Vos, gloriosa Madre,
que le dais el pecho,
recogednos las perlas
que vierte gimiendo;
que por ser de sus ojos
no tienen precio.
Cuanto sus ojos miraren,
veremos fértil y lleno,
la tierra de alegres frutos,
de serenidad del cielo.
Cesará el rigor del rayo
y la amenaza del trueno;
pondrá a los pies de la paz
la venganza sus trofeos.
Obrad, lágrimas suaves,
nuestro general remedio,
y salgan de suspension
la esperanza y el deseo.
Niño divino y humano,
pues venís para volvernos
a la gracia, que al principio
nos quitó el primer exceso,
comience a esparcir sus glorias
la unión de los dos extremos;
porque el odio y el amor
no caben en un sujeto.
En vuestras lágrimas hierve
la calidad del afecto;
haced que el orbe se abrase
en tan amoroso incendio.
Vos, gloriosa Madre,
que le dais el pecho,
recogednos las perlas
que vierte gimiendo;
que por ser de sus ojos
no tienen precio.
Amén.
FOTOGRAFÍA: IMAGEN DE MARÍA AUXILIADORA DE LA BASÍLICA-SANTUARIO DE SEVILLA (TRINIDAD)
1 comentario:
Amen.
Publicar un comentario