miércoles, 9 de febrero de 2011

BREVE RESEÑA DE SOR EUSEBIA



Eusebia Palomino nace el 15 de diciembre de 1899 en Cantalpino (Salamanca), en el seno de una familia muy pobre y muy cristiana. En 1912 se traslada a Salamanca para trabajar como niñera o sirviente en algunas casas. En Salamanca encuentra a las Hijas de María Auxiliadora, siente la vocación salesiana y se prepara para la misión que tendrá que realizar en el futuro. Hace el noviciado en la casa de Sarriá y, tras la profesión religiosa, es destinada a la casa de Valverde del Camino (Huelva).  Será su único destino. Muere en la madrugada del 10 de febrero de 1935.

El 25 de abril del año 2004 fue beatificada en la Plaza de San Pedro por el Papa Juan Pablo II.


PERFIL DE SANTIDAD DE SOR EUSEBIA PALOMINO, UNA SANTA AUTODIDACTA.






Entre la dulce taifa de las nuevas monjas advenidas a la santidad de la Iglesia, Eusebia Palomino es sí y así, la personalidad, el carácter, el genio, lo inconfundible.
Una santa es grande cuando necesita que le escriban biografías a su medida, como Teresa Rodón o Teresa de Calcuta. Ahí está Eusebia Palomino, ése es su punto. Que el santoral católico no pierda ya a una maravillosa salesiana internacional y salmantina. Que no se quede en una “bienaventurada” más. Que la entiendan sus jueces a tiempo, por favor.

Eso.

Eusebia Palomino nació en Cantalpino en 1899 y falleció en Valverde del Camino en 1935. El 5 de
agosto de 1924 se consagra a Dios en el Instituto de Hijas de María Auxiliadora y ese día es enviada
a Valverde. Al despedirse de su hermana Sor Caridad le dice: “Hagámonos santas, chica. Todo lo
demás es perder el tiempo”.

Y las chicas de Valverde dejan la calle, la casa, el patio, hasta la clase, por atender a la complicación de su sonrisa, al vuelo de sus manos, al eco de su palabra, a la presencia/ausencia de su oración.

Algunos años más tarde, muchas de aquellas muchachas estarán en Barcelona-Sarriá para ser salesianas.
La inspectora, Madre Covi, pregunta: “¿Y tú, de dónde eres?”, y escuchará la respuesta: “De Valverde, madre”, “de Valverde”, “de Valverde”… Y sorprendida Covi añadirá: “¿Pero qué es lo que hay en Valverde?”. La responderán sin pararse: “Hay una cocinera con asma, que cuenta a las muchachas cuentos sencillos”.

Demasiada santa para meterla sólo en un papel de cocinera con asma.  Al aconsejarle su madre-maestra un libro para la meditación, Eusebia le pregunta: “¿Pero es que es necesario un libro para meditar?”. “¿Cómo lo haces tú?”, le pregunta la maestra. “Oh, madre, me basta ver un olivo o cualquier otro árbol para meditar sobre Dios”.

Cuando llegó a Valverde las muchachas la calificaron de “pequeña, amarilla, delgada, la de manos gruesas y de nombre feo”. Eusebia se propuso crecer por dentro, y creció.  Creció algunos centímetros y en estatura moral. Toda ella es como la maqueta de un monumento a la Voluntad y a Dios. A quien le pregunta cómo está ante cualquier percance le responde: “Hago la voluntad de Dios”.

Adorable.

Eusebia Palomino se hizo a sí misma, aunque dé un poco de vergüenza escribir este tópico, y no necesitó de escuelas, ni de libros, ni de congresos. Su escuela fue la vida, su vida. Ahora que nos pueden ciertos ambientes, podemos decir que a ser genio no te enseña nadie, y que el genio es siempre autodidacta, bien se llame Marañón o Einstein. Qué decir del santo, que es un genio inspirado por Dios.


F. R. de C.

martes, 8 de febrero de 2011

HASTA SIEMPRE, CARRETERO



Encomendamos hoy a María Auxiliadora, a la que tantos años llevó por esos caminos hacia el Cruce Viejo de Villablanca  y también en la procesión de Junio,  al que fue  su carretero D. Francisco Mena (RIP).

Dirigió la carreta de nuestra Patrona hasta la Romería de 2005 que, por motivos de enfermedad, decidió -por voluntad propia- retirarse de tal responsabilidad cuando contaba con 82 años de edad aunque siempre con la esperanza de volver  a llevar a nuestra Madre y Patrona. 

Reseñar que ese mismo año la Virgen salió en la Romería con tiro de mulas debido a la "lengua azul" y, en Junio procesionó a hombros de sus hijos pozocamineros.




QUE EN LA ROMERÍA DEL CIELO SIGAS SIENDO DE LA VIRGEN  SU MEJOR CARRETERO


BEATA EUSEBIA PALOMINO (1899-1935). LA VOCACIÓN DE UNA HIJA DE MARÍA AUXILIADORA






Desde el primer encuentro, María Auxiliadora marca la historia vocacional de Eusebia, como ella misma narra: Un domingo en que salíamos de la iglesia de los jesuitas (la famosa Iglesia de la Clerecía en Salamanca) adonde habíamos ido a oír un sermón con muchas otras chicas, vi pasar una procesión y pregunté qué procesión era. Me dijeron que era María Auxiliadora que salía de la casa de los salesianos. Entonces esperé para verla. Cuando llegó al sitio donde yo estaba, la colocaron delante de mí y al ver a María Auxiliadora yo me sentí atraída hacia ella. Me puse de rodillas y con mucho fervor le dije: “Tú sabes, Madre mía, que lo que yo deseo es agradarte, ser siempre tuya y hacerme santa”. Y eso lo dije con tanto fervor que las lágrimas corrían por mis mejillas. “Tú sabes, Madre mía, que si yo pudiera y tuviera dinero entraría en alguna casa y me haría religiosa para servirte mejor, pero soy pobrecita y no tengo nada”. Pero en mi interior sentía algo muy grande; el consuelo y la satisfacción que experimentaba me hacían derramar
lágrimas abundantes. No habían transcurrido ni siquiera quince días cuando me encontré donde las salesianas y, al entrar, la portera Sor Concepción Asencio nos acompañó a la capilla. Allí me encontré con María Auxiliadora y al verla sentí algo muy grande que no puedo explicar y caí de rodillas a sus pies. Sentí en mi interior que me decían: “Aquí es donde yo te quiero”.



EL SECRETO DESEO

Las Hijas de María Auxiliadora deciden pedirle que colabore con la comunidad. Eusebia acepta de muy buena gana. Ayuda en la cocina, acarrea leña, se preocupa de la limpieza de la casa, extiende en el patio la ropa lavada, acompaña al grupo de estudiantes a la escuela y atiende a otros encargos en la ciudad.

El deseo secreto de Eusebia de consagrarse enteramente al Señor enciende y sustancia ahora más que nunca su oración y cada una de sus acciones. Dice: “Si cumplo con diligencia mis deberes le daré gusto a la Virgen María y lograré un día ser hija suya en el Instituto”. No se atreve a pedirlo, por su pobreza y falta de instrucción. No se juzga digna de una gracia semejante. Pero la superiora visitadora, a la cual se confía, la acoge con bondad maternal y la tranquiliza: “No te preocupes por nada”. Y con gusto, en nombre de la Madre General, decide aceptarla.

La envían a la casa de Valverde del Camino, pequeña ciudad que entonces contaba con 9.000 habitantes, situada en el extremo suroeste de España, zona minera de  Huelva (Andalucía), hacia el confín de Portugal. Las chicas de la escuela y del oratorio, en el primer encuentro, no esconden cierta desilusión: la nueva hermana es más bien insignificante, pequeña y pálida, no brilla por su belleza, tiene manos gruesas y, además, tiene un nombre feo.

Eusebia, en cambio, goza al “hallarse en la casa del Señor todos los días de su vida”.



LA BIENAVENTURANZA DE LOS PEQUEÑOS

Las pequeñas que frecuentan la casa de las hermanas quedan captadas muy pronto por sus narraciones de hechos misioneros, de vidas de santos, de anécdotas de la vida de Don Bosco, que ella recuerda gracias a una memoria feliz y sabe presentar de forma atrayente e incisiva, con la fuerza de un sentir convencido y de una fe sencilla. A las pequeñas se unen, poco a poco, las adolescentes más pilluelas, luego las mayores más críticas y exigentes, que perciben junto a esa monjita la irradiación de una realidad desconocida. Y se habla ya en forma explícita de santidad, también fuera del oratorio. Al patio entran, y se detienen con abierto interés, también los padres de las oratorianas, otros adultos, después los jóvenes seminaristas buscando consejos. Algunos años más tarde muchas de esas chicas se encontrarán entre las postulantes de las Hijas de María Auxiliadora en Barcelona-Sarriá. Y a madre Covi, la inspectora que, sorprendida por tantas vocaciones, pregunta: “¿Qué pasa en Valverde?”, contestarán que hay una cocinera con asma que cuenta a las chicas unos cuentos hermosos. 

Más tarde serán también sacerdotes los que acuden a esta humilde hermana desprovista de doctrina teológica, pero con el corazón rebosante de la sabiduría de Dios.  A estas alturas es todo un florecer de hechos y anécdotas que corren de boca en boca. Seminaristas, hermanas, sacerdotes, chicas iban a consultar acerca de su porvenir a Sor Eusebia mientras ella extendía en el huerto la ropa que acababa de lavar, o pelaba en la cocina las patatas. Y ella tranquila aconsejaba, predecía el futuro, animaba una vocación auténtica, desalentaba una falsa. A quien le preguntaba cómo sabía esas cosas, respondía con una frase que Don Bosco había repetido muchas veces: “He soñado”.

Todo, en Sor Eusebia, refleja el amor de Dios y el fuerte deseo de hacerlo amar: sus jornadas laboriosas son de transparencia continua, los temas preferidos de sus conversaciones lo confirman. En primer lugar el amor de Jesús por todos los hombres. Las santas llagas de Jesús es el libro que Sor Eusebia lee cada día y en el que se inspira en forma didáctica a través de una pequeña y sencilla “corona” que a todos aconseja. En sus cartas se vuelve apóstol de la devoción al Amor misericordioso. El otro “polo” de la piedad vivida y de la catequesis de Sor Eusebia está constituido por la “auténtica devoción mariana” enseñada por san Luis M. Grignon de Montfort. Será esta el alma y el arma del apostolado de Sor Eusebia durante todo el tiempo de su breve existencia. Destinatarios: chicas, jóvenes, mamás, seminaristas, sacerdotes.

Cuando, al inicio de los años ‘30, España está entrando en los espasmos de la revolución causada por la violencia de los sin-Dios orientados a la destrucción de la religión, Sor Eusebia no duda en llevar a las últimas consecuencias su principio de disponibilidad, lista a despojarse literalmente de todo. Se ofrece al Señor como víctima por la salvación de España, por la libertad de la religión. La víctima es agradable a Dios.



D. PASCUAL CHÁVEZ
RECTOR MAYOR

24 BREVES CATEQUESIS DE SOR EUSEBIA (VIII)










22.  En este mes de las flores, lleno de dulces encantos, en el que las almas se sienten encendidas de lo alto, yo le pido, madre mía, una visita a María, pues Ella con dulce acento, con amable sonrisa, la colmará de favores.  A Ella cuente sus penas, sus tristezas y pesares, y todo le será dulce en este valle de flores.

23.  Yo siempre le pido a nuestra buena Madre María Auxiliadora que les proteja y asista siempre con su gracia maternal y los conduzca siempre por los caminos del Cielo que es el fin por el que fuimos creados.

24.  Para que nuestro trabajo tenga mérito en el cielo depositémoslo todo en manos de María y todo se vuelve meritorio para la hermosa Jerusalén celestial, que nos espera en la otra vida.  ¡Cuán bello es ir a María!  Si los hombres conocieran los tesoros de gracias que allí se encierran, se arrojarían como niños en brazos de esa Madre tan rica, tan bondadosa y no querrían separarse más de su lado.

FOTOGRAFÍAS:  ORATORIO DE SOR EUSEBIA EN VALVERDE DEL CAMINO





lunes, 7 de febrero de 2011

EL JARDÍN SIGUE DANDO FLORES...













24 BREVES CATEQUESIS DE SOR EUSEBIA (VII)






19.  La pobreza es mi librea, y con ella me deleito, cuando alguna vez me ha faltado alguna cosa y sobre todo con las niñas más pobrecitas, ellas son las que reciben más caricias y dulzuras de mí.

20.  Si un vaso de agua dado por amor a Dios a un sediento tiene tanto mérito delante de Dios, ¿qué será ofreciéndole cada día nuestras penas, nuestro trabajo y todas las molestias que se digne enviarnos?

21.  ¡Cuánta gloria les espera, llevando con resignación y paciencia, y ofreciéndolo todo por agradar a Dios!