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domingo, 7 de julio de 2024

EL CUIDADO (FORMACIÓN INSPECTORIAL ADMA)



EL CUIDADO


El origen de este documento es la síntesis de la formación que recibimos de Nurya Martínez Gayol, religiosa esclava del Sagrado Corazón, en la celebración de la XXXVIII Asamblea General. Las secretarias de la Asamblea transcribieron sus ponencias. Además de la bibliografía que se refleja en la síntesis, en internet hay una información muy amplia.






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¡CUIDAR-ME, CUIDAR-TE, CUIDAR-NOS!


Documento de trabajo para la Coordinadora ADMA

(Este documento está sacado, casi en su totalidad, con algunas adaptaciones, del tema que Nurya Martínez-Gayo de aci, ofreció a las Hermanas del santo Ángel - “Angelinas” - con motivo de su Capítulo General XXV)


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Cuidarnos mutuamente, agradeciendo la riqueza de la diversidad y el don de cada uno y aceptando nuestra mutua fragilidad, ofreciéndonos comunicación, escucha, diálogo, perdón y misericordia.

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Ofrecer signos contraculturales en el uso solidario de los bienes y los recursos como modo de comprometernos en el cuidado de la Casa Común, con nuestros hermanos y hermanas más vulnerables y con las futuras generaciones.


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“Cuidamos lo que amamos, amamos lo que cuidamos” L. Boff


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Introducción previa


El cuidado es un modo de ser que pide cambiar nuestro modo de relacionarnos en casi todos los ámbitos de la vida. La fuente del cuidado está en el amor.  Dios ha creado todo cuanto existe por amor y para llevarlo a la plenitud de su amor. En medio permanece el cuidado de Dios, la creación continúa. Dios es creador y cuidador de su criatura, que por ser creada es finita y vulnerable. Nos invita a ser co-creadores con Él, y ante nuestro rechazo, Dios se reinventa constantemente. Su mayor acto de amor es la ENCARNACIÓN: se hace uno de nosotros para cuidarnos y sostenernos desde abajo y desde dentro.


Cambio de Paradigma y Nueva Ética


El paradigma del éxito está muy presente en la sociedad actual, ha comercializado las relaciones y amenaza la naturaleza y a la propia vida humana. No podemos aislarnos de él. En cambio, el paradigma del “cuidado” implica un nuevo modo de estar en la tierra y relacionarnos, saliendo del paradigma del dominio y el éxito en el que vivimos.


Siguiendo al Papa, hemos de acoger muy bien la ecología integral, porque nos damos cuenta de que si cuidamos la tierra también cuidamos a los demás, pero todavía tenemos poca sensibilidad por el cuidado de la tierra como tal. Todo lo creado es sagrado.


Poner el cuidado en el centro exige tres aprendizajes:


a.  Saber cuidar.


b.  Crecer en humanidad aprendiendo a hacer transacciones mutuas de valores que tengan consecuencias positivas para todos.


c. Saber dialogar y comunicar.



1. Cuidar y Descuidar


El cuidar es un don que refuerza la vida y asume una doble función: el curar los daños pasados y la prevención de daños futuros. En el origen de la vida, el ser humano sin cuidado no puede subsistir, ni generar la confianza básica y la seguridad suficiente, que le permitirá arriesgarse a cambios radicales o volver a comenzar cuando se recibe un daño grande en la vida adulta. El cuidar al otro refuerza ese espacio de confianza básica que tenemos dentro y que nos permite rehacernos cada vez que nos sentimos heridos.


.Por el contrario, el descuido genera injusticia, descarte, insolidaridad… Son muchos los descuidos en la actualidad: El maltrato del planeta, la violencia de género, mentiras existenciales que nos destruyen, el "podismo", el "negacionismo", el mito del progreso infinito, el "solucionismo" como negligencia o activismo.



2. Análisis de la realidad


Necesitamos tomar consciencia de la realidad para cambiar de paradigma. Somos limitados, frágiles, vulnerables y vivimos en un planeta limitado. Necesitamos poner límites, lo suficiente es bastante. Invertir la dirección y entrar en el decrecimiento. Hay datos objetivos que nos están invitando a cambios significativos, que no pueden tardar mucho, porque ya pueden tener consecuencias irreparables para las nuevas generaciones.


3. La civilización del éxito


Esta civilización ha sido creada desde el paradigma del éxito. Nos resulta atrayente desde sus relaciones de dominio, la competitividad que nos hace sentirnos importantes, los fundamentalismos, los nacionalismos excluyentes de lo distinto, la cultura del descarte. Es la civilización del guerrero, simbolizada en el puño cerrado, frente a la civilización del cuidado, mano abierta que acaricia atenta a la sensibilización del otro.



4. Del éxito al cuidado


Para hacer la travesía del paradigma del éxito al del cuidado hay que despedirse del paradigma del éxito sin acritud. Ha tenido frutos buenos que hay que agradecer, pero son demasiadas las consecuencias negativas y, por ello, no nos vale para el futuro. La Tierra y la humanidad constituyen una unidad. Es necesaria una visión integral. Todo lo creado es susceptible de convertirse en fuente y medio para el encuentro con Dios. El paradigma del éxito ha generado separación. El paradigma del cuidado nos enseña que todo está interconectado. Necesitamos una nueva mirada, que se sitúe en el centro de la persona y en el centro de la tierra para percibir la vida de otro modo.



5. Los Resortes para el camino


- El reconocimiento del otro con toda su dignidad.


- Reconocimiento de la riqueza que aporta la diversidad.


- Todo está interconectado.


- Lo bueno y lo malo está vinculado y repercute en la totalidad.


- Dejar emerger lo nuevo exige mucha atención y cuidado.


- Hacernos cargo del que sufre, se convierte en espacio de transformación y cambio. El paradigma del éxito nos engaña diciendo que se puede quitar el sufrimiento, cuando es parte esencial de nuestra existencia. Es un mecanismo de alerta para nuestro cuerpo, psique y relación, dar el salto al cuidado y acompañar al otro en su sufrimiento, que sepa que no está solo.


- Desde la conexión con nuestra fuente de vida: Dios. El Dios creador que nos cuida desde el origen, nos acompaña hasta el final. Es un resorte para que el cuidado se instale en nuestra vida como un modo de ser.



6. Fundamento antropológico del cuidado


El cuidado recibido garantiza nuestra humanidad y, al mismo tiempo, nos humaniza el cuidado dado. Todos tenemos la experiencia de haber sido cuidados, de un modo más o menos sano. Si nos hacemos conscientes de los cuidados recibidos, con sus aciertos y desaciertos, podemos aprender a mejorar nuestro modo de cuidar y de recibir cuidados.

En la infancia necesitamos figuras de referencias, que nos regulen, controlen y creen un espacio seguro para desplegarnos, son esenciales para generar el vínculo de seguridad y la confianza básica que construyen una autoestima sana, que nos permita cambiar y transformarnos. El cuidado entre adultos no tiene que regular y controlar, pero sí tiene que amar y ayudar a narrar con novedad las experiencias vividas.

La ausencia de cuidado en la infancia, genera una baja autoestima con su discurso dañino: no merezco ser cuidado, los demás no son buenos, son una amenaza, el mundo es difícil… Además no se crea el impulso interno de convertirse en cuidador, rompiendo la cadena de cuidado generacional.

Al final de la vida también necesitamos ser cuidados y sentir seguridad, saber que tenemos nuestro propio espacio.

El cuidar pide una velocidad propia de la actividad que se está realizando, no se puede hacer como algo automático, instantáneo, necesita tiempo y dedicación. No es lo mismo la asistencia que el cuidado. Exige escucha, atención, silencio.

Tradicionalmente se ha pensado el cuidado como una actividad femenina, casi impuesta.  El cuidado es bueno, nos humaniza, por eso hay que incorporar al varón en los cuidados. Saber cuidar expresa una madurez importante en el ser humano. La mujer, con la identidad asignada por este estereotipo durante siglos, está estructuralmente mejor formada para el cuidado del otro que los varones, pero no para cuidarse a sí misma. Es importante realizar un movimiento reflexivo sobre nosotros mismas que nos haga discernir lo que necesitamos y cuándo.


7. Saber cuidar


a. Cuidado del cuerpo: Parte del descuido es olvidar que somos cuerpo. El cuerpo es un bien insustituible que nos permite comunicarnos y relacionarnos. Parece que nuestra sociedad deifica el cuerpo, pero sólo valora lo bello y musculoso, no el cuerpo real. El cuidado del cuerpo, también tiene que ver con los vínculos afectivos.


b. El cuidado del espíritu: No quitar independencia ni autonomía con nuestros cuidados. Está relacionado con la autoestima, el autoconocimiento y la autorregulación de los sentimientos que siempre están con nosotros, sabiendo que no son buenos ni malos, pero es necesario controlar la expresión de algunos como la ira, la comparación, la envidia…


c. Aprender a cuidar de los cercanos es crear vínculos activos, proyecto de vida, afecto explícito, permanecer, pertenencia, tiempo compartido. Un vínculo bien construido no genera dependencia, sino libertad, da los instrumentos para que el otro pueda salir adelante de modo autónomo. Implica cercanía, el contacto físico genera vínculo y transmite afectos que no se pueden transmitir de otro modo.


d. Aprender a cuidar a los lejanos y extraños es el cuidado de organizaciones e instituciones. Si cuidamos el bien común, cuidamos de los otros que no conocemos. Es un cuidado político, el medio de crear convergencia de intereses y para que la sociedad avance y cambie.


e. El cuidado del intelecto supone dar el paso a una especie de “altruismo cognitivo”. El paradigma del éxito en el ámbito de la inteligencia es costoso, privado y excluyente. El paradigma del cuidado supone la aceptación del intelecto asumiendo su vulnerabilidad y sus límites. Se capacita a cada sujeto para comprender que su intelecto tiene límites que se superan en la cooperación y buscando el bien común. Hay una responsabilidad que cuenta y se desarrolla en función de los demás ¿Quién me puede ayudar en la solución de esto? ¿A quién puedo ayudar en el desarrollo de esto?


f. Aprender a cuidar el planeta.



8. SIETE TESIS SOBRE EL ARTE DE CUIDAR.


El paradigma del cuidado se caracteriza por la interrelación.


a. El escrupuloso respeto de la autonomía del otro. Cuidar nunca puede ser una forma de colonización del otro. Cuidar es respetar al otro en cuanto otro, que pueda vivir y expresarse conforme a su propia identidad. Cuando se cuida en una situación de vulnerabilidad, la responsabilidad del cuidador se activa, pero hay que tener cuidado, para no caer en la tentación de pensar que se sabe mejor lo que necesita la persona cuidada que ella misma. Es importante dejar espacio para el diálogo. Cuidar sin vulnerar la identidad y sin generar dependencias. El sujeto al que se cuida no es una persona sin posibilidades. Al mismo tiempo el sujeto que cuida también tiene que ser respetado en su autonomía. Es necesario el diálogo, el respeto al otro, sin caer en la dejadez y el descuido, ni anular o vulnerar su autonomía, las decisiones libres y responsables. Hay que respetar la libertad de expresión, las creencias… el cuidador no es el salvador todopoderoso.


b. El conocimiento y la comprensión de la circunstancia del sujeto cuidado. Velar por la circunstancia del otro. “Circunstancia” como piensa Ortega y Gasset, es aquello que está fuera de nosotros, pero nos constituye en nosotros: el pasado, los contextos, los valores, las creencias. Todo sujeto que necesita ser cuidado está en un contexto determinado, necesitamos sumergirnos en sus circunstancias. Cuidar desde dentro, desde las claves en que se comprende y se vive la persona cuidada.


c. El análisis de sus necesidades. Cuidar es atender el conjunto de las necesidades del otro, que pueden ser de índole muy distinta: psíquica, social, emocional, espiritual. 

Hay dos premisas: reconocer la dignidad del otro, la capacidad de escucha, observación, recibir al otro para comprenderlo desde dentro; y la segunda premisa es dialogar con él. En el ámbito de los cuidados físicos y psicológicos, a veces se necesitan competencias emocionales específicas y profesionales. Resolver necesidades en el otro es darle herramientas para que pueda cuidar de sí, eso supone valorar la dignidad del otro y las diferencias. Cuidar pasa por asumir que hay necesidades que no pueden ser solventadas y tienen que ser acompañadas para asumirlas. Es necesario un sujeto dispuesto a cuidar y otro dispuesto a ser cuidado. 

Cuidar es una relación. Podemos poner las condiciones de posibilidad, pero no podemos imponer el cuidado.


d. La capacidad de anticipación: cuidar es preocuparse y ocuparse del otro. El ser humano se proyecta hacia el futuro e intenta traer el futuro hacia sí, sabiendo que somos seres vulnerables y podemos equivocarnos. A veces, la urgencia del presente no nos permite mirar mucho hacia el futuro; otras veces, saturar el problema del presente genera más problemas en el futuro.


e. El respeto y promoción de la identidad del sujeto cuidado.  Preservar la identidad del otro, concebir la persona cuidada como un ser dotado de dignidad intrínseca. Si el cuidar se convierte en un modo de suplir al otro es descuido. La madre cuida de su hijo y desea que llegue a ser lo que está llamado a ser, es esencial la protección, pero también el despliegue de sus capacidades, esto marca la diferencia entre cuidar una cosa o a una persona.


f. El auto-cuidado como garantía de un cuidado correcto. El sujeto tiene que estar bien para la misión a la que es llamado. Tenemos que huir del pensamiento de que auto-cuidarse "no" es entregar la vida. El sujeto que se desvive tiene que ser capaz de dar vida y tener un cierto equilibrio emocional para no caer en la proyección de sí mismo o en la instrumentalización del otro para cubrir las propias necesidades. Para dar apoyo, acompañar, dar consuelo,  …El cuidador tiene que estar tranquilo y ser capaz de transmitir todo esto. Las instituciones inteligentes tienen mucho cuidado con sus cuidadores para que no se rompan. Somos personas humanas y tenemos que cuidarnos unas a otras.



g. La vinculación empática con la vulnerabilidad del otro.  El sujeto cuidador tiene una fragilidad constitutiva que le hace salir hacia el otro para cuidar o ser cuidado, pero también puede vulnerar. Es potencia y es límite.

No somos salvadores, somos seres vulnerables que podemos cuidar y curar.  Necesitamos ser conscientes de los límites personales, institucionales, de la realidad, de la estructura… para no dañar. La práctica del cuidar exige un vínculo empático entre el que cuida y el cuidado. Se genera un espacio en el cuidador para que la experiencia del otro se aloje en él y pueda experimentarla y salir en ayuda a su necesidad. Se siente y se vive la alegría o el dolor del otro en la propia vulnerabilidad. Esta empatía es una forma de consentir con el otro, es una comunión que me permite cuidarle desde dentro.  Pero este sentimiento tiene que ser moderado, para que no me invada y me convierta en parte del problema.



CONCLUSIONES

(Sacadas de un artículo de Misión joven del mes de Enero-febrero de 2023 de Carmen Massé García, de la Universidad de Comillas, titulado “Cuidar es humano. Cuidar nos hace humanos” – un mirada antropológica, teológica y ética al cuidado)



En este mundo de incertidumbres políticas y sociales que vivimos, entre pandemias, guerras, cambio climático o confusos meta versos, parece que nos surge la necesidad vital de sacar la cabeza del agua, respirar profundamente y preguntarnos: ¿tiene futuro la humanidad? ¿podemos hacer algo para garantizarlo? La respuesta a estas preguntas pasa necesariamente por el cuidado.


El cuidado está en el origen de lo que somos, en nuestro pasado más remoto, en las entrañas mismas de lo que creemos, en el corazón del cristianismo que cree en un Dios amor que nos cuida.


El cuidado es lo que hace posible el presente, el sentido de lo que hacemos, el alma de cada uno de nuestros hogares, aquello que permite a millones de seres humanos enfermos, niños ancianos, vulnerables y vulnerados, seguir viviendo.

Y no podemos pensar en un futuro humano, humanizado, "humanizante", sin cuidado. Un cuidado universal que llegue a todos sin discriminaciones, cercanos o lejanos, conocidos o desconocidos, amigos o enemigos.

Sería un error dar por supuesto que todos han crecido desde la experiencia de ser amados y cuidados, que todos sabemos y queremos cuidar. Es tarea de todos nosotros educar en el cuidado en los chicos que educamos, crear plataformas pastorales educativas y sociales, en las que aprendamos a cuidar y sentirnos cuidados. Solo así haremos que esta humanidad sea profundamente humana, humildemente divina.


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EL CUIDADO EN LA VIDA RELIGIOSA


(Este punto y el siguiente que se refieren sobre todo, a la vida religiosa y comunitaria, pueden sugerir connotaciones que, debidamente formuladas y apropiadas, pueden servir perfectamente para cada persona y para las Asociaciones a las que pertenecen. En nuestro caso, para ADMA local, nacional, mundial).



El cuidado es algo constitutivo del ser humano, para los creyentes es una tarea fundamental, Dios nos ha creado, el Hijo nos invita a participar en la "co-creación". No es simplemente un paradigma, es vocación y carisma. El cuidado es una prioridad en la misión, a cuidarnos a nosotras mismas y a cada “otra”. Es importante preguntarnos ¿Cómo nos cuidamos a nosotras mismas? ¿Cómo cuidamos de la otra en nuestra vulnerabilidad?


Es necesario hacer un viaje interior para conocernos, curar nuestras heridas y mientras se cura aprender a contenerlas. 

Cuidar es valorar las diferencias, el otro que cuidamos es diferente de mí y necesita algo distinto que yo. Hay cosas que notamos rápidamente, pero se necesita un paso atrás, tomar distancia, para discernir si me he enterado de lo que el otro necesita o he proyectado mi necesidad.


b. Cuidado de nuestra vocación y de la vocación de las otras: Somos "con-vocadas".  El carisma común se encarna en cada una de nosotras de forma única. Respetar la forma como la otra vive su vocación.


c. Cuidarnos en tiempos de crisis.  En momentos de bajón, dificultades o crisis la persona se aísla. Es necesario estar atentas, disponibles, cercanas, con discreción, estando al quite y si es necesario intervenir. Se necesita atención y cercanía. Que la persona sienta que importa y se está preocupada por ella. El cuidado sostenible también hace sostenible la vocación de la otra.


d. Cuidarnos en la fidelidad a las exigencias personales. Somos distintas y la respuesta a la llamada es personal. A veces, se corre el riesgo de relativizar o ridiculizar.

Es imprescindible ayudar a vivir en coherencia con lo que cada una siente, sin exigir, dando espacio. Las exigencias personales se quieren trasladar al “universo entero”, esto no cuida, ni es bueno. Hay personas que tienen unas exigencias personales que deben ser respetadas, el resto tenemos que ayudarlas, no necesariamente hacer lo mismo que ella. Sino las tendrá que vivir fuera. Esas exigencias habrá que discernirlas, pero muchas veces son llamadas verdaderas.


e. Cuidarnos cuando se rompen los vínculos. ¿Cómo cuidamos a las hermanas que dejan la Congregación? ¿Cómo cuidamos a las hermanas que se quedan y se sienten especialmente afectadas por esa salida?  La balanza no se puede inclinar a proteger a las que se quedan. Seguir ocupándose de las que salen, llamarlas, interrogarnos sobre qué ha pasado. El silencio y ocultamiento con el que en otros tiempos se vivieron las salidas no ayuda.


f. Cuidar a la persona, no al cargo.  No hacer invisibles al cuidado a las que no los tienen. Hay que cuidar a cada persona y porque tiene un cargo necesita de más cuidado.

Nos podemos interrogar ¿Por qué cuidamos? ¿Por quién cuidamos? Cuidamos el cuerpo de la congregación y por ello a cada miembro que es insustituible.


g. Respetar el silencio y la soledad. Dejar espacio. Observar, tener atención, estar disponible para intervenir en el momento que la otra lo demande.


h. Cuidar sin agobiar… dejar espacio para las alas. La necesaria distancia que pide todo acompañamiento y autonomía para que el sujeto pueda desplegarse por las vías que quiera. A veces, no hay que hacer nada, sólo estar y que el otro sienta que estás.


Atención, escucha, vigilancia, discernimiento.



i. Cuidar gratuitamente. Sin pasar factura. Aunque yo gano cuando cuido, no puedo cuidar porque gano, o es gratuito o no es cuidado.



EN COMUNIDAD


Es una invitación a cuidar los espacios juntas, misión de todas, conocernos y cuidarnos y para ello generar un ambiente de confianza. Responsabilizarse de la misión de cada una, repensar los espacios cotidianos, como nos cuidamos en esos espacios, cómo manejamos el conflicto, la relación con la autoridad, centrarme en el grupo o en la otra.


Discernir, dialogar.




Cuidar en comunidad supone:


a. Cuidar los tiempos de encuentro


b. Cuidar los espacios comunes


c. Cuidar la misión común


d. Crear un ambiente de confianza desde el conocimiento mutuo


e. Responsabilizarnos de las misiones de cada una


f. Repensar los espacios cotidianos


g. Cuidar, prestar atención, observación, escucha, diálogo y discernimiento



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Para ayudar a la reflexión:


“CUIDAR-ME”

(Resumen del punto “Cuidar el cuerpo. Creo en la resurrección de la carne”, del artículo “Cuidar `para un mundo humanizado” del religioso camilo José Carlos Bermejo Higuera, en la revista Misión Joven de los meses de Enero-Febrero de 2023).



Se abre paso la conciencia de la responsabilidad de cuidar no solo a quien es próximo por los vínculos de la familiaridad o afectos creados, sino también cuidar la propia persona, la casa común – el planeta -, la ciudad, la humanidad.


El credo de los cristianos dice “creo en la resurrección de la carne” . Y toca a los teólogos y teólogas explicar su significado, seguro que para indicar la esperanza en una vida eterna después de la muerte. De una nueva vida para toda nuestra persona, en todas sus dimensiones.


Yo creo también en la resurrección de la carne en el más acá… Mi fe se va transformando también gracias al estudio de la teología que enseña el Señor sufriente con su rostro interpelante: el del pobre y el enfermo. Un libro para leer cada día, un libro que solo un ciego de corazón no ve y no lee.


Cada vez que “nos ponemos en pie”, resucitamos. Cada vez que conseguimos que triunfe la vida y el amor sobre cualquier forma de muerte y de límite humano, aportamos y experimentamos la resurrección…


Espero que nazca de nuevo nuestra carne, la carne, la salud en nuestro modo de concebir “la carne”. Nace de nuevo la carne cuando ha habido una herida y vemos que, al curarse, crece. Nace de nuevo la carne cuando un órgano que no funciona ha recuperado su funcionalidad. Nace de nuevo la carne cuando una persona recibe un trasplante de un órgano y allí donde se preparaba la muerte, se recupera la vida. Nace de nuevo cuando después de una pandemia se replantea la vida en clave de más justicia y aprendizaje. Nace de nuevo cuando nos resistimos y trabajamos en contra de la irracionalidad de la guerra.


Cada día, cuando nace el sol, resucitamos al alba a la relación, a la carne. Me pongo en pie (porque puedo), pero podemos todos, al menos simbólicamente, para afrontar las cosas de la vida. El día es nueva vida, es oportunidad para ver y mirar las cosas con mirada renovada, con esperanza comprometida.


También el cuidado produce resurrección: cada vez que empujo a otro para que supere cualquier dificultad, he sido instrumento de resurrección. Donde había abatimiento, hay postura erguida, donde había soledad, hay comunión.

Pero creo que hay resurrección en otro sentido...la carne es débil, sí. Lo es porque enferma y porque es vulnerable. Lo es la persona en el fondo, y eso es su genuino significado. Pero la carne es buena, Dios mismo la asumió y se encarnó. La carne, nuestra carne, nuestra condición carnal, es nuestra posibilidad de relacionarnos unos con otros. La carne es puerta de acceso a la experiencia de placer, pero no sólo. La carne es posibilidad de aproximarnos, de vincularnos, de querernos tangiblemente. Es vínculo y vehículo, es expresión… Espero en la resurrección de un nuevo modo de mirar, de un nuevo modo de tocar, un nuevo modo de escuchar, de un nuevo modo de gustar las cosas y de la vida, de un nuevo modo de oler cuanto nos rodea. Espero porque deseo la salud en todos los sentidos, ahora que podemos renacer tras la pandemia integrando tanta muerte como hemos vivido



“CUIDAR-TE”


-Más que nunca, es necesaria hoy una ética del cuidado, cuyo principal activo sea la virtud de la atención al otro expresada en la cercanía la acogida, la atención o la sanación de las heridas que mortifican a nuestros hermanos y hermanas.


-El porqué de esta implicación en la vida de los demás para acariciar, abrazar o vendar corazones está en la dignidad que compartimos: la de ser hijos de Dios en una fraternidad universal.


-No cabe dar rodeos ante el dolor ajeno, ni permanecer indiferentes ante el sufrimiento de mi hermano herido, o el vivir en una auto-referencialidad egoísta.


-La ética del cuidado nos compromete a descentrarnos y a mirar la realidad desde otro ángulo, desde otro paradigma. Se trata de poner delante siempre a los otros. Es una propuesta que en labios de Jesús de Nazaret suena absolutamente revolucionaria: no dar rodeos ante alguien que ha sido apaleado y abandonado a la vera del camino (cfr. Lc 15, 11-32); dar a quien te pide sin esperar nada a cambio (cfr. Lc 6,30); abrigar soledades (cfr. Lc 6, 29); tocar heridas y vendar desesperanzas (cfr Lc 5, 12-26).



“CUIDAR-NOS”


Amar a los demás como te amas a ti mismo tiene solo una medida: la del amor a Dios porque hemos sido amados primero, de forma "des-medida".


-Amarnos como nos ama Dios, es decir, preocupados por los demás, atentos a sus necesidades, despreocupados por nosotros mismos cuando se trata de cuidar al hermano.


-En clave evangélica, "cuidar-nos" solo puede entenderse desde la invitación de Jesús a salir de uno mismo y renunciar a ser el centro de nuestras preocupaciones ( cfr. Mt 16, 24-28), dejando a los otros en su segundo plano.


-El Papa Francisco nos ayuda a comprender que hoy nuestra presencia en el mundo debe poner mayormente de relieve la misericordia y la ternura en un mundo de soledades y violencia, vulnerabilidad y abandono.


-Francisco apunta al corazón del ser humano a poner por delante a quien sufre y sangra, a cuidar con mimo olvidándonos de nosotros mismos.


-Jesús de Nazaret propone la renuncia a uno mismo y la entrega de la vida por amor, por puro amor.


-Y desvivirse es cuidar a las personas con las que comparto la vida.


-Surge aquí inevitablemente la pregunta ¿Y quién cuida al cuidador?  También Jesús responde: “Yo estoy con vosotros siempre” (cfr. Mt 28, 16-20) y “será el espíritu quien pondrá en mí la fuerza”.


-Recordemos que hay más alegría en dar que en recibir (cfr. Hch 20, 35), que la renuncia a uno mismo es poner en el centro a mi hermano herido y abandonado y cuidarlo como yo me siento cuidado y amado por Dios mismo, dejando que su Espíritu hable por mi boca y se exprese a través de mis manos que sanan y abrazan. Pura gracia que cicatriza heridas y alienta la esperanza, también en el corazón del sanador.



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“Aterrizando”



1. Diálogo informal y espontáneo sobre el documento.



2. Aspectos a resaltar en general



3. Fijamos algunos aspectos concretos válidos para aplicarlos a las personas concretas (“Cuidar-ME”), a la Coordinadora (“Cuidar-TE”), a las Asociaciones ADMA en general (“Cuidar-NOS”).



4. ¿Merece la pena lanzar este documento en las 6 zonas ADMA?  ¿Qué retoques habría que hacerle? ¿Qué pistas darles para que lo estudien y saquen sus conclusiones?