Alexis Carrel, Premio Nobel de Medicina, converso en Lourdes
“Has querido responder a mi duda con un gran milagro”
No volvía a Lourdes desde el año 1958, centenario de las apariciones. Después, he seguido paso a paso los milagros y las manifestaciones de fe y religiosidad de que Lourdes es protagonista.
Como todo el mundo sabe, Lourdes es una ciudad francesa de los Altos Pirineos. En 1858 fue escenario de las aparaciones de la Virgen a la que hoy es santa Bernadette Soubirous.
Al lado de la gruta de Nuestra Señora se construyó una grandiosa basílica en 1876, de estilo gótico. Más tarde, se construyó otra iglesia, llamada del Rosario, de estilo bizantino, en 1901. Junto a la gruta, brota la milagrosa fuente que llena las piscinas donde se introducen los enfermos y bebemos en múltiples chorros las frescas aguas, llenando pequeños recipientes para llevarnos tan preciada reliquia.
Después de mi visita a Lourdes, conocí la vida y la obra del Premio Nobel de Medicina profesor Alexis Carrel, ejerciendo en Estados Unidos. Era necesario conocer su biografía, su conversión en Lourdes cuando acompañaba, incrédulo, como médico, a una expedición de enfermos. Tenía, entonces, especial cuidado con una enferma de peritonitis tuberculosa en estado preagónico. A aquella enferma, caquéxica, con el vientre hinchado, delante de la gruta de la Señora, se le fue bajando la dilatación abdominal y, levantándose, caminó sola hacia los pies de la imagen de la Virgen. El doctor Alexis Carrel fue testigo presencial de aquel milagro. La Medicina no podía explicar aquello. Alexis Carrel escribió, en el puño de su camisa, la fecha de aquel día, para no olvidar lo que estaba ocurriendo y para estar seguro de la realidad, ya que todo le parecía imposible, un sueño, porque él no creía. Y Alexis Carrel se convirtió. Todos sus escritos, desde entonces, están impregnados de amor a Dios y a la Virgen. Le costó muchos disgustos. Su vida y sus libros son impresionantes: La incógnita del hombre, Viaje a Lourdes, etc.
Desde 1858, año de la aparición, jamás se ha visto abandonada esta gruta de Masabielle, éste Balcón de luz divina, esta gruta celestial del catolicismo, ni en los años turbios de las dos Grandes Guerras, ni en los años y días presentes de convulsiones y luchas económicas, de crisis políticas y de ideologías paganas. Nada ni nadie ha logrado menoscabar esta actualidad inalterable y permanente que es Lourdes. Ya lo dijeron muchos: “Se advierte al punto que una disciplina interior modela aquí las almas”.
Volviendo a la conversión del Premio Nobel de Medicina profesor Alexis Carrel, copio esta bella oración del gran genio pionero de los trasplantes de órganos, y descubridor de la sutura de los vasos sanguíneos, que escribió en su libro Viaje a lourdes:
“Virgen Santa, socorro de los desgraciados que te imploran humildemente, sálvame. Creo que Tú has querido responder a mi duda con un gran milagro. No lo comprendo, y dudo todavía. Pero mi gran deseo y objeto supremo de todas mis aspiraciones es ahora creer, creer apasionadamente y ciegamente, sin discutir ni criticar nunca más. Tu nombre es más bello que el sol de la mañana. Acoge al inquieto pecador que, con el corazón turbado y la frente surcada por las arrugas, se agita corriendo tras las quimeras. Bajo los profundos y duros consejos de mi orgullo intelectual yace, desgraciadamente ahogado todavía, un sueño, el más seductor de todos los sueños: el de creer en Ti y de amarte como aman los monjes de alma pura”.
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