Señor, Tú aceptaste ser aclamado Rey sólo cuando veías que llegaba "tu hora", de la de la Cruz: cuando subiste a Jerusalén para padecer y morir y cuando te condenó Pilato. Y tu Madre, la llena de gracia, la bendita entre todas las mujeres, se define a sí misma como la esclava del Señor, y la sierva de los hombres, representados en Isabel, a quien va a servir. ¡Así es la humildad de mis Reyes y Señores! La que estuvo al pie de tu Cruz, está a la derecha de tu trono, Madre del Rey del Universo y Reina de cielos y tierra.
¡¡FELICIDADES, REINA Y MADRE DE LA FAMILIA SALESIANA!!
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