Para que el verano no se convierta en un punto y a parte en la fe, sino en un punto y seguido, el portal Arguments publica 9 consejos para afrontar las vacaciones como un periodo especial del año, donde disfrutar del descanso, pero sin olvidarse nunca de aquello que reconforta verdaderamente nuestra alma.
1. Descanso sí, pereza no
Hay muchos refranes, reflexiones de santos y consideraciones de grandes pensadores que hablan sobre el peligro que conlleva la pereza. El perezoso no necesita demonio que lo tiente, o como dijo Goethe: "Una vida ociosa es una muerte anticipada". Y esto es aplicable a la vida interior, a nuestro trato con Dios.
"El no hacer nada" nos anestesia, nos atonta y nos adormece por dentro y por fuera. Todos hemos experimentado alguna vez el mal humor que se nos pone y la flojera que nos entra después de un día tirados en el sofá viendo la tele y haciendo nada; o de haber estado horas y horas tumbados en la piscina.
A veces podemos caer en la trampa de confundir el descanso con no hacer nada. Y esto es un engaño. El descanso es muy importante. Somos cuerpo y alma, somos una unidad. Y para poder trabajar, servir a los demás, sonreír, rezar... necesitamos tener energía.
Jesús también descansaba con los apóstoles y se los llevaba a un lugar apartado a reponer fuerzas, para luego poder seguir predicando y haciendo milagros. Por eso es importante dormir las horas necesarias, comer, estar con los amigos y cambiar de aires de vez en cuando. Descansamos para poder servir más y mejor a los demás.
2. Hazte un horario, pero que sea entretenido
Hay un refrán que dice: "El tiempo es oro"; pero para los cristianos es mucho más, ¡el tiempo es gloria! Es el medio que Dios nos da para amarle y dejarnos amar por Él. Son muchos los que no conocen a Cristo todavía. Esto no nos puede dejar indiferentes.
Hacernos un horario en verano, nos ayudará a no dejarnos llevar por la apetencia y el capricho del momento. Tan importante es tener una hora para levantarnos (que se entiende que será más tarde que durante el curso), como de acostarnos (que también quizás sea más tarde porque nos quedamos viendo una serie o hablando en familia).
Ya que tenemos más tiempo, porque en verano se reduce la carga de trabajo, podemos aprovechar para echar una mano en casa, dedicar un tiempo a hacer orden un poco más a fondo, algún arreglo pendiente...
Por supuesto, sacar ratos para quedar con amigos que normalmente quizás no tenemos tanto tiempo para estar con ellos. Leer, ver una película, oír música, pintar, hacer deporte, ir a dar un paseo, ver una exposición... y cómo no, aprovechar para dedicar más tiempo a nuestra familia y a Dios.
3. Pon a Jesús en el centro de tu día
Cuando queremos a una persona, queremos vernos, hacer cosas juntos, hablar y compartir lo que nos preocupa e ilusiona... en definitiva, estar juntos. El amor y el cariño crecen con el trato, y eso, exige tiempo. No es cuestión solo de cantidad, sino también de calidad. Podemos estar con alguien pero tener la cabeza en mil cosas, estar a la vez pendientes del móvil... Con el Señor nos puede pasar lo mismo.
Para quererle más y caer en la cuenta de todo lo que nos quiere, tenemos que ponernos a tiro, dedicar un tiempo a estar con Él y hablar de nuestras cosas, y cuidar que ese tiempo no nos lo robe ni el móvil ni el acelere interior ni otras distracciones. Por eso es bueno concretar un tiempo cada día para hablar con Jesús, para rezar.
En muchas ciudades suele haber una capilla de "adoración perpetua", es decir, con el Santísimo Expuesto en la Custodia. ¿Por qué no ir una vez a la semana a estar un rato con Él? Cuando no puedas, puedes hacer la oración en tu cuarto o viendo el mar o dando un paseo. Dios está en todas partes. Solo tienes que recogerte y ponerte en presencia suya.
Y por supuesto, participa de la Santa Misa siempre que puedas, no solo los domingos. Y no esperes para confesarte a caer en faltas graves. Y por último, si puedes, búscate un buen director espiritual, que te acompañe, oriente y ayude a discernir por dónde te va llevando el Señor y qué quiere de ti.
4. Date a los demás
Lo que más nos descansa sin duda alguna es no pensar en nosotros mismos. Cuanto más amamos a los demás, menos tiempo tenemos para pensar en nuestras preocupaciones, en si me hacen caso, me miran o no me miran, me valoran o me tienen en cuenta.
Quien tiene un amigo tiene un tesoro, ¡cuídalos! A veces por la incompatibilidad de horarios, el trabajo y demás, no podemos estar todo lo que nos gustaría con nuestros amigos. Pero el verano es un momento fantástico para ello, para hacer planes juntos, descansar con ellos y compartir aficiones. Y por qué no, también para rezar juntos. Aprovecha también para estar pendiente de los que han tenido un año difícil, están más cansados o tienen alguna preocupación.
5. Diviértete siempre de Su mano
¿Quién dijo que ser cristiano es aburrido; que es para gente amargada, que no sabe disfrutar ni pasárselo bien? Jesús era divertido, tenía amigos con los que compartía ratos entrañables, iba a bodas y se alegraba con las alegrías de los demás.
Hay ambientes y ambientes. Estar en un lugar donde a nuestro alrededor la gente está ofendiendo a Dios, aunque nosotros no hagamos "nada malo", no debería ser el mejor sitio para estar. Empezando porque no es muy coherente y siguiendo porque de alguna manera, el hecho de estar ahí "como si nada" también nos hace daño, aunque no lo percibamos de primeras.
Divertirse sí, y cuanto más mejor, pero siempre con Él; que donde estemos, el Señor en nuestra alma pueda estar a gusto, pueda sonreír.
6. No hagas de tu cuerpo la tumba de tu alma
Todos queremos ser felices. Todos queremos amar y ser amados. No hay nada que nos llene más. Amamos con cuerpo y alma. Por eso, cuando con el cuerpo decimos una cosa, pero con el corazón otra, algo va mal... tenemos un problema. Estamos dañando nuestra capacidad de amar; estamos poniendo en juego nuestra felicidad. Es la mayor de las mentiras.
El verdadero amor hace de la vida de la otra persona algo sagrado. Yo te respeto. Yo no quiero usarte. Por eso la castidad, la pureza, son dos virtudes que tenemos que pedir todos los días. El no dejar que tus apetencias o tus ganas sean las que decidan en cada momento lo que hacer, el tenerlos a raya, te será una gran ayuda.
Seguir el horario, rezar aunque a veces no tengas ganas, adelantarte a hacer alguna de las cosas de la casa que menos te gustan (como bajar la basura o fregar los platos después de comer), comer un poco más de lo que menos te gusta y ponerte un poco menos de lo que más te gusta, serán tus mejores aliados.
7. Lee para formarte y tener criterio propio
La lectura es a la inteligencia lo que el ejercicio es al cuerpo. San Bernardo decía que "la lectura y la oración son las armas con las que se vence al demonio y se conquista el cielo". Explica todo esto con una bella comparación sobre el pasaje de San Mateo: "Buscad y hallaréis". Buscad leyendo, explica el santo, y encontraréis meditando. La lectura pone el alimento en la boca para masticarlo por la meditación.
"Cuando oramos, le hablamos a Dios; cuando leemos, le oímos", dice San Jerónimo. Si no vives como piensas, acabarás pensando como vives. Y si no piensas por qué vives así, acabarás dejándote arrastrar por lo que hace la mayoría, por tu capricho, por la rutina... El mundo está necesitado de personas con convicciones personales profundas.
¿Quieres vencer el pecado, vivir cristianamente? Lee la vida de los santos. Te sentirás movido por estos héroes y, consciente o inconscientemente, tratarás de imitar sus virtudes de fortaleza, trabajo, obediencia y respeto de sí y de los demás.
8. Disfruta cuidando de la creación
El hombre, para ser "Señor del mundo", debe tratar a cada ser según su propia naturaleza y no bajo guía, solamente, de los intereses humanos. El cuidado del regalo de la creación es una tarea que compartimos todos. Para los cristianos "nada de este mundo nos resulta indiferente", y nos sentimos "llamados a ser los instrumentos del Padre Dios para que nuestro planeta sea lo que él soñó al crearlo y responda a su proyecto de paz, belleza y plenitud".
El mundo es nuestro hogar, y tenemos que cuidarlo para dejarlo mejor que lo encontramos a las futuras generaciones. Se puede cuidar del mundo y de los seres creados de muchas formas: no tirando basura al suelo cuando vas a la playa o al campo, acompañando a personas mayores, cuidando a los enfermos...
9. No te olvides nunca de María
Donde está María está Jesús. Deja tus propósitos en manos de la Virgen. Acude a Ella cuando necesites volver a comenzar; te desanimes porque no te salen las cosas; no sepas ni qué decirle a su Hijo; tengas miedo; cuando estés contento para darle gracias y cuando te sientas triste, para que desate los nudos de tu vida. Es el Remedio de los remedios.
Una Madre nunca desoye a un hijo, nunca mira para otro lado o se hace la indiferente. No hay nadie más empeñado en que seas feliz que Ella. Lo hace todo más fácil. Pégate a su lado este verano, y verás cómo lo convierte en el mejor verano de tu vida. Ofrécele el día y déjaselo en sus manos al levantarte. A las 12.00 recuérdale el momento más importante de su vida: el Ángelus. Reza el Rosario mientras recoges la cocina o vas por la calle.
FUENTE: Publicado originariamente en Arguments en 2019, reutilizado por Religión en libertad