el Hijo del hombre?». «Creo, Señor» (Jn 9, 35.38), afirma con alegría el ciego de nacimiento, dando voz a todo creyente. El milagro de la curación es el signo de que Cristo, junto con la vista, quiere abrir nuestra mirada interior, para que nuestra fe sea cada vez más profunda y podamos reconocer en él a nuestro único Salvador. Él ilumina todas las oscuridades de la vida y lleva al hombre a vivir como «hijo de la luz».



Cuando, en el quinto domingo, se proclama la resurrección de Lázaro, nos encontramos frente al misterio último de nuestra existencia: «Yo soy la resurrección y la vida... ¿Crees esto?» (Jn 11, 25-26). Para la comunidad cristiana es el momento de volver a poner con sinceridad, junto con Marta, toda la esperanza en Jesús de Nazaret: «Sí, Señor, yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que iba a venir al mundo» (v. 27). La comunión con Cristo en esta vida nos prepara a cruzar la frontera de la muerte, para vivir sin fin en él. La fe en la resurrección de los muertos y la esperanza en la vida eterna abren nuestra mirada al sentido último de nuestra existencia: Dios ha creado al hombre para la resurrección y para la vida, y esta verdad da la dimensión auténtica y definitiva a la historia de los hombres, a su existencia personal y a su vida social, a la cultura, a la política, a la economía. Privado de la luz de la fe todo el universo acaba encerrado dentro de un sepulcro sin futuro, sin esperanza.



El recorrido cuaresmal encuentra su cumplimiento en el Triduo Pascual, en particular en la Gran Vigilia de la Noche Santa: al renovar las promesas bautismales, reafirmamos que Cristo es el Señor de nuestra vida, la vida que Dios nos comunicó cuando renacimos «del agua y del Espíritu Santo», y confirmamos de nuevo nuestro firme compromiso de corresponder a la acción de la Gracia para ser sus discípulos.



3. Nuestro sumergirnos en la muerte y resurrección de Cristo mediante el sacramento del Bautismo, nos impulsa cada día a liberar nuestro corazón del peso de las cosas materiales, de un vínculo egoísta con la «tierra», que nos empobrece y nos impide estar disponibles y abiertos a Dios y al prójimo. En Cristo, Dios se ha revelado como Amor (cf. 1 Jn 4, 7-10). La Cruz de Cristo, la «palabra de la Cruz» manifiesta el poder salvífico de Dios (cf. 1 Co 1, 18), que se da para levantar al hombre y traerle la salvación: amor en su forma más radical (cf. Enc. Deus caritas est, 12). Mediante las prácticas tradicionales del ayuno, la limosna y la oración, expresiones del compromiso de conversión, la Cuaresma educa a vivir de modo cada vez más radical el amor de Cristo. El ayuno, que puede tener distintas motivaciones, adquiere para el cristiano un significado profundamente religioso: haciendo más pobre nuestra mesa aprendemos a superar el egoísmo para vivir en la lógica del don y del amor; soportando la privación de alguna cosa -y no sólo de lo superfluo- aprendemos a apartar la mirada de nuestro «yo», para descubrir a Alguien a nuestro lado y reconocer a Dios en los rostros de tantos de nuestros hermanos. Para el cristiano el ayuno no tiene nada de intimista, sino que abre mayormente a Dios y a las necesidades de los hombres, y hace que el amor a Dios sea también amor al prójimo (cf. Mc 12, 31).



En nuestro camino también nos encontramos ante la tentación del tener, de la avidez de dinero, que insidia el primado de Dios en nuestra vida. El afán de poseer provoca violencia, prevaricación y muerte; por esto la Iglesia, especialmente en el tiempo cuaresmal, recuerda la práctica de la limosna, es decir, la capacidad de compartir. La idolatría de los bienes, en cambio, no sólo aleja del otro, sino que despoja al hombre, lo hace infeliz, lo engaña, lo defrauda sin realizar lo que promete, porque sitúa las cosas materiales en el lugar de Dios, única fuente de la vida. ¿Cómo comprender la bondad paterna de Dios si el corazón está lleno de uno mismo y de los propios proyectos, con los cuales nos hacemos ilusiones de que podemos asegurar el futuro? La tentación es pensar, como el rico de la parábola: «Alma, tienes muchos bienes en reserva para muchos años... Pero Dios le dijo: “¡Necio! Esta misma noche te reclamarán el alma”» (Lc 12, 19-20). La práctica de la limosna nos recuerda el primado de Dios y la atención hacia los demás, para redescubrir a nuestro Padre bueno y recibir su misericordia.



En todo el período cuaresmal, la Iglesia nos ofrece con particular abundancia la Palabra de Dios. Meditándola e interiorizándola para vivirla diariamente, aprendemos una forma preciosa e insustituible de oración, porque la escucha atenta de Dios, que sigue hablando a nuestro corazón, alimenta el camino de fe que iniciamos en el día del Bautismo. La oración nos permite también adquirir una nueva concepción del tiempo: de hecho, sin la perspectiva de la eternidad y de la trascendencia, simplemente marca nuestros pasos hacia un horizonte que no tiene futuro. En la oración encontramos, en cambio, tiempo para Dios, para conocer que «sus palabras no pasarán» (cf. Mc 13, 31), para entrar en la íntima comunión con él que «nadie podrá quitarnos» (cf. Jn 16, 22) y que nos abre a la esperanza que no falla, a la vida eterna.



En síntesis, el itinerario cuaresmal, en el cual se nos invita a contemplar el Misterio de la cruz, es «hacerme semejante a él en su muerte» (Flp 3, 10), para llevar a cabo una conversión profunda de nuestra vida: dejarnos transformar por la acción del Espíritu Santo, como san Pablo en el camino de Damasco; orientar con decisión nuestra existencia según la voluntad de Dios; liberarnos de nuestro egoísmo, superando el instinto de dominio sobre los demás y abriéndonos a la caridad de Cristo. El período cuaresmal es el momento favorable para reconocer nuestra debilidad, acoger, con una sincera revisión de vida, la Gracia renovadora del Sacramento de la Penitencia y caminar con decisión hacia Cristo.



Queridos hermanos y hermanas, mediante el encuentro personal con nuestro Redentor y mediante el ayuno, la limosna y la oración, el camino de conversión hacia la Pascua nos lleva a redescubrir nuestro Bautismo. Renovemos en esta Cuaresma la acogida de la Gracia que Dios nos dio en ese momento, para que ilumine y guíe todas nuestras acciones. Lo que el Sacramento significa y realiza estamos llamados a vivirlo cada día siguiendo a Cristo de modo cada vez más generoso y auténtico. Encomendamos nuestro itinerario a la Virgen María, que engendró al Verbo de Dios en la fe y en la carne, para sumergirnos como ella en la muerte y resurrección de su Hijo Jesús y obtener la vida eterna.



Vaticano, 4 de noviembre de 2010



BENEDICTUS PP. XVI