El hombre celebra la fiesta,
y la fiesta interroga al hombre.
Es el momento de afrontar
lo que los carnavales nos plantean.
Porque también nosotros
usamos múltiples máscaras a diario
con las que ocultarnos nuestros sentimientos,
según conveniencia, para despitar al personal.
Permanecemos escondidos detrás de la careta,
y no nos manifestamos sinceramente...
Porque no nos atrevemos, con los fingimientos,
a romper con los prejuicios sociales
y apearnos de los convencionalismos necios,
vivimos de tópicos que nos cuestionamos
y apartamos nuestra cuota persona
a la hipocrecía social...
Porque tampoco nosotros
contagiamos bien humor, cordialidad
y simpatía a nuestro alerededor.
No sabemos llevar bien las bromas.
De lo ridículo qeu estamos a veces,
de lo insoportables que nos ponemos
y de cómo nos lo creemos.
Porque nos retraemos de las fiestas colectivas
de las alegría y la diversión populares,
y festejamos sólo con familiares y amigos,
privatizando el carnaval,
desnaturalizando su sentido comunal.
Porque no nos relacionamos adecuadamente
con nuestros instintos:
pasamos de la represión neurótica
al desmadre irracional. O ni eso.
Ni los incorporamos gozosamente
a nuestra experiencia religiosa...
Por tanto disimulo y artificio vergonzante:
ocultas intenciones,
paro encubierto,
economía sumergida, acusaciones veladas,
negociaciones camufladas,
dinero negro blanqueado,
cambios que son travestimos,
religiosidades que enmascaran,
promesas electorales ilusorias,
discursos demagógicos,
publicidad engañosa...
Y tantas farsas, tanto fraude, tanta comedia,
tanto pelele que mantener,
tanta sardina que enterrar...
SEÑOR: TÚ QUE CONOCES NUESTRO VERDADERO ROSTRO MEJOR QUE NOSOTROS MISMOS Y SABES LAS CARETAS QUE NOS PONEMOS PARA DISIMULAR O PARECER MEJORES, ACEPTA NUESTROS DESEOS DE SINCERARNOS ANTES NOSOTROS MISMOS, ANTE LOS DEMÁS Y ANTE TI.
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