A menudo las iglesias son vistas
como lugares tétricos donde la solemnidad no deja un ápice a la improvisación y
a la risa, lo que muchos no saben es que precisamente entre sermones y plegarias
suelen ocurrir las anécdotas más graciosas que nos pueden pasar en la vida. El
programa de radio ¡Buenos Días, Javi Nieves! de la CADENA100 lo comprobó el
viernes 25 de noviembre y recogió en su
página de FACEBOOK las historias más curiosas de sus más "fieles"
oyentes.
El terrible Malamén y el juego macabro
El sobrino de Julio Molina le preguntó bastante asustado durante una misa: “tío, ¿tú no tienes miedo al Malamén?". Su tío le dijo: “¿quién es ese?”, a lo que el pequeñajo contestó “pues que cuando rezan dicen ´líbranos del Malamén´”.
Mamen Peralbo admitió que estuvo hasta los ocho años rezando que “el Señor vendrá con Gloria a JUGAR a vivos y muertos". La niña se preguntaba cada día quién podía ser esa señora "Gloria" y en qué consistía ese juego tan macabro.
Ana Mateo Díaz confiesa: "el día de mi Primera Comunión con todo mi ímpetu canté: "A la marea, a la marea...a la marea, a la marea...a laaa mareaaa mi señorrr"...¡Y al agua que lo eché! Me quedé tan ancha...y lo peor es que tardé años en descubrir que lo que realmente decía la canción era "Alabaré a mi Señor".
Mer Honrubia cuenta que su padre un día le llevó a misa con una amiga cuando tenían once años. En mitad de la homilía, el cura, que era muy anciano, estaba leyendo "en tiempos del profeta Samuel..." y se quedó callado. Con toda la iglesia en riguroso silencio, esperando a que continuara con la lectura, suelta la amiga en voz alta: "Samuel? Sa muelto!!!!!!!!". Tuvieron que salirse de misa del ataque de risa que les entró.
“..Y un Jesús impotente aparecía ante la muchedumbre”. Es lo que leyó desde el atril Anabel Gallego en una misa de su colegio, por esta graciosa confusión se ganó un par de collejas de su “imponente” profe sor Bernardita.
"Abuela, saca el betadine!Pilar Mangas cuenta que un día su sobrino de tres añitos estaba en misa con la abuela y mientras el cura daba el sermón, el pequeño feligrés se quedó mirando fijamente a un crucifijo. Apesadumbrado y horrorizado por la escena le soltó a su abuelita delante de todos: “Mira, yaya, este también se ha caído en el parque. ¡Mira cuánta sangre tiene, saca el Betadine y las tiritas!”.
La madre de Jaime Olivava intentó explicar al niño en medio de misa un concepto tan complicado como la Santísima Trinidad. Al terminar de decirle que Dios era Padre, Hijo y Espíritu Santo, el pequeño gritó delante de todos: “¡Ahí va! ¡Es un transformer!”.
Mirtha dio a su hijo unas monedas para que las echara en misa, en el ofertorio. Luego llegó el momento de la comunión y los dos se acercaron hasta el altar, aunque él todavía no tenía la edad para comulgar. Delante del cura y enfadado, el pequeño le dijo: “¿a mí no me das?, si ya te he pagado”. (Como dice un famoso spot hay cosas que el dinero no puede comprar).
Pero ¿qué besas?
Si no eres un habitual de las iglesias te puedes ver haciendo el ridículo en un abrir y cerrar de ojos. Según cuenta Cati Ferriol, su primo fue a comulgar y al ver que el sacerdote le ponía una patena plateada debajo de la barbilla, le plantó un beso a la bandejita para jolgorio de la asamblea. Quizá pensó que le daban a besar la vajilla de la Última Cena.
Algo parecido le ocurrió al padre de Francisco Javier Gallego. En el momento de la consagración, el sacerdote levantó los brazos y dijo: "haced esto en conmemoración mía", el padre de Francisco Javier ni corto ni perezoso levantó los brazos desde su sitio imitando al sacerdote. Al mirar que nadie le acompañaba los bajó rápidamente y prometió pasarse por la Iglesia más a menudo.
La anécdota que le pasó a Enrique Romero es todavía más surrealista. Estaba en misa y cuando tocaba pasar el cepillo se quedó atónito al ver que la persona que estaba a su lado echaba un billete y como le parecía mucho cogía las vueltas. (Enrique es posible que no supiera que se había sentado junto al hermano mayor de la Cofradía de la Virgen del Puño).
Sara As contó que su primo era monaguillo en la iglesia de su pueblo y cada vez que el cura daba por terminada la misa dominical diciendo el "podéis ir en paz", su primo convencido repetía: "Podéis ir al bar". Y es que no sabéis bien la importancia que tiene el bar en los pueblos.
Desmadre en las bodas
La bodas también son un momento donde suceden cosas graciosas, a pesar de que intentemos controlar hasta el último de talle. Cuando se casó uno de los hermanos de la seguidora del programa Luisa Rojas, al arrodillarse en el altar junto a su novia, uno de sus hermanos pequeños le había escrito con tinta indeleble en la suela del zapato izquierdo la palabra: HELP y en la del derecho: ME. Ante semejante proposición a la novia no le quedó otra que dar el “sí quiero”.
Elsa Pérez estaba en su propia boda, y cuando llegó el momento de entregar las arras a su marido éstas no aparecían por ningún lado. Así que su madre y su tía, sin ninguna vergüenza, "fueron recolectando centimillo a centimillo entre todos los invitados" para asombro de los contrayentes. (A la madre no le parecía suficiente con una colecta que decidió hacer dos).
A la madre de Mayte Ato le dijeron en misa que apagara el móvil. "Bah, nunca me llaman", pensó, y dejó el aparato encendido. A mitad de la misa empezó a sonar bien fuerte su mensaje de avisos: "atención, ha llegado a su localidad el camión del tapicero. Tapizamos sillas, tresillos...". La salmodia celular retumbaba en la iglesia mientras el cura se desternillaba de risa y la madre de Mayte buscaba el móvil roja como un tomate.
El terrible Malamén y el juego macabro
El sobrino de Julio Molina le preguntó bastante asustado durante una misa: “tío, ¿tú no tienes miedo al Malamén?". Su tío le dijo: “¿quién es ese?”, a lo que el pequeñajo contestó “pues que cuando rezan dicen ´líbranos del Malamén´”.
Mamen Peralbo admitió que estuvo hasta los ocho años rezando que “el Señor vendrá con Gloria a JUGAR a vivos y muertos". La niña se preguntaba cada día quién podía ser esa señora "Gloria" y en qué consistía ese juego tan macabro.
Ana Mateo Díaz confiesa: "el día de mi Primera Comunión con todo mi ímpetu canté: "A la marea, a la marea...a la marea, a la marea...a laaa mareaaa mi señorrr"...¡Y al agua que lo eché! Me quedé tan ancha...y lo peor es que tardé años en descubrir que lo que realmente decía la canción era "Alabaré a mi Señor".
Mer Honrubia cuenta que su padre un día le llevó a misa con una amiga cuando tenían once años. En mitad de la homilía, el cura, que era muy anciano, estaba leyendo "en tiempos del profeta Samuel..." y se quedó callado. Con toda la iglesia en riguroso silencio, esperando a que continuara con la lectura, suelta la amiga en voz alta: "Samuel? Sa muelto!!!!!!!!". Tuvieron que salirse de misa del ataque de risa que les entró.
“..Y un Jesús impotente aparecía ante la muchedumbre”. Es lo que leyó desde el atril Anabel Gallego en una misa de su colegio, por esta graciosa confusión se ganó un par de collejas de su “imponente” profe sor Bernardita.
"Abuela, saca el betadine!Pilar Mangas cuenta que un día su sobrino de tres añitos estaba en misa con la abuela y mientras el cura daba el sermón, el pequeño feligrés se quedó mirando fijamente a un crucifijo. Apesadumbrado y horrorizado por la escena le soltó a su abuelita delante de todos: “Mira, yaya, este también se ha caído en el parque. ¡Mira cuánta sangre tiene, saca el Betadine y las tiritas!”.
La madre de Jaime Olivava intentó explicar al niño en medio de misa un concepto tan complicado como la Santísima Trinidad. Al terminar de decirle que Dios era Padre, Hijo y Espíritu Santo, el pequeño gritó delante de todos: “¡Ahí va! ¡Es un transformer!”.
Mirtha dio a su hijo unas monedas para que las echara en misa, en el ofertorio. Luego llegó el momento de la comunión y los dos se acercaron hasta el altar, aunque él todavía no tenía la edad para comulgar. Delante del cura y enfadado, el pequeño le dijo: “¿a mí no me das?, si ya te he pagado”. (Como dice un famoso spot hay cosas que el dinero no puede comprar).
Pero ¿qué besas?
Si no eres un habitual de las iglesias te puedes ver haciendo el ridículo en un abrir y cerrar de ojos. Según cuenta Cati Ferriol, su primo fue a comulgar y al ver que el sacerdote le ponía una patena plateada debajo de la barbilla, le plantó un beso a la bandejita para jolgorio de la asamblea. Quizá pensó que le daban a besar la vajilla de la Última Cena.
Algo parecido le ocurrió al padre de Francisco Javier Gallego. En el momento de la consagración, el sacerdote levantó los brazos y dijo: "haced esto en conmemoración mía", el padre de Francisco Javier ni corto ni perezoso levantó los brazos desde su sitio imitando al sacerdote. Al mirar que nadie le acompañaba los bajó rápidamente y prometió pasarse por la Iglesia más a menudo.
La anécdota que le pasó a Enrique Romero es todavía más surrealista. Estaba en misa y cuando tocaba pasar el cepillo se quedó atónito al ver que la persona que estaba a su lado echaba un billete y como le parecía mucho cogía las vueltas. (Enrique es posible que no supiera que se había sentado junto al hermano mayor de la Cofradía de la Virgen del Puño).
Sara As contó que su primo era monaguillo en la iglesia de su pueblo y cada vez que el cura daba por terminada la misa dominical diciendo el "podéis ir en paz", su primo convencido repetía: "Podéis ir al bar". Y es que no sabéis bien la importancia que tiene el bar en los pueblos.
Desmadre en las bodas
La bodas también son un momento donde suceden cosas graciosas, a pesar de que intentemos controlar hasta el último de talle. Cuando se casó uno de los hermanos de la seguidora del programa Luisa Rojas, al arrodillarse en el altar junto a su novia, uno de sus hermanos pequeños le había escrito con tinta indeleble en la suela del zapato izquierdo la palabra: HELP y en la del derecho: ME. Ante semejante proposición a la novia no le quedó otra que dar el “sí quiero”.
Elsa Pérez estaba en su propia boda, y cuando llegó el momento de entregar las arras a su marido éstas no aparecían por ningún lado. Así que su madre y su tía, sin ninguna vergüenza, "fueron recolectando centimillo a centimillo entre todos los invitados" para asombro de los contrayentes. (A la madre no le parecía suficiente con una colecta que decidió hacer dos).
A la madre de Mayte Ato le dijeron en misa que apagara el móvil. "Bah, nunca me llaman", pensó, y dejó el aparato encendido. A mitad de la misa empezó a sonar bien fuerte su mensaje de avisos: "atención, ha llegado a su localidad el camión del tapicero. Tapizamos sillas, tresillos...". La salmodia celular retumbaba en la iglesia mientras el cura se desternillaba de risa y la madre de Mayte buscaba el móvil roja como un tomate.
FUENTE: ReligionenLibertad.com