La devoción a María como Inmaculada, caracterizó los primeros veinte años de su sacerdocio. En esos años Don Bosco vivió con inteligente entusiasmo el clima eclesial que precedió y acompañó la proclamación dogmática de la Concepción Inmaculada (8 de diciembre de 1854) y las apariciones de Lourdes (1858). La fecha del 8 de diciembre llegó a ser una fecha céntrica en su metodología pastoral y espiritual. Una fecha que coincide también con el inicio de una de las obras salesianas más significativas: los oratorios festivos: 8 de diciembre de 1841.
Pero "se puede decir, que desde el comienzo, es la AUXILIADORA la que se revela a Don Bosco, pero una Auxiliadora poco a poco va revelando el verdadero esplendor de su rostro: Aquella que es el auxilio de Don Bosco, de sus jóvenes, de sus salesianos, descubrirá un día definitivamente el santo que no es otra que la Auxiliadora de los Cristianos y de todo el pueblo de Dios en camino.
Don Bosco ha llegado a ese descubrimiento basado en su propia experiencia y en la de la historia de la Iglesia que con tanta sabiduría conoce. Por eso ha podido afirmar: "Una experiencia de dieciocho siglos nos hace ver de modo luminoso que María ha continuado desde el cielo y con el más grande éxito la misión de Madre de la Iglesia y Auxiliadora de los cristianos que había comenzado en la tierra.
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