Don Miguel Ángel Ruiz es un misionero salesiano que lleva nueve años en Pakistán. Esta semana tiene tiempo para contarnos su testimonio, porque el internado de jóvenes cristianos más grande de Pakistán, en el que trabaja, está cerrado, en señal de duelo, por el asesinato del ministro nacional para las Minorías, Shabaz Batti
Éste es, sin duda, el momento más duro por el que he pasado desde que estoy en Pakistán. Comparten esta opinión numerosos religiosos y religiosas que llevan mas de 30 años de misión aquí. Sigo defendiendo que Pakistán no es un país terrorista, porque ésta ha sido una casa donde me he sentido acogido y querido; pero he de admitir que algo está cambiando deprisa. De repente, se ve a muchas más mujeres vistiendo el hijab en la calle; los programas islámicos se han multiplicado en la televisión; se lanzan proclamas como Pakistán para los musulmanes, o Muerte a los no-musulmanes… Todo esto es nuevo para mí. Había aprendido a vivir sin llevar la cruz en público; con leyes injustas, como los puntos extras que reciben los que saben recitar el Corán para ganar acceso a la Universidad, o la Ley de la Blasfemia, que ha costado la vida a nuestro ministro. Pero todo el movimiento pro-Islam se ha ido extendiendo como una plaga, de manera silenciosa: las mezquitas se renuevan, se ve a los clérigos musulmanes conduciendo coches de lujo…; parece ser la hora de la impunidad para Pakistán. Los radicales lo saben, se han aprovechado bien y seguirán haciéndolo. ¿Hasta dónde pueden llegar? Hasta donde se les deje.
Pero no es Pakistán lo que más me preocupa en estos momentos. Nuestra comunidad cristiana aquí paga un precio de sangre por ser fiel al Evangelio, y sabemos que la única forma de frenar el islamismo radical es promulgando leyes justas y haciendo que se cumplan. Esto es lo que Europa no parece tener tan claro. La vieja Europa avanza hacia su propia destrucción como cultura. La filosofía griega cederá el paso a la filosofía islámica; el Derecho Canónico será suplantado por la sharia.
¿La religión sólo en casa?
La solución no creo que sea dejar la religión en casa, como ha sugerido José Luis Rodríguez Zapatero, en Túnez. Vaya usted a decírselo a los millones de cristianos que viven perseguidos a causa de su fe, señor Presidente. Algo por lo que tantos millones de personas estamos dispuestos a dar la vida no puede ser relegado a la esfera de lo privado. Hay que defenderlo frente al extremismo islamista que asola, prácticamente, todo el mundo.
La civilización occidental va camino de su destrucción, por el empuje de una ideología fundamentalista que pretende aniquilar a cualquier persona que se encuentre en su camino. Si la victoria depende del número de países invadidos, o del tamaño de las bombas, mucho me temo que ya hemos perdido la guerra, y un nuevo régimen se acabará instaurando antes de que nos demos cuenta de que la auténtica amenaza es la falta de coraje para defender lo nuestro. Al contrario de muchos representantes de Occidente, que asisten a lo que está pasando en el norte de África con la ilusión de la llegada de la democracia, yo creo que estamos a punto de ver la consolidación de regímenes aún más opresores y letales. Mucho me temo que ninguno de estos países, sin tradición democrática en décadas, sepa ahora cómo hacer una transición hacia la democracia. Todo se reducirá a una carrera en la que imperará la ley del más fuerte o del más violento…; y ahí, los fundamentalistas siempre llevarán las de ganar. ¿Ha mejorado Iraq con la llegada de la democracia occidental? ¿Lo ha hecho Afganistán? Occidente debe prepararse para un tiempo de sacrificio.
No se rinden
A mí no me atrae trabajar en España, un país al que no reconozco, porque no sabe defender lo que es suyo. Prefiero entregarme en el día a día de los cristianos y los musulmanes de Pakistán, que siguen dispuestos a dar su vida por aquello en lo que creen. Yo no lloro por Pakistán. Estoy muy orgulloso, y seguiré trabajando, mientras me dejen, para que los mártires de esta violencia sigan regando con su sangre los campos en los que no nos cansaremos de pedir justicia. Yo lloro por mi España. Lloro por aquellos que, desde un buenismo, no ya inocente, sino ciego y destructor, siguen hablando del multiculturalismo como la solución, o de la Alianza de las Civilizaciones como panacea moderna de paz y diálogo. Lloro por vosotros que me leéis hoy… Lloro porque, a menos que tengáis agallas para levantaros, como nosotros lo hacemos estos días, mucho me temo que en mi próxima visita a España no podré comer jamón ni beber vino, ni llevar una cruz por la calle… ¿Es ésa la España que me voy a encontrar? Prefiero Pakistán, donde los cristianos luchan y no se rinden. «El silencio de los buenos frente a la injusticia es la mayor maldad que el mundo puede ver»: era una frase de Bhatti, amigo y hermano, católico y mártir por la fe. Descansa en paz, hermano. En Pakistán no te olvidaremos.
Miguel Ángel Ruiz
ALFA Y OMEGA
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