La imagen de la Virgen Dolorosa, puede decirse que no falta en ninguna iglesia, en nuestra Parroquia María Auxiliadora tampoco. ¡Qué guapa la Reina del Miércles Santo subiendo la cuesta de la Parroquia (algo que no se debería perder y que corre peligro por la obra anexa: ¡POZOCAMINEROS, DESPERTAOS!)
El ángel había dicho a María que era bendita entre todas las mujeres, y apenas nacido Jesús, ya la llamaba Simeón la Madre de los Dolores, ya le anunciaba que una espada le atravesaría el corazón. Uno de los castigos del pecado original era que la mujer alumbraría a sus hijos con dolor, y ahora Simeón le decía que ella, que estaba libre del pecado original no se libraría de alumbrarnos con dolor, unida a la cruz de Jesús. Si Él había de ser Varón de Dolores, Ella sería la Madre de los Dolores. Cristo nos amó tanto que quiso morir para expiar nuestra culpa y quiso que su Madre sufriera con El.
"Fue cruel Simeón con aquella jovencita madre. ¿Por qué anticipar el dolor? ¿Por qué no dejarla disfrutar del gozo del nacimiento? ¿Por qué esta crueldad innecesaria? ¿Por qué multiplicarle la tristeza anticipándola?" (Martín Descalzo).
Desde que María oyó a Simeón, ya nunca levantaría las manitas del Niño sin ver en ellas una sombra de los clavos. Simeón retiró la vaina que ocultaba el futuro e hizo que la acerada hoja del dolor brillara ante los ojos de María. Cada pulsación que advirtiera en las diminutas muñecas de su hijito, sería para ella como el eco de una martillazo inminente.
La alegría del nacimiento, los pastores, los Magos, pasaron pronto, y llegó la amargura del destierro. Tras los gozos de la niñez, vinieron las palabras misteriosas de Jesús en el templo. Junto a la amable vida de familia, está la llamada "noche de Nazareth", noche que duró muchos años. Jesús sigue en el taller. María espera en la oscuridad de la fe.
Por fin sale a predicar. Le siguen las turbas, realiza milagros. Pero quieren despeñarle en Nazareth -iglesita de Nuestra Señora del Temblor- y los sabios y sumos sacerdotes le desprecian. Y llega la Pasión. María no aparece el Domingo de Ramos, pero no falta a la cita en la Calle de la Amargura. Y menos podía faltar en el Calvario, junto a la Cruz de Jesús.
Ahí está la Madre de los Dolores sufriendo con su Hijo. Ahora repite el Fiat que un día pronunció. Entonces le costó poco, ahora le cuesta mucho. Lo repite con un profundo dolor. "Mirad si hay dolor semejante a mi dolor". Pero lo repite con firmeza, de pie. Ofrece al Hijo y se ofrece ella misma.
Jesús es colocado en los brazos de su Madre. María se acordaría de Belén. Pero todo había cambiado. Ahora está muerto y desfigurado. Cuando Jesús fue sepultado, la soledad de la Virgen fue todavía mayor. "Otra vez como en Belén tu falda cuna le hacía y sobre Él tu amor volvía a las angustias primeras... Señora, si tú quisieras contigo le lloraría" (Pemán).
COMENTARIO A LA CELEBRACIÓN
¡¡QUÉ BIEN NOS SONÓ EL HIMNO EN LA PARROQUIA ISLEÑA!!
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