martes, 10 de febrero de 2009

SOR EUSEBIA PALOMINO, HIJA DE MARÍA AUXILIADORA (1899-1936)



Nace en Catalpino (Salamanca) en el seno de una familia muy pobre, desde muy temprano comenzó a ser objeto de una protección extraordinaria por parte de la Virgen. Al terminar el noviciado, a los 25 años, fue destinada a Valverde del Camino, Huelva. Cocinera, portera, ropera y catequista de las más pequeñas del Oratorio, llamaba la atención de todos por su fe radiante y por su amor a la Virgen. Ofreció su vida como preludio de tantas vidas ofrecidas al Señor en la guerra civil española.




“Humildad”, “alegría” y “unidad” son las tres indicaciones que sor Eusebia Palomino sugirió, en una carta escrita con ocasión de la Navidad, a los hombres de buena voluntad "para conquistar a los pueblos y salvar a las naciones". "Esto – continúa la carta - es el regalo más hermoso que hoy podemos ofrecer a nuestro Redentor que un día nació en Belén".




Mensaje actual para nuestros días en que guerras, calamidades, terrorismo y consumismo parecen marcar el tiempo de la humanidad. Se cumplirán también hoy, con tonos distintos, las profecías de esta sencilla hermana que hacia los 30 años, enviada a la comunidad religiosa de Valverde del Camino, dijo, mirando al futuro: "Habrá mártires". Y ella misma se ofreció como víctima por la salvación de España. "Ahora el rey tendrá que marcharse. Pero volverá y se llamará Juan Carlos". La historia, 40 años después le dará la razón. El 10 de febrero de 1935, murió sor Eusebia, con tan sólo 36 años. "Durante mi sepultura - había dicho - que las campanas toquen a gloria". Y así sucedió. A la salida de la iglesia, las campanas por sí solas se pusieron a tocar el aleluya pascual. Se habla de un milagro. Pero el milagro más hermoso es esta pequeña "perla de la Iglesia española", que tenía la costumbre de rezar el Rosario de las Santas Llagas. Y frecuentemente se encontraba en la iglesia haciendo compañía, como ella solía decir, al "Prisionero del Amor". Para que el Niño Jesús - concluía la carta navideña - haga descender sobre todos, sus gracias y sus bendiciones para este Año Nuevo que, si Dios quiere, comenzaremos dentro de poco".

domingo, 8 de febrero de 2009

LA BEATIFICACIÓN DE SOR EUSEBIA







Juan Pablo II beatificó a Sor Eusebia Palomino el 25 de Abril de 2004. Presentó su ejemplo de vida como «un camino fascinador y exigente de santidad».Sor Eusebia, recordó el Papa en la homilía de la eucaristía de su beatificación, «oyó un día la llamada de Dios y respondió a través de una intensa espiritualidad y una profunda humildad en su vida diaria».





«Como buena salesiana, estuvo animada por el amor a la Eucaristía y a la Virgen --añadió--. Lo importante para ella era amar y servir; el resto no contaba».




«Con la radicalidad y la coherencia de sus opciones, sor Eusebia Palomino Yenes traza un camino fascinador y exigente de santidad para todos nosotros y muy especialmente para los jóvenes de nuestro tiempo», concluyó el Papa.




La «Positio», el documento que fundamentó la postulación de su causa de beatificación recoge pruebas en las que se muestran que la beata predijo la Guerra Civil española que estalló en 1936. Sor Eusebia Palomino se había ofrecido como víctima por la salvación de las almas de su país en 1931, y según el benedictino Manuel Garrido Boñano «el Señor la aceptó. Siguieron tres largos años de dolores indecibles».




Eusebia Palomino Yenes nació el 15 de diciembre de 1899 en Cantalpino (Salamanca) en una familia muy pobre. Desempeñó su apostolado en Valverde del Camino, en la zona minera de la provincia de Huelva.




En agosto de 1932 un mal improviso es el primer aviso de que Dios había aceptado a la «víctima», añade la biografía que ha distribuido la Santa Sede. «Después el asma que en diversos momentos ya la había molestado, ahora llega a niveles extremos de intolerancia, se agrava con otros males que van apareciendo y atentan contra su vida». En este tiempo, visiones de sangre premonitoras de la guerra afligen a sor Eusebia aún más que los dolores físicos. Visión de sangre también para su directora, sor Carmen Moreno Benítez, que será fusilada con otra hermana el 6 de septiembre de 1936. Actualmente ha sido declarada beata, después del reconocimiento del martirio. Falleció en la noche entre el 9 y el 10 de febrero de 1935.

sábado, 7 de febrero de 2009

SOR EUSEBIA, HIJA DE MARÍA AUXILIADORA











El 17 de diciembre de 1996, el Papa Juan Pablo II proclamaba solemnemente la heroicidad de las virtudes de la Sierva de Dios sor Eusebia Palomino Yenes, y le otorgaba el título de Venerable. Actualmente la Santa Sede agiliza los trámites de su beatificación.




El Instituto Hijas de María Auxiliadora -conocido más familiarmente como el de las religiosas salesianas- surgió del espíritu expansivo de san Juan Bosco, como respuesta concreta a las aspiraciones profundas de las jóvenes. El proyecto del Instituto (aprobado por el Sumo Pontífice san Pío X en 1872) es lograr una educación cristiana integral, fundamentalmente orientado hacia la mujer.Desde la humildad del inicio hasta la actualidad, la obra se ha expandido por los cinco continentes. Cuenta ya con 67 casas en África, 604 en América, 219 en Asia, 691 en Europa y 7 en Oceanía. En España hay 87. Las religiosas trabajan, sobre todo, en escuelas, talleres, misiones, parroquias, hogares de protección para menores y centros juveniles. La gran preocupación de la Madre Antonia Colombo, actual Superiora General de las salesianas, es proteger la dignidad de la mujer, y elevar su nivel cultural, aprovechando los rasgos psicológicos que le son propios. Las mujeres -afirma la Madre- necesitan dar a conocer su competencia profesional y cultivarse espiritualmente. Las mujeres educadoras debemos ser pioneras en colocar a la mujer allí donde su vocación la llama, sin ningún tipo de limitación por su sexo.




Eusebia (en griego, piadosa) nace en un hogar tan pobre materialmente como rico en el espíritu. Sus padres supieron sembrar en su alma los primeros deseos de santidad. Al recordar su casa, ella dice: ¡Cuántas veces, mientras mi madre hacía la cena o remendaba la ropa, mi padre nos rodeaba con sus manos oscuras por los trabajos del campo y encallecidas por la azada, y tomaba entre sus manos el catecismo -ese pequeño libro que contiene tantas maravillas, tanta grandeza, tanta paz y tanto amor-. Allí, en casa, embebidas y empapadas en ese ambiente de paz, marchaba segura y tranquila la navecita de nuestra alma. Si todos los padres fueran así, ¡Qué paz y qué armonía reinarían en todo el mundo y cómo Jesús, desde el Cielo, los bendeciría y derramaría sus tesoros y sus gracias sobre cada uno de sus hijos!




Durante una procesión con la imagen de MARÍA AUXILIADORA siente por primera vez la mirada de la Virgen, que le dice: Tú serás mi hija; y sólo unos días después una joven la invitará por casualidad a visitar a las salesianas. Allí acude, y al entrar en la capilla a saludar al Señor siente nuevamente la llamada de María Auxiliadora, que la invita a quedarse con Ella. Eusebia dirá más adelante: Yo, desde el momento en que entré, lo hice con el deseo y la idea de hacerme religiosa, aunque no contaba con medio alguno, pero yo confiaba en Dios, y esta confianza me abrió las puertas para entrar en el servicio del Rey del Amor. El 5 de agosto de 1922 recibe el hábito religioso, pero poco antes de su profesión religiosa sufre un accidente casi mortal, que pone a prueba su confianza en la voluntad de Dios. Eusebia se entrega al Padre y dice: Él sabe lo que me conviene. Finalmente, el 5 de agosto de 1924 se consagra al Señor como Hija de María Auxiliadora.Su labor fue callada pero amante y constante, sobre todo en el servicio a las jóvenes, que han estado siempre presentes en el carisma de la institución salesiana.

viernes, 6 de febrero de 2009

ORATORIO DE SOR EUSEBIA











En la tarde del 24 de octubre de 2006, en Valverde del Camino tuvo lugar una solemne concelebración eucarística con ocasión de la colocación definitiva de los restos mortales de la Beata sor Eusebia Palomino Yenes, en la nueva capilla preparada en el Colegio “María Auxiliadora”, que durante diez años fue el centro de su apostolado y de su santificación en la fidelidad del día a día.La Eucaristía se celebró en la iglesia parroquial, ante la imagen de la “Virgen del reposo” que en un tiempo acogió también las invocaciones y ofrecimientos de sor Eusebia que de nuevo estaba entre su gente, presente en la pequeña urna de cristal forrada de terciopelo y adornada con una significativa rosa encarnada: su don de amor que sigue difundiéndose a favor de todos, grandes y pequeños, de toda condición y cultura, como ayuda y apoyo amigo.

El oratorio actual cuenta con dos vidrieras grandes, que dan al patio del colegio y que también publicamos junto a otra del antiguo oratorio (cruz de mármol blanco)








ALTAR DE CULTOS HONOR DE DON BOSCO EN POZO DEL CAMINO











jueves, 5 de febrero de 2009

EL MILAGRO DEL CUADRO DE SOR EUSEBIA



Manuel Parreño Rivera es el autor de un cuadro de Sor Eusebia. Por lo ocurrido mientras se pintó, se considera un milagro. El cuadro se ha convertido en una parte importante del proceso de beatificación de Sor Eusebia. Manuel no tiene manos; pinta con los pies. Estudió Bellas Artes en la Escuela "Santa Isabel de Hungría" de Sevilla. Ha cumplido 70 años en 2008 y vive en Valverde del Camino, localidad de Huelva en la que nació. Este singular valverdeño se confesaba "ateo consumado, hombre muy reacio a las corrientes religiosas".


Al pueblo venían autocares de distintos lugares de España. Sor Eusebia era ya un auténtico tesoro custodiado con formidable cariño por los valverdeños. La fama de santidad de la humilde mendiga salmantina, que trabajó y murió en la casita salesiana del bonito pueblo de Huelva, era un imán auténtico para incontables almas necesitadas de su celeste protección.


Un día, Sor María Luisa Aparicio, directora del Colegio de las Hijas de María Auxiliadora de Valverde del Camino, tuvo una luminosa idea: ¿por qué nuestro famoso pintor local no nos hace un retrato hermoso de Sor Eusebia Palomino?... Rápidamente se lo propuso al artista. "Existía una repugnancia tal en mi fuero interno -dice el artista del que nos ocupamos- que no me permitía tomar los pinceles y la paleta para plasmar la figura de Sor Eusebia".


Le entregaron una fotografía de escasa calidad, en blanco y negro. A pesar de que Manuel se había especializado en el retrato, se sentía incapaz de comenzar su obra tratándose de una persona a quien no había conocido.


"La mayoría de los retratos los he hecho al natural, con la persona presente", confiesa nuestro hombre. Pero pasaba el tiempo y la gente le paraba por la calle confesándole que Sor María Luisa Aparicio no perdía la fe en que el retrato se vería acabado cualquier día...


Al encargarle el retrato, Manuel considera "enormemente difícil" llevarlo a cabo. Tanto es así que dilató el comienzo de su obra nada menos que 6 años, seis...


Un Jueves Santo, el pintor salió de su casa despidiéndose de su esposa al tiempo que le dirigía alguna frase escéptica sobre el retrato de Sor Eusebia que iba a comenzar. Al llegar al estudio, encontró un lienzo de 130 por 81 cm. preparado por un alumno suyo cuatro días antes. No estaba la tela lo suficientemente tensa, ya que el aprendiz no disfrutaba todavía de la experiencia conveniente. De buenas a primeras aparece en escena un representante de una casa de lienzos de Alicante. Siempre que venía este Señor a Valverde lo hacía por razones comerciales, profesionales.


Pasó por el pueblo y dijo: "Voy a acercarme al estudio de Manolo para ver si necesita algo". Efectivamente: tensó el lienzo en 10 minutos, lo dejó perfectamente, se despidió y Parreño ya no le vio más."¿Qué ocurre aquí?... No lo sé. La verdad es que este hombre no estaba citado y se presentó" comenta el maestro valverdeño en los cinco folios que ha redactado y ha dado su consentimiento para que sean divulgados. Sin carboncillo ni retrato previo, el artista impregna el pincel y comienza a pintar la figura. "Lo normal es corregir, dice Manuel, pero no hubo necesidad de ello". Un accidente inesperado en la elaboración del cuadro hizo que Parreño comenzara a ensartar improperios... Al resbalar el pincel, una mancha cayó sobre el ojo de la retratada. El artista aparta con un dedo (no olvidemos que trabaja con sus pies al carecer de manos) esa mancha y se sobrecoge, ya que no ha necesitado de pincel alguno para corregir el retrato definitivamente. "Sentí tanto miedo que cerré la puerta y me marché a casa". Manuel Parreño tarda normalmente unos 14 ó 15 días en acabar un retrato para que quede a su gusto. Si le presionan demasiado, puede concluirlo en 5 ó 6 días. Por eso, cuando Manuel contempló el retrato de Sor Eusebia dispuesto para ser admirado por el público después de 4 horas y media de trabajo solamente, le recorrió su espalda un escalofrío.


Parreño se había encarado con la foto de Sor Eusebia: "Bueno, vamos a ver si es verdad lo que dicen de ti. No tenemos tiempo material. Yo sé que dentro de 14 días tu cuerpo va a ser trasladado al colegio. A mí me gustaría quedar bien y comprobar si tus prodigios son ciertos..."


Por aquellos días pasaron por la casa del pintor más de 400 personas. Por lo menos 50 de ellas (que habían conocido personalmente a la Hija de María Auxiliadora) declaraban la autenticidad de su expresión."Conseguir una expresión de una persona que no se conoce, que solamente se ve a través de la fotografía -que en este caso era pequeña y en blanco y negro- es un hecho que el pintor jamás puede soñar en conseguir sin tener una referencia más amplia", afirma el maestro.


"Mi interpretación del cuadro es la siguiente: concibo a Sor Eusebia en el cielo, con Dios Padre. La lectura es mensaje directo del cielo que está recibiendo Sor Eusebia. La cara refleja esa expresión radiante. Yo lo interpreto así ahora, pero no lo hice pensando en ello. Aquello salió... Yo fui el vehículo. No vamos a quitar importancia al pintor, pero es que, en realidad, yo no la quiero, no quiero esa importancia."


"Lo confieso noblemente. Una vez que el cuadro de Sor Eusebia estuvo terminado, supe interpretar lo que allí había. Es decir, estoy diciendo esto para que la gente vea que yo no pensé en aquello. No estaba concebido por mí. <"Todo el mundo lo sabe. Yo he vivido siempre al margen de todo tipo de religión. Ser protestante, ortodoxo, católico o testigo de Jehová, a mí me tiene un poco sin cuidado. Yo he vivido siempre libre.">


Antes vivía en una constante tensión y hoy estoy relajado, con una paz extraordinaria y esto se produce a raíz de pintar el cuadro de Sor Eusebia. Esto lo puedo confesar noble, gallarda y humanamente... <"Estaría dispuesto a manifestar la verdad de lo que me ha sucedido ante los Tribunales, si fuese menester.">


Juan Pablo II beatificó a Sor Eusebia Palomino el 25 de Abril de 2004. Presentó su ejemplo de vida como «un camino fascinador y exigente de santidad».Sor Eusebia, recordó el Papa en la homilía de la eucaristía de su beatificación, «oyó un día la llamada de Dios y respondió a través de una intensa espiritualidad y una profunda humildad en su vida diaria». «Como buena salesiana, estuvo animada por el amor a la Eucaristía y a la Virgen --añadió--. Lo importante para ella era amar y servir; el resto no contaba».


«Con la radicalidad y la coherencia de sus opciones, sor Eusebia Palomino Yenes traza un camino fascinador y exigente de santidad para todos nosotros y muy especialmente para los jóvenes de nuestro tiempo», concluyó el Papa.


La «Positio», el documento que fundamentó la postulación de su causa de beatificación recoge pruebas en las que se muestran que la beata predijo la Guerra Civil española que estalló en 1936.

EN NUESTRA PARROQUIA SE VENERA DESDE 2.005, JUNTO A LA PILA BAUTISMAL, UNA COPIA A MENOR ESCALA DEL CUADRO DEL MILAGRO.

SOR EUSEBIA PALOMINO


Eusebia Palomino Yenes vio la luz en el crepúsculo del siglo XIX – el 15 de diciembre de 1899 – en Cantalpino, pequeño pueblo de la provincia de Salamanca (España) en una familia tan rica de fe como escasa de medios económicos. Agustín, el padre, que todos recuerdan por su aspecto humilde, hombre de gran bondad y dulzura, trabaja como bracero temporal al servicio de los propietarios terratenientes de los alrededores y su madre Juana Yenes atiende la casa con los cuatro hijos.


Cuando en el invierno el campo reposa y el trabajo falta, el pan escasea. Entonces el padre se ve obligado a pedir ayuda a la caridad de otros pobres en los pueblos de la zona. Algunas veces lo acompaña la pequeña Eusebia de apenas siete años, que ignorante de lo que cuestan algunas humillaciones, disfruta con aquellas caminatas por los senderos del campo y alegremente corretea y salta junto a su padre que le hace admirar la belleza de la creación, y la luminosidad del paisaje de Castilla dándole algunas catequesis que le encantan. Cuando llegan a los pueblos, sonríe a las personas buenas que lo acogen y pide «un poco de pan por amor de Dios».


El primer encuentro con Jesús Eucaristía a la edad de ocho años da a la niña una sorprendente percepción del significado de pertenecer y de ofrecerse totalmente al Señor como don.


Muy pronto tiene que dejar la escuela para ayudar a la familia y después de haber dado prueba de una madurez precoz en cuidar - aún siendo niña – a niños de algunas familias del pueblo mientras los padres van a trabajar. A los doce años va a Salamanca con su hermana mayor y se pone a servir como niñera.



Los domingos por la tarde va al oratorio festivo de las Hijas de Maria Auxiliadora, allí conoce a las hermanas, que deciden pedirle su colaboración para ayudar a la comunidad. Eusebia acepta con mucho gusto y enseguida se pone manos a la obra: ayuda en la cocina, acarrea la leña, ayuda en la limpieza de la casa, tiende la ropa en el patio grande, va a acompañar al grupo de las estudiantes a la escuela estatal y hace los mandados en la ciudad. El deseo secreto de Eusebia, de consagrarse por entero al Señor, enciende y nutre cada vez más sus actos y su oración. Dice: «Si cumplo con diligencia mis deberes tendré contenta a la Virgen Maria y podré un día ser su hija en el Instituto». No se atreve a pedirlo, por su pobreza y falta de instrucción, no se cree digna de tal gracia: porque piensa, ¡es una congregación tan grande!.


La Superiora visitadora, con la que ella se confía, la acoge con bondad materna y le asegura: «No te preocupes de nada» y con gusto decide admitirla en nombre de la Madre General.


El 5 de Agosto empieza el Noviciado en preparación a la profesión. Se alternan horas de estudio de oración y de trabajo que constituye la jornada de Eusebia que la hacen plenamente feliz. Después de dos años – 1924 – se consagra totalmente al Señor con los votos religiosos que la vinculan mucho más a él.


Es destinada a la casa de Valverde del Camino una pequeña ciudad de Huelva que en aquella época cuenta con 9.000 habitantes, está situada al extremo sudoeste de España, en la zona minera de Andalucía en los confines con Portugal. Las niñas del colegio y del oratorio, en el primer encuentro se quedan mas bien desilusionadas, la Hermana nueva tiene un aspecto más bien insignificante, pequeña y pálida, no es bonita, con las manos gruesas y además un nombre feo.


A la mañana siguiente, la pequeña Hermana está ya en su lugar de trabajo: un trabajo variado que la ocupa en la cocina, en la portería, en la ropería, en el cuidado del pequeño huerto y en la asistencia a las niñas del oratorio festivo. Es feliz de “estar en la casa del Señor por todos los días de su vida”. Es esta la situación “real”, por la que se siente honrado su espíritu, que habita las esferas más altas del amor.


Las pequeñas se sienten pronto atraídas por las narraciones de hechos misioneros, vidas de santos, episodios de la devoción mariana, o anécdotas de Don Bosco, que recuerda gracias a una feliz memoria y sabe hacerlas atractivas por su convencimiento y su fe sencilla. Todo en Sor Eusebia, refleja el amor de Dios y el fuerte deseo de hacerlo amar. Sus jornadas de trabajo son una transparencia continua y lo confirman sus temas predilectos de conversación: el amor de Jesús a todos los hombres que ha salvado con su Pasión.


Las Llagas santas de Jesús son el libro que Sor Eusebia lee todos los días y del cual saca apuntes de didascalia a través de un sencillo “rosario” que aconseja a todos, también lo hace a través de las cartas, se hace apóstol de la devoción al Amor misericordioso según las revelaciones de Jesús a la religiosa lituana – hoy santa – Faustyna Kowalska, divulgadas en España por el Padre dominico Juan Arintero.


El otro “polo” de la piedad vivida y de la catequesis de Sor Eusebia es la “verdadera devoción mariana” de San Luis Maria Grignion de Montfort. Esta será el alma y el arma del apostolado de Sor Eusebia durante su breve existencia: los destinatarios serán las niñas, los jóvenes, las madres de familia, los seminaristas, los sacerdotes. «Quizá no haya párroco en toda España – se dice en los procesos – que no haya recibido una carta de Sor Eusebia a propósito de la esclavitud mariana».


Cuando, a principio de los años 30, España se está preparando a la revolución por la rabia de los sin-Dios votados para el exterminio de la religión, Sor Eusebia no duda en llevar hasta el extremo aquel principio de “disponibilidad”, pronta literalmente, a despojarse de todo. Se ofrece al Señor como víctima para la salvación de España, para la libertad de la religión. Dios acepta la víctima.


En agosto de 1932 un mal imprevisto es el primer aviso. Después el asma que en diversos momentos ya la había molestado, ahora llega a niveles extremos de intolerancia, se agrava con otros males que van apareciendo y atentan contra su vida.


En este tiempo, visiones de sangre afligen a Sor Eusebia aún más que los dolores físicos. El 4 de octubre de 1934, mientras algunas hermanas rezaban con ella en el lugar del sacrificio, interrumpe y empalidece diciendo: «rezad mucho por Cataluña». Es el principio de la sublevación operaria de Asturias y de la catalana en Barcelona (4-15 octubre 1934) que se llamarán «anticipo revelador». Visión de sangre también para su querida directora Sor Carmen Moreno Benítez, que será fusilada con otra hermana el 6 de septiembre de 1936: actualmente ha sido declarada beata, después del reconocimiento del martirio.


En tanto la enfermedad de Sor Eusebia se agrava: el médico que la asiste admite de no saber definir la enfermedad que, unida al asma le acartona todos los miembros convirtiéndola en un ovillo. Quien la visita siente la fuerza moral y la luz de santidad que irradian aquellos pobres miembros doloridos, dejando absolutamente intacta la lucidez del pensamiento, la delicadeza de los sentimientos y la gentileza del trato. A las hermanas que la asisten les promete: «Daré mis vueltecitas».


En el corazón de la noche entre el 9 y el 10 de febrero de 1935 Sor Eusebia parece dormir serenamente. Durante todo el día los restos mortales adornados con muchísimas flores, son visitados por toda la población de Valverde.


Todos repiten la misma expresión: «Ha muerto una santa»