Durante la primavera de 1982 Rosalio Castillo Lara era obispo. Trabajaba en Roma como secretario de la Comisión Pontificia encargada de la redacción del Código de Derecho Canónico y era titular del despacho de Precausa. Viajó fuera de Roma para acudir al sepelio del cardenal Pericle Felice. Cuando regresaba a la Santa Sede fue víctima de un aparatoso accidente de tráfico: un camión sin frenos embistió contra varios vehículos detenidos en una cola en una autopista, incluido el suyo. Las heridas lo dejaron postrado en una cama. Los médicos dijeron a su familia que era poco probable que volviese a caminar pues había sufrido fractura múltiple de cadera, entre otras dolencias.
Siendo sacerdote salesiano, conocía la historia de Sor Eusebia Palomino, y se encomendó a la religiosa española. Para los galenos resultó asombrosa su curación, pues a los pocos meses volvió a caminar, y ni siquiera tuvo que usar bastón al terminar la rehabilitación.
Al año siguiente (1983) fue promulgado el nuevo Código de Derecho Canónico.
Dos años después (1985) el Santo Padre le otorgó el purpurado de los cardenales y luego lo designó secretario de Estado del Vaticano.
Ni para el cardenal Castillo Lara ni para sus familiares hay lugar para las dudas: La rápida y completa curación de monseñor es producto de un milagro de sor Eusebia Palomino, hoy beata.
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