Era de azul de atardecido cielo
la luz que atrevesaba la ventana,
de pájaro que canta en la enramada
el aleteo que rozaba el suelo.
Era Gabriel, de Dios el mensajero.
"Salve", le dijo el ángel a María.
Y la doncella apenas si entendía
aquel saludo aludo y lisonjero.
"Bendita tú, entre las mujeres"
y la voz de Gabriel sonó gozosa.
María agradeció tantas mercedes
y cerrando sus ojos, pudorosa,
abrió al Verbo divino y eternal
el cofre de su seno virginal. Amén.
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