Me falta el vino del amor, María,
el vino que mi cántaro vacío
siempre soñó: tu corazón y el mío
ricos de Dios y llenos de alegría.
Cuando todo en mi vida florecía,
yo gozaba el amor, igual que un río,
pero luego en locura y desvarío
cayó mi corazón, y en nieve fría.
El agua que me queda es ya bien poca,
Señora del Señor de mi alma inquiera,
y mi tinaja engrandeció su boca.
Alcánzame un milagro vespertino,
y así tendré el amor y la secreta
gloria del agua convertida en vino.
Amén.
No hay comentarios:
Publicar un comentario