Oye mi invocación, Virgen María,
y tiéndeme tu mano protectora.
Vengo a tus pies. ¿A dónde iré, Señora?
¿Dónde he de hallar más grata compañía?
Porque seas mi luz, mi faro y mi guía,
hoy mi oración tu valimiento implora.
Llegue hasta mí tu fuerza protectora
y acúname en tus brazos, Madre mía.
Entre acordes de mágica armonía
sé mi apoyo, mi excelsa valedora,
halle en tu amor mi más firme sostén.
No me abandones nunca, noche y día,
protégeme hasta el fin. Te ruego ahora
y en la hora de nuestra muerte. Amén.
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