Virgen Sagrada, dígnate alcanzarnos la gracia de saber alabarte.
Es condición del hombre cantar a la mujer. Pero, tratándose de la obra maestra de la creación, de a Mujer por excelencia, sabía Dios que los hombres nos ibamos a quedar muy cortos; y quiso ser Él el primero en alabar a la Virgen y prestarnos sus propias palabras para que pudiéramos alabarla como conviene.
Las primeras palabras del Avemaría son Palabra de Dios, una a una. Él las inventó y nos la comunicó po rmedio de su Mensajero. Nosotros las hemos recibido y las repetimos sin cesar; porque no hay palabras mejores para alabar a María. Es tal la maravilla que Dios hizo con la Virgen, que sólo Él podía hacer de Ella una presentación adecuada.
Después, los hombres, aleccionados por tan buen Maestro y con su ayuda, hemos conpletado el Avemaría con nuetras alabanzas. Son las oraciones de los Santos las obras de todos los artistas que han honrado a la Virgen, a lo largo de los siglos, como Ella había previsto: Me llamarán bienaventurada todas las generaciones.
Queremos unirnos a ese grandioso coro de alabanzar, porque Ella lo espera de cada uno de uss hijos, especialmente en estos días grandes de la Madre, como son los que nos preparan a celebrar su Inmaculada Concepción. ¡Todo es cosas de amor! y ¿cómo un buen hijo no va a honrar a su Madre devolviéndole un poco, al menos, del amor inmenso que recibe de Ella?