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sábado, 12 de marzo de 2011

A VUELTAS CON EL AYUNO Y LA ABSTINENCIA. ALGUNAS RESPUESTAS.






  • ¿Qué sentido tiene ayunar, si no sirve para nada?

Que Jesús alabara a la viuda que dio como ofrenda todo lo que tenía para vivir nos enseña que el dar tiene su verdadero valor cuando renuncio a lo que tenía para mí (dinero, tiempo...) Eso no implica, sin embargo, que el fin del ayuno y otras renuncias sea sólo para dar. Desde siempre, el ayuno ha sido una forma de conversión interior, por la renuncia que supone a las propias apetencias. Así nos educamos, también en el cuerpo, para la libertad a la que Dios nos llama, y nos volvemos a Él, la fuente de todo. Jesús criticó la práctica meramente externa, sin conversión interior, pero no abolió el ayuno, que él mismo practicó. Es más, desde la Redención, estas formas de penitencia nos permiten «completar en nuestra carne lo que falta a los sufrimientos de Cristo», nuestra comunión con Él, para nuestra redención y la del mundo. La Iglesia entiende como ayuno una sola comida normal al día, y un poco de alimento por la mañana y por la noche.

  • ¿Por qué prohíbe la Iglesia comer carne, los viernes de Cuaresma, si Jesús no dijo nada y la idea nace en tiempos muy posteriores? ¿Y si no me supone sacrificio, o me gasto más en otros alimentos?

El no comer carne es sólo un mínimo en el que la Iglesia concreta la petición de Jesús de ayunar, y como un gesto común en el que está unida toda la Iglesia. Efectivamente, no es un gran sacrificio, pero implica pequeñas incomodidades, como estar pendiente de planificar las comidas, dar testimonio si nos preguntan por qué no pedimos el filete de siempre... No vale cumplir la letra traicionando el espíritu, como comiendo manjares más caros; pero hay alternativas sencillas. Este mínimo, obviamente, puede y debe ser completado con otras renuncias más personales, sobre todo en países como el nuestro con mucho más bienestar que otros.

  • ¿Qué ocurre si alguien me sirve carne?

El primer mandamiento es la caridad, que puede significar no despreciar lo que alguien nos ofrece, o más aún, según sea la situación, dar testimonio, sencillo y valiente, de nuestra fe y del bello significado de nuestra renuncia. Religiones minoritarias con costumbres alimentarias mucho más estrictas consiguen que éstas se respeten.

Hay tantas cosas importantes que los cristianos debemos hacer y no hacemos..., ¿por qué perder el tiempo con esta nimiedad?

La penitencia, sin que la conversión se manifieste en cosas muy concretas, pierde su sentido. La penitencia bien hecha ayuda a ir cambiando en esas cosas. Y -en expresión del mismo Jesús- ¡cómo se va a ser fiel en lo grande si no se es en lo pequeño! Se recomienda la lectura de la Constitución apostólica Paenitemini, de Pablo VI, promulgada en 1966, dentro de las reformas del Concilio Vaticano II.

ALFA Y OMEGA