19. La pobreza es mi librea, y con ella me deleito, cuando alguna vez me ha faltado alguna cosa y sobre todo con las niñas más pobrecitas, ellas son las que reciben más caricias y dulzuras de mí.
20. Si un vaso de agua dado por amor a Dios a un sediento tiene tanto mérito delante de Dios, ¿qué será ofreciéndole cada día nuestras penas, nuestro trabajo y todas las molestias que se digne enviarnos?
21. ¡Cuánta gloria les espera, llevando con resignación y paciencia, y ofreciéndolo todo por agradar a Dios!