sábado, 9 de enero de 2010

HIMNO DE LA SABATINA DEL 9 DE ENERO


Te tengo entre mis brazos.
Me conmueve ver tu frío,
la desnudez de tu llanto
como la lluvia en un río.
Me duele sentirte frágil,
tan pequeño y desvalido.
Suplicantemente huérfano
a la vera del camino:
un misterio a la intemperie,
abandonado y perdido.
¿Será verdad que yo tengo
entre mis brazos un niño?
Y se me anegan los ojos
casi del mismo rocío.
La carne se colorea
de un rubor reconocido.
Mi ser se estremece entero
en sus cimientos íntimos.
La carne se torna rosa
y orgullo recién nacido.
Miro mi sangre en tu sangre.
Grita la fe del instinto,
mientras te aprieto en el alma:
¡Hijo mío y Dios mío! Amén.

miércoles, 6 de enero de 2010

ENERO: MES DE DON BOSCO




Avanza el mes de enero y se acerca la fiesta de Don Bosco. Celebrar a nuestro padre es también disponer el corazón para vivir como él y hacer nuestras sus grandes intuiciones espirituales y apostólicas. Esa es la tarea que tenemos por delante y el compromiso que todos nosotros asumimos cada día: ser fieles, con creatividad, a la herencia carismática que el santo de los jóvenes nos ha dejado.
Cuenta el mismo Don Bosco en las Memorias del Oratorio que una tarde lluviosa del mes de mayo (quizás del 1847), un joven de unos quince años se presentó en su casa completamente empapado de agua: “No tengo nada y estoy completamente solo” le dijo, mientras Mamá Margarita trataba de secarle las ropas. Don Bosco, reconoce él mismo, “estaba conmovido”. La respuesta que brotó de su corazón de padre, aún en la penuria de aquel tiempo, no fue otra que “hacerle hueco”: “Quédate”.
Creo que en aquel primer “quédate” podemos descubrir toda la fuerza de un corazón grande y magnánimo que ha comprendido que el amor no entiende de medidas ni de evasivas. Como el samaritano protagonista del relato evangélico, Don Bosco no dio un rodeo; no se apartó del camino; no buscó excusas ni apretó el paso para pasar de largo. Solo abrió la puerta para que aquel muchacho pudiese entrar: “Quédate”.
Y después vinieron muchos más “Quédate” pronunciados con una sonrisa y una mano abierta y solidaria que invitaban siempre a la esperanza. ¿Cuántas veces se repetiría aquella misma escena?
Hemos de aprender de Don Bosco a decir “Quédate”; o lo que es lo mismo: me importas mucho, aquí estoy, cuenta conmigo. Mirando a nuestro padre, hemos de saber expresar también nosotros, como él, la bondad y la cercanía del que no pasa de largo, mira con compasión la realidad y se implica en ella a fondo aunque eso suponga “complicarse” más la vida.
Decir “quédate” a los hermanos es abrir la puerta de la fraternidad para compartir, para disculpar, para comprender, para acompañar. Sin pasar de largo.
Decir “quédate” es cruzar la línea de la indiferencia para ganar el corazón desde la cercanía, la paciencia y el cariño. Sin pasar de largo.
Decir “quédate” a los que nos piden una mano o llaman a nuestra puerta en una tarde lluviosa es estar siempre dispuestos a poner al otro en primer lugar, a tender la mano de la amistad, a tener a punto el fuego de la acogida, a encontrar siempre un lugar para poder calentar el alma, a veces tan al aire, de los que se encuentran a la intemperie. Sin pasar de largo.
Don Bosco no dio rodeos. Su corazón, tan grande como las arenas de las playas, fue siempre el hogar de cuantos se acercaron a él buscando un poco de calor. En este mes de Don Bosco, preparar su fiesta es asumir en el día a día el compromiso de saber decir “quédate” siempre que alguien llame a nuestra puerta aterido de frío. ¡Ojalá siempre le abramos!

LOS SANTOS REYES



Reyes que venís por ellas,
no busquéis estrellas ya,
porque donde el sol está
no tienen luz las estrellas.
Reyes que venís de Oriente
al Oriente del sol solo,
que más hermoso que Apolo
sale del alba excelente.
Mirando sus luces bellas,
no sigáis la vuestra ya,
porque donde el sol está
no tienen luz las estrellas.
No busquéis la estrella ahora,
que su luz ha oscurecido
este sol recién nacido,
en esta Virgen Aurora.
Ya no hallearéis luz en ellas,
el niño os alumbra ya,
porque donde el sol está
no tienen luz las estrellas.
Aunque eclipsarse pretende,
no reparéis en su llanto,
porque nunca llueve tanto
como cuando el sol se enciende.
Aquellas lágrimas bellas,
la estrella oscurecen ya,
porque donde el sol está
no tienen luz las estrellas. Amén.

6 de Enero: LA EPIFANÍA DEL SEÑOR



¡Oh Reyes Magos benditos,
pues de Dios sois tan amados,
sed mi guarda y abogados!

Sed mi guarda en este suelo
porque en sus lazos no caiga
y abogados en el cielo
porque a veros allá vaya;
porque por vosotros haya
gran perdón de mis pecados,
sed mi guarda y abogados.
Tanto quiso Dios amaros
por vuestro merecimiento
que le plugo revelaros
su sagrado nacimiento;
pues le tenéis tan contento
y con Él sois tan privados,
sed mi guarda y abogados.
Vinisteis desde Oriente
a adorar al Rey divino
con aquel alto presente
para quien de Él era digno;
caminasteis de continuo
por una estrella guiados,
sed mi guarda y abogados.
Sirviénronle los pastores
por Pastor de tantas greyes
y vosotros mis señores,
por mayor Rey de los reyes;
pues del Dador de las leyes
sois tan queridos y amados,
sed mi guarda y abogados. Amén.

NOCHE DE REYES


Los Reyes Magos de Oriente
siguen, por la fe, a la estrella,
caminan hacia el Pesebre
con metafórica ofrenda.
El oro es fausto, riqueza;
incienso, aroma del alma;
y la mirra, panacea
para la materia humana.
Afirman que es el Mesías,
el rey de ricos y pobres,
de las almas redimidas,
de la eternidad del hombre.
El Niño admite la dádiva
como muestra de poder,
una muestra pobre y pálida
de lo que su Reino es.
El Rey que todo lo puede
nace y vive en la pobreza,
y cuando por amor muere
es su cuerpo llaga abierta.
En esta noche de Reyes,
todo mi oro, incienso y mirra,
si mi Niño-Dios lo quiere,
sea suyo con mi vida.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
AMÉN

domingo, 3 de enero de 2010

2010: AÑO SANTO SALESIANO DE DON RÚA


“Don Rua, si quisiera, haría milagros”. Así se expresa Don Bosco en las Memorias Biográficas refiriéndose a Miguel, uno de sus primeros muchachos en Valdocco, su primer salesiano y su más fiel colaborador hasta su muerte.


En el año 2010 la familia salesiana celebra el centenario de su muerte. El hoy beato es una de las figuras gigantescas de nuestra Congregación y sin embargo, para muchos, un gran desconocido.


Compartió con Don Bosco los primeros momentos del Oratorio, experimentó en primera persona su paternidad y descubrió junto a él horizontes anchos y hermosos para su vida. Se sintió tan amado y quiso tanto a Don Bosco que se quedó para siempre con él y junto a él caminó desde la más absoluta e incondicional fidelidad hacia el que siempre fue su padre.


Como el mismo Don Bosco le dijo cuando solo era un niño, Miguel fue en todo a medias con él. Don Rua creció a su lado, vivió los inicios de la Congregación, fue testigo del crecimiento y la expansión de nuestra familia y más tarde, con la fuerza del Espíritu consolidó la obra iniciada por el padre.


Fue el primer salesiano. Con la emoción y la sencillez de los grandes acontecimientos de la historia de la salvación, Don Rua dejó escrito en su cuaderno de notas cuanto aconteció aquella noche de enero de 1854 en la habitación de Don Bosco:


“El día 26 de enero de 1854, por la noche, nos reunimos en la habitación de Don Bosco. Además de Don Bosco, estábamos Cagliero, Rocchetti, Artiglia y Rua. Nos propuso empezar, con la ayuda del Señor, una temporada de ejercicios prácticos de caridad con el prójimo. Después de ese tiempo, podríamos ligarnos con una promesa y esta promesa se podría transformar, más adelante, en voto. A partir de aquella noche se llamó ‘salesiano’ a todo el que adoptaba aquel género de apostolado”.


Aquel grupo de jóvenes era el presente y el futuro del sueño de Don Bosco que poco a poco se iba haciendo realidad entre los balbuceos de caminos inciertos pero con la determinación y la tenacidad de quien se sabe en manos de Dios.


Un año y algunos meses más tarde, el 25 de marzo de 1855, Miguel realizaba sus primeros votos privados delante de Don Bosco. Nadie más en aquella escena preñada de esperanza y hondamente significativa para nuestra historia salesiana. El acontecimiento tiene la portada de los inicios de las grandes obras. En la humildad de un rincón de Valdocco, sin gestos grandilocuentes, se alumbraba la Congregación Salesiana.


Don Rua trabajó con Don Bosco hasta la extenuación, escribió a su lado páginas hermosas de la historia salesiana y tomó el testigo al frente de la Congregación cuando el padre murió.


Durante su rectorado, la Congregación se consolidó, se extendió y alcanzó un desarrollo como nadie hubiera podido imaginar. Permaneció fiel a Don Bosco imitando de él todo lo que aprendió a su lado. Don Bosco decía, Don Bosco pensaba, Don Bosco quería… Fue su fiel intérprete en tiempos difíciles y para generaciones de salesianos el hilo rojo que los unía al Fundador.Como Don Bosco, Miguel Rua fue un sacerdote auténtico y veraz, un hombre de su tiempo y un hombre de Dios. Como el maestro, el discípulo también bebió del agua pura del manantial de Valdocco y en aquella irrupción de la gracia el Espíritu le condujo por veredas de santidad. Su memoria es hoy, para nosotros, compromiso de fidelidad.


¡¡FELIZ AÑO DE DON RÚA!!