Si yo fuera un niño descreído, no escribiría a los Reyes Magos. ¿Para qué? Si todo es una ilusión y un engaño, o un comercio, por cierto, nada solidario.
Si yo fuera un niño perezoso, no me molestaría en escribir la carta. Le diría a mis papás lo que tienen que comprarme.
Si yo fuera un niño egoísta, pediría en la Carta que se cumplieran todos mis sueños y deseos; no sólo la moto o el balón o la muñeca, sino la fortuna y el éxito; un espejo y una varita mágica que me sorprendieran a mí mismo.
Si yo fuera un niño bueno, pediría arrobas de libertad, montañas de justicia, ríos de paz y de solidaridad, contenedores con alimentos, vendas y medicinas para tantos niños pobres y enfermos; todo vestido y perfumado con misericordia.
Comprendo que mis zapatitos son muy pequeños y no caben en ellos tantas cosas grandes. Permitidme una sugerencia: Podríais traerme todas esas cosas pero en semillas. Yo las cultivaría.
Si yo fuera un niño confiado, dejaría mi carta en blanco para que sus Majestades los Reyes escribieran en ella y me regalaran lo que ellos vieran que más necesitaba.
Yo soy un niño creyente, y escribo la carta a mis queridos Reyes Magos:
“Sois mis amigos y mis bienhechores. Os quiero mucho. Este año voy a pediros una cosa que es muy bella, y que vosotros conocéis muy bien. Os pido una estrella. Como aquella que guió vuestros pasos en el difícil camino hacia Belén. Una estrella que me conduzca siempre hasta la casa de Jesús, donde
quiera que se encuentre y como quiera que se manifieste; y que me enseñe a acariciar al Niño, a regalar, a adorar… como lo hicisteis vosotros.
quiera que se encuentre y como quiera que se manifieste; y que me enseñe a acariciar al Niño, a regalar, a adorar… como lo hicisteis vosotros.
Gracias, amigos míos. Vosotros sois los reyes de la fe y del amor”.
IMÁGENES DE LOS REYES MAGOS EN POZO DEL CAMINO A SU PASO POR LA CARRETERA
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