Venerable M. María Amparo, clarisa
1. Agradan mucho a nuestro Señor los corazones generosos que en las pruebas y abatimientos le muestran el amor verdadero y desinteresado que le tienen.
2. A medida que nosotros aparezcamos más pequeños, Él aparecerá más grande.
3. Búscalo a Él en todas las cosas si quieres agradarle, consolarte y repararle.
4. Cada vez que cumplimos un deseo del Corazón de Jesús, comulgamos místicamente.
5. Con tu gracia, te seré fiel todos los días de mi vida, no viviendo más que para ti: mi vida será tu amor; mi alegría, tu amor; mi esperanza y mi todo, tu amor.
6. Crezcamos sin cesar en caridad y el Señor nos concederá perseverancia en nuestra vocación.
7. Cuanto más nos abneguemos más felices serremos, pues las bases para serlo son la humildad, el sacrificio y la abnegación.
8. Cuanto más nos dejemos, más nos acercamos a Dios.
9. ¡Déjate arrebatar por Dios!
10. De la claridad de conciencia nacen la paz y la alegría espiritual.
11. Debo ser solo como la envoltura de Jesús y Él solo debe regular todas mis acciones, deseos y voluntad.
12. Dios es caridad y quien tiene caridad permanece en Dios y Dios en él.
13. Dios ha de levantar la obra que quiera hacer en nosotros sobre nuestra propia destrucción. La base del edificio espiritual es la humildad.
14. Dios nos lleva de su divina mano. No queramos soltarnos y lo demás lo hará Él cuando nosotros no podamos.
15. Dios se da a ti disfrazado en los acontecimientos con un amor tan grande que, si lo vieras, morirías de amor de Dios o "reventabas" de agradecimiento.
16. Donde está la cruz, se encuentra a Jesús. Miremos como perdido el día en que no hayamos sufrido algo por Jesús.
17. El alma que permanece unida a Dios bajo su mirada cuanto hace y cuanto sufre es oración.
18. El amor de Jesús debe ser la luz de mis ojos, el oído de mis oídos, el movimiento de mi lengua, el motivo y la fuerza de todas mis acciones y mis afectos, de toda mi vida y mi fuerza.
19. El secreto de la felicidad está en vivir unido a Jesús, bajo su mirada de predilección.
20. El Señor ama y se ocupa de tu alma como si no hubiese otra, como si fuese sola.
21. El silencio es el santuario de las almas grandes.
22. El Señor, aun cuando le ofendemos muchas veces, nos perdona y se olvida de las ofensas, como si nunca hubieran existido. Así hemos de hacer nosotros.
23. El Señor se comprometió a darnos todas las gracias necesarias para nuestra santificación.
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