A pesar de todo, es Miércoles Santo...
Todo lo tenemos en Cristo.
Él es la fuente que refresca la fiebre,
la liberación cuando oprimen las culpas,
la fuerza cuando se necesita ayuda.
Si tienes miedo a la muerte, Él es la vida;
si deseas el cielo, Él es el camino;
si huyes de las tinieblas, Él es la luz;
si necesitas nutrirte; Él es el alimento
(San Ambrosio)
En esta tarde, Cristo del Calvario,
vine a rogarte por mi carne enferma;
pero al verte, mis ojos van y vienen
de tu cuerpo a mi cuerpo con vergüenza.
¿Cómo quejarme de mis pies cansados
cuando veo los tuyos destrozados?
¿Cómo mostrarte mis manos vacías
cuando las tuyas están llenas de heridas?
¿Cómo explicarte a ti mi soledad
cuando en la cruz alzado y solo estás?
¿Cómo explicarte que no tengo amor
cuando tienes rasgado el corazón?
Ahora ya no me acuerdo de nada,
huyeron de mí todas mis dolencias.
El ímpetu del ruego que traía
se me ahoga en la boca pedigüeña.
Y sólo pido no pedirte nada,
estar aquí, junto a tu imagen muerta,
ir aprendiendo que el dolor es sólo
la llave santa de tu santa puerta. Amén.
Tú, María, Madre dolorosa,
eres testigo silenciosa de
aquellos instantes decisivos para la historia de la salvación.
Danos tus ojos para reconocer en el rostro del Crucificado,
desfigurado por el dolor, la imagen del Resucitado glorioso.
Ayúdanos a abrazarlo y a confiar en Él, para que
seamos dignos de sus promesas.
Ayúdanos a serle fieles hoy y durante toda nuestra
vida. Amén.