¡Salve, Reina María, inspiradora!,
única musa que mi mente ansía,
musa de perfectísima armonía
a quien mi corazón férvido adora.
Si yo no os canto a vos, ¡oh gran Señora!.
romped las cuerdas de la lira mía
y no brote en mi ingrata poesía
sublime inspiración, grande y sonora.
Y haced, Vos, que al salta mi lira rota
hieran sus cuerdas mi alma endurecida
y que sea un lamento cada nota.
Lamento que al salir por la ancha herida
vaya a perderse en la región ignota,
en la oscura región desconocida. Amén.