miércoles, 7 de noviembre de 2018

LLÉVAME AL CIELO: HASTA SIEMPRE, ANITA MORA (06/NOV/2018)









R.I.P.

+ N. H. DÑA. ANA Mª ANASTASIO MORA

*24/DIC/ 1927                       +06/NOV/2018


Reproducimos las palabras que su sobrino Augusto Thassio, 6º pregonero de las glorias de nuestra Patrona Canónica,  le dirigió en el funeral celebrado el día de hoy, 7 de Noviembre,  en nuestra Parroquia




ALABADO SEA DIOS

Tita Ana, en multitud de ocasiones me pedías que te escribiera algo, para cuando murieras, y te lo leyera para poder oírlo.

Mi contestación siempre fue una risa contagiosa que te hacía reir, como si ese día no llegaría nunca.

Y ese día ha llegado, títa Anita.  Y ahora, ¿qué te puedo leer, Anita Mora?

¿Qué te puedo decir que ya tú no sepas, en ese cielo inmenso donde no son necesarias las palabras?

María Auxiliadora te ha auxiliado, tita Ana, te ha quitado el dolor y las penas, esas penas que siempre te han acompañado, y que tú has llevado clavadas en el corazón, sin que apenas la gente las notara.

Pero ya está, cariño.  Has cumplido con la vida y, ahora, has cumplido con la muerte.  Ya te encuentras con los tuyos:  tus cuatro hermanos, tus padres, tu marido, tu sobrino Pepe Félix... y muchos queridos y familiares que te quisieron bajo la dulce mirada de nuestra Patrona, la de la sonrisa tierna, la mirada compasiva y el gesto maternal de Madre comprensiva y misericordiosa.

Los que te hemos conocido sabemos que has sido una pozocaminera de carácter, pero buena persona, buena cristiana y buena madre entregada a tu Félix Carlos, desviviéndote para que él viviera lo mejor posible..., muriendo cada día al verlo cada vez más dependiente, sintiendo como todos los cuchillos del mundo se te clavaban en el corazón cada vez que lo veías tambalearse, incapaz de dar un paso y caerse...

Qué no hubieras dado por verlo correr, jugar a la pelota, pasear junto a una muchacha, de saberlo feliz y despreocupado como cualquier muchacho de su edad...

Pero ya está, cariño.  Ya estás gozando de la promesa de Nuestro Señor.  Y de su gloria.

Has cerrado los ojos para abrirlos a la luz del Paraíso y al rostro resplandeciente de María Auxiliadora, y te han vestido con su hábito para que, en el glorioso amanecer, te confundan con la aurora.

Descansa en paz, tita Ana.

Sabes que te queremos.














































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