«En aquellos días, María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un
pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. En cuanto
Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó
Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito: -«¡Bendita tú entre las
mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite
la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura
saltó de alegría en mi vientre. Dichosa tú, que has creído, porque lo que te
ha dicho el Señor se cumplirá». María dijo entonces: "Mi alma canta la grandeza del Señor, y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi salvador". (Lucas 1, 39-47).
Miremos a María: después de la Anunciación, lo primero que hace es un gesto de caridad hacia su anciana pariente Isabel; y las primeras palabras que pronuncia son: "Proclama mi alma la grandeza del Señor"; es decir, un cántico de alabanza y de acción de gracias a Dios no sólo por lo que ha hecho en Ella, sino por lo que ha hecho en toda la historia de salvación. Todo es un don suyo. Si pudieramos entender que todo es un don de Dios, ¡cuánta felicidad habrá en nuestro corazón! Él es nuestra fuerza.
Hacer el camino de María quiere decir aprender a salir de nosotros mismos para ir al encuentro de los demás, para ir hacia las periferias de la existencia, movernos nosotros en primer lugar hacia nuestros hermanos y nuestras hermanas, sobre todo aquellos más lejanos, aquellos que son olvidados, que tienen más necesidad de comprensión, de consolación, de ayuda. ¡Hay tanta necesidad de llevar la presencia viva de Jesús misericordioso y rico de amor!
Hacer el camino de María es entrar cada vez más en la lógica de Dios,que no es sino la del amor y del don de sí que trae vida. Es dar un paso más para entrar en la lógica del Evangelio, venciendo toda clase de obstáculos.
María no nos deja solos, nos acompaña, camina con nosotros, nos sostiene en el camino.
Mirémosla a Ella, nuestra Madre Auxiliadora, nuestra playa de las Angustias, y dejémonos mirar por Ella, porque es nuestra Madre y nos quiere mucho; dejémonos mirar por Ella para aprender a ser más humildes, y también más valientes en el seguimiento de la Palabra de Dios, para acoger el tierno abrazo de su Hijo Jesús, un abrazo que nos da vida, esperanza y paz.
¡¡BUEN CAMINO A TODOS LOS PEREGRINOS DE MARÍA!!
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