Virgen del cielo, divinal Señora,
oye los cantos que a tu nombre elevo,
cuántos indignos, pero son del alma,
óyelos, Madre.
Bajo tu manto en las terribles luchas
guárdame siempre del helado cierzo,
cierzo funesto que del mundo sopla
flores tronchando.
Líbrame, Madre, al embestir furioso
de esas oleadas de la mar del mundo,
hórridas, crueles, que devastan todo,
muertos sembrando.
Sálvame de ellas con tu amante AUXILIO,
dame un tabla donde pueda asirme,
muéstame un faro cuya luz me guíe,
llévame al puerto.
Amén.