Hermosa Virgen, si alabaros quiero,
por hermosa, por Virgen, por prudentne,
noble, humilde, magnánima y valiente,
puesto que en todo a todas os prefiero.
Miro a Judit sangriento el blanco acero,
y clavando de Sísara la frente,
fuerte a Jael, a Débora elocuente,
y a la humilde Ester rendida a Asuero.
La gracia de Abisag y la dulzura
de Abigaíl, que un rey venció con ella,
y de Raquel la cándida hermosura.
Pero ninguna tuvo, Virgen bella,
después de ser más sana, honesta y pura,
gozo de Madre y honra de Doncella.
Gloria al Padre, gloria al Hijo, gloria al Espíritu.
Amén.
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