En este día, en que se recuerda la dedicación, el año 543, de la iglesia de Santa María la Nueva, construida cerca del templo de Jerusalén, celebramos, junto con los cristianos de la Iglesia oriental, la «dedicación» que María hizo de sí misma a Dios, ya desde su infancia, movida por el Espíritu Santo, de cuya gracia estaba llena desde su concepción inmaculada.
HIMNO DE LAUDES
Ésta era una niña
con aire de flor,
agua más que el río,
fuego más que el sol.
Vivía en el templo
del rey Salomón,
oyendo en los salmos
ecos de otra voz.
Quemaban su pecho,
con celeste ardor,
palabras magníficas,
silencio de Dios:
«¡Oh Padre que habitas
en alto explendor
envía el rocío
del Hijo de Dios!
¡Ábrase la tierra:
brote el Salvador!
¡Lloved, rojas nubes,
al Dios de Jacob!
¡Floreced, collados,
al Justo, al Señor,
lucero del alba,
flor de la creación!»
Y al solio del Padre
subía su clamor,
cual nube de incienso
plegaria sin voz. Amén.
plegaria sin voz. Amén.