La inquietud pastoral que Don Bosco no solo experimentó, sino que infundió y compartió con su Familia espiritual hizo de ella el núcleo animador de un amplio Movimiento de personas conscientes de tener dentro de la Iglesia una misión que cumplir. Ésta trasciende la sola dimensión social o filantrópica de sus variados servicios.
Les anima, como a Don Bosco, la pasión por hacer que el fruto de la obra redentora de Cristo llegue a los
jóvenes, sobre todo a los más necesitados. A esta acción pastoral le abren cauce hombres y mujeres implicados en el campo de la educación, de la catequesis y de la evangelización; en el mundo de los ancianos, de los enfermos, de los leprosos; en el área de la comunicación, de la cultura, del arte, de la política y, en fin, de toda profesión idónea para impulsar en diversidad de situaciones la promoción humana, social y cristiana, sobre todo de los jóvenes.
Aquí encuentran cabida múltiples colaboradores no sólo católicos, deseosos de compartir los servicios educativos a los que dan vida los variados Grupos de la Familia Salesiana, cada uno según sus propios compromisos y posibilidades. El celo pastoral de unos y otros es fermento para la expansión de todos ellos en el mundo; al mismo tiempo inspira y motiva audaces iniciativas con las que esta Familia da respuestas a las expectativas de los jóvenes necesitados de ayuda para ser felices, como quería Don Bosco, en esta vida y después de ella.
Don Bosco, sabiamente, dijo: “Las fuerzas débiles, cuando se unen se hacen resistentes; y, si una cuerdecilla
sola se rompe fácilmente, es mucho más difícil romper tres unidas”. Así la cuerdecilla que él empezara a trenzar ayer, fortalecida hoy por los múltiples hilos que configuran la Familia Salesiana, es motivo de esperanza por el que dar gracias a Dios, en un mundo en el que es urgente unir fuerzas. Éstas se necesitan para hacerse más y más significativos en el empeño por descubrir a los jóvenes y a la gente sencilla, en las diversas circunstancias en que se encuentran, la dignidad de su vocación y el camino que los conduce a la Fuente de su alegría y felicidad.
La Familia espiritual de Don Bosco se encarga de mantener encendida en el mundo de hoy la antorcha que
iluminó la vida de Don Bosco: «da mihi animas».