FOTOGRAFÍA: JOSÉ ANTONIO RODRÍGUEZ GONZÁLEZ
Déjame, Soledad, que te acompañe,
pues grande, más que el mar, es tu quebranto.
Deja que la amargura de tu llanto
con mis manos la achique yo y la empañe.
Déjame, Soledad, que tu agonía
sea yo quien la viva y la padezca,
que, junto a ti, mi soledad merezca
el dulce alivio de tu compañía.
Recuerda, Soledad de soledades,
que fuiste confiada a mi cuidado
por tu Hijo en el trance de la muerte.
Él me fió también a tus bondades.
Toma mis manos, Soledad doliente.
Yo me quedo en las tuyas cobijado.
Amén