Cumbre de gozo, María,
que en vuelo azul de pureza
destierras toda tristeza
floreciendo en alegría.
Límpido sol de armonía
para el alma atormentada,
reposas en la mirada
de Dios, y en Ti toda vuela:
nieva, paloma y gacela
feliz, Madre Inmaculada.
Amén
Era el mes de diciembre de 1531, solamente diez años después de conquistada Tenochititlan por los españoles, cuando la Santísima Virgen se apareció al indito Juan Diego en el cerro del Tepeyac. Lo nombró su embajador ante el obispo, fray Juan de Zumárraga, para que le construyeran un templo. La prueba de que las palabras de Juan Diego eran ciertas fueron las rosas que llevó en su tilma y la preciosa imagen que apareció dibujada en ella. La Santísima Virgen es nuestra Madre y nos lleva en la niña de sus ojos... Toda la historia de Juan Diego y de las apariciones de la Virgen están fundadas en una constante y sólida tradición.
NTRA. SRA. DE GUADALUPE, RUEGA POR NOSOTROS