La fiesta del Santísimo Nombre de Jesús, instituida en el año 1721, fue suprimida del Calendario Romano y ha sido introducida nuevamente en la 3ª edición del Misal romano actual. El nombre, en el judaísmo, expresa el ser de la persona. El nombre de Jesús; es decir, "DIOS SALVA", nos acerca a la misión del recién nacido. Invocar su nombre es recurrir a su fuerza salvadora.
De muchos textos del Nuevo Testamento se pueden desentrañar una "teología del nombre de Jesús": "Al nombre de Jesús, toda rodilla se doble -en el cielo, en la tierra, en el abismo- y toda lengua proclame que Jesucristo es Señor" (Flp 2, 9-11); en los Hechos de los apóstoles: "Porque no hay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres por el que nosotros debamos salvarnos" (4,12); en el Evangelio según San Juan: "Pues so aseguro que, si alegáis mi Nombre, el Padre os dará lo que le pidáis. Hasta ahora no habéis pedido nada alegando mi nombre. Pedid y recibiréis, así vuestra alegría será completa" (16, 23-24; cf. 14, 12-14). Los cristianos son, según San Pablo, los "que invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo en todo lugar" (1Cor 1, 2).