lunes, 2 de marzo de 2009

VIOLETAS PARA UNA SANTA




Hoy se celebra el aniversario de la llegada al Cielo de Sor Ángela de la Cruz, tronco del que brotan nuevas ramas de santidad.
Un año más la Casa Madre de las Hermanas de la Cruz abrirá sus puertas para que los devotos de Sor Ángela visiten el cuarto, —es el único día del año en que puede hacerse— donde hace 77 años expiró y donde se guardan sus recuerdos personales. Las jóvenes de los Grupos de Santa Ángela serán las encargadas de organizar las colas para subir al cuarto de Sor Ángela y también de dejar paso a las personas que sólo quieren visitar la capilla donde está expuesto a la veneración de los fieles el cuerpo incorrupto de Santa Ángela. Las colas, como se vio ayer, suelen ser todos los años espectaculares, a veces llegan a San Pedro, hasta el monumento de Sor Ángela, ya que no sólo acuden sevillanos sino también devotos de todas partes de España, especialmente de Andalucía, Extremadura y Castilla La Mancha.





Estas jóvenes serán quienes repartan las violetas, la flor de la humildad, que los fieles pasan por la tarima en la que murió Sor Ángela y en la que estuvo definitivamente cosida a la Cruz durante su enfermedad, como recoge su biógrafo, José María Javierre.





El 7 de junio de 1931, cuando tenía 85 años Sor Ángela sufrió una embolia cerebral. El día 28 de julio perdió el habla definitivamente. Sus últimas palabras fueron las del Padre Torres: «No ser, no querer ser, pisotear el yo». Ella que escogió con sus hijas ser habitante de la Cruz porque «fuera de ella somos forasteras», vivió nueve meses en la Cruz. Falleció el día 2 de marzo de 1932 a las tres menos veinte de la madrugada. En la capilla estuvo expuesta hasta el día 5 en que fue enterrada. Por allí pasó toda Sevilla para darle su adiós, tanta era la fama de santidad que tenía y lo que la querían los sevillanos. El día 4 varios doctores reconocieron el cadáver y dijeron que no presentaba síntomas de descomposición ni rigidez cadavérica. De todo ello levantó acta el notario Félix Sánchez Blanco. Pese a que las leyes de la República prohibían el enterramiento en sagrado, el día 5 fue enterrada en la cripta de la Casa Madre gracias a las gestiones realizadas por el ministro de la Gobernación, y el alcalde socialista, José Fernández y González de la Bandera.




Precisamente el día 4 a los dos días de su muerte el Ayuntamiento acordó por unanimidad rotular con su nombre la calle Alcázares.

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