Es ahora el tiempo para la confesión. Confiesa tus faltas de palabra y de obra, las cometidas de noche y de día. Confiésalas en este tiempo favorable, y recibe el tesoro celestial del día de salvación. Deja el presente y cree en el futuro. Durante tantos años has recorrido sin parar tus vanos trabajos de aquí abajo, y ¿no puedes ahora parar durante cuarenta días para ocuparte de tu propio fin? Rendíos, reconoced que yo soy Dios, dice la Escritura. Renuncia a la ola de palabras inútiles, no difames, no escuches al que maldice sino más bien acostúmbrate a orar.
Muestra mediante la ascesis el fervor de tu corazón, purifica este receptáculo para que recibas una gracia abundante. Porque la remisión de los pecados se da igualmente a todos, pero la perfección del Espíritu Santo se concede según la medida de la fe de cada uno. Si no te esfuerzas, recogerás poco; si trabajas mucho, será grande tu recompensa. Es tu propio interés el que está en juego; vigílate a ti mismo. Si tienes algo que reprocharle a alguien, perdónalo. Vienes a recibir el perdón de tus faltas, es preciso que también tú perdones al pecador, porque ¿con qué rostro irás a decir al Señor: Quítame mis numerosos pecados si tú ni tan sólo has perdonado a tu compañero de errores?
SAN CIRILO DE JERUSALÉN