HIMNO DE LAUDES
El pueblo que fue cautivo
y que tu mano libera
no encuentra mayor palmera
ni abunda en mejor olivo.
Viene con aire festivo
para enramar tu victoria,
y no te ha visto en su historia,
Dios de Israel, más cercano,
ni tu poder más a mano,
ni más humilde tu gloria.
¡Gloria, alabanza y honor!
Gritad: "¡Hosanna!", y haceos
como los niños hebreos
al paso del Redentor.
¡Gloria y honor, al que viene
en el nombre del Señor! Amén.
MEDITACIÓN
Mira a tu rey. De este rey, el Apocalipsis nos dice: “Sobre su vestido y sobre su costado lleva esta inscripción: Rey de reyes y Señor de señores.” Sus vestidos son de lienzos; su costado es su carne. En Nazaret, donde se hizo carne, fue coronado como con una diadema; en Belén fue envuelto de pañales como si fuera púrpura real. Éstos fueron sus primeros signos de su realeza. Y es contra estos signos que se han rebelado sus enemigos para dejar señal de su voluntad de querer quitarle su realeza; durante su pasión, fue despojado de sus vestiduras y su carne fue traspasada por los clavos. Mejor dicho: entonces fue cuando se le dio el complemento de sus insignias reales: tenía la corona y la púrpura, pero recibió el cetro cuando, cargando con la cruz, salió al sitio llamado “de la Calavera”. Desde entonces, tal como dice Isaías, la dignidad real descansa sobre sus hombros.
Mira a tu rey, que viene a ti para tu felicidad. Viene en dulzura para dejarse amar, y no en poder para hacerse temer. Viene sentado sobre una borrica. Las virtudes propias de los reyes son la justicia y la bondad. Así tu rey es justo: “Paga a cada uno según su conducta.” Es bueno, es tu redentor. Es también pobre, tal como dice el apóstol Pablo: “Se anonadó tomando la forma de siervo.”
SAN ANTONIO DE PADUA
Franciscano y doctor de la Iglesia (hacia 1195-1231)
HIMNO DE VÍSPERAS
¿Quién es éste que viene,
recién atardecido,
cubierto con su sangre
como varón que pisa los racimos.
Este es Cristo, el Señor,
convocado a la muerte,
glorificado en la resurrección.
¿Quién es este que vuelve,
glorioso y malherido,
y, a precio de su muerte,
compra la paz y libra a los cautivos.
Este es Cristo, el Señor,
convocado a la muerte,
glorificado en la resurrección.
Se durmió con los muertos,
y reina entre los vivos;
no le venció la fosa,
porque el Señor sostuvo a su Elegido.
Este es Cristo, el Señor,
convocado a la muerte,
glorificado en la resurrección.
Anunciad a los pueblos
qué habéis visto y oído;
aclamad al que viene
como la paz, bajo un clamor de olivos. Amén.
como la paz, bajo un clamor de olivos. Amén.