San Antonio María Claret escribió esta carta en 1864, año en que se publicó el opúsculo "Las tardes de verano", con el que guarda algunos paralelismos al exponer la doctrina sobre la Virgen. Le movió a ello la petición de un devoto que deseaba crecer cada día más en esta devoción. El Santo le dice: «No podíais pedir cosa más de mi gusto». Así manifestaba, una vez más, su profundo amor filial hacia la Virgen , que había crecido en su corazón ya desde la infancia.
TEXTO DE SAN ANTONIO MARÍA CLARET
Muy señor mío: Acabo de recibir vuestra estimadísima carta, con que me pedís os diga alguna cosa para crecer cada día más y más en la devoción del Inmaculado Corazón de María. Querido amigo, no me podíais pedir cosa más de mi gusto. Yo quisiera que todos los cristianos tuvieran hambre y sed de esta devoción. Amad, amigo mío, amad, y amad muchísimo, a María.
Y para que suba más de punto vuestra devoción, y también para satisfacer vuestros deseos, os diré que debemos amar a María Santísima: 1.° Porque Dios lo quiere. 2.° Porque ella lo merece. 3.° Porque nosotros lo necesitamos, por ser ella un poderosísimo medio para obtener todas las gracias corporales y espirituales y, finalmente, la salud eterna
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1. DIOS LO QUIERE
1. DIOS LO QUIERE
Debemos amar a María Santísima porque Dios lo quiere. Amar es querer bien al amado, es hacerle bien, es hacerle participante de sus bienes, pues el mismo Dios nos da ejemplo y nos excita a amar a María. El eterno Padre la escogió por Hija suya muy amada; el Hijo eterno la tomó por Madre, y el Espíritu Santo, por Esposa; toda la Santísima Trinidad la ha coronado por Reina y Emperatriz de cielos y tierra y la ha constituido dispensera de todas las gracias.
Debéis saber, amigo mío, que María Santísima es obra de Dios y es la más perfecta que ha salido de sus manos después de la humanidad de Jesucristo; en ella brillan de un modo muy particular la omnipotencia, la sabiduría y la bondad del mismo Dios.
Es propio de Dios el dar las gracias a cada criatura según el fin a que la destina, y como Dios destinó a María para ser madre, hija y esposa del mismo Dios y madre del hombre, de aquí se infiere qué corazón le daría y con qué gracias la adornaría.
2. ELLA LO MERECE
Debemos amar a María Santísima porque ella lo merece. María Santísima lo merece por el cúmulo de gracias que ha recibido sobre la tierra, por la eminencia de la gloria que posee en el cielo, por la dignidad casi infinita de Madre de Dios a que ha sido sublimada y por las prerrogativas adherentes a esta sublime dignidad.
María fue como el centro de todas las gracias y bellezas que Dios había distribuido a los ángeles, a los santos y a todas las criaturas. María había de ser la Reina y Señora de los ángeles y de los santos, y, por lo mismo, debía tener más gracias que todos ellos ya en el primer instante de su ser. María había de ser la Madre del mismo Dios. Es un principio de filosofía que entre la forma y las disposiciones de la materia ha de haber cierta proporción; la dignidad de Madre de Dios es aquí como la forma, y el corazón de María es la materia que ha de recibir esta forma. ¡Oh, qué cúmulo de gracias, virtudes y otras disposiciones se agrupan en aquel santísimo y purísimo corazón!
Desde que Dios determinó hacerse hombre, fijó la vista en María Santísima, y desde entonces dispuso todos los preparativos necesarios, la hizo nacer de los patriarcas, profetas, sacerdotes y reyes, y todas las gracias de éstos reunió en María, y quiso que María fuese la nata y la flor de todos ellos. Además, la previno con bendiciones de dulzura y puso sobre su cabeza una corona de piedras preciosas, esto es, gracias y bellezas; pero mucho más enriqueció su corazón.
En el corazón de María se han de considerar dos cosas: el corazón material y el corazón formal, que es el amor y voluntad.
El corazón material de María es el órgano, sentido o instrumento del amor y voluntad; así como por los ojos vemos, por los oídos oímos, por la nariz olemos y por la boca hablamos, así por el corazón amamos y queremos.
Dicen los teólogos que las reliquias de los santos merecen veneración y culto: 1.° Porque han sido miembros vivos de Jesucristo. 2.° Porque han sido templos del Espíritu Santo. 3.° Porque han sido órganos de la virtud. 4.° Porque serán instrumentos de la gracia y de milagros. 5.° Porque ellos serán glorificados después de la resurrección.
El corazón de María reúne estas propiedades y muchas otras más: 1.° El corazón de María no sólo fue miembro vivo de Jesucristo por la fe y la caridad, sino también origen, manantial de donde se tomó la humanidad. 2.° El corazón de María fue templo del Espíritu Santo y más que templo, pues que de la preciosísima sangre salida de este inmaculado corazón formó el Espíritu Santo la humanidad santísima en las purísimas y virginales entrañas de María en el gran misterio de la encarnación. 3.° El corazón de María ha sido el órgano de todas las virtudes en grado heroico, y singularmente en la caridad para con Dios y para con los hombres. 4.° El corazón de María es, en el día, un corazón vivo, animado y sublimado en lo más alto de la gloria. 5.° El corazón de María es el trono en donde se dispensan todas las gracias y misericordias.
María es verdaderamente Madre de Dios. A la manera que [a] una mujer que ha parido un hombre se la llama y es madre de aquel hombre que parió, así también María Santísima es y se llama con toda propiedad Madre de Dios, porque le concibió y parió; [a] la mujer que parió al hombre se la llama y es madre de todo aquel hombre, que es un compuesto del alma y cuerpo, y aunque el alma viene de solo Dios, así también María Santísima es Madre de Dios, porque ese divino compuesto de persona divina, alma racional y cuerpo natural es el término de la generación en las purísimas y virginales entrañas de María. Esta dignidad de Madre de Dios es la que más le enaltece, porque es una dignidad casi infinita, porque es madre de un ser infinito; es más de cuanto posee en gracia y en gloria. Los doctores y Santos Padres dicen que por los frutos se conoce el árbol, según consta del Evangelio; pues ¿qué diremos de María, que ha dado a luz aquel bendito Fruto que tanto elogió Santa Isabel cuando dijo: “¡Bendito el fruto de tu vientre! ¿De dónde a mí, que la madre de mi Señor me venga a ver?”
Dice Santo Tomás que el fuego no prende en el leño hasta que éste tiene los mismos grados de calor que aquél; pues bien, si para que de la sangre del corazón de María se formase la humanidad a que se había de juntar la divinidad era preciso que tuviese una disposición casi divina, ¿qué diremos ahora de María si, además de considerarla Madre de Dios, juntamos las demás gracias que después recibió de Jesús?.
Jesús por donde pasaba hacía bien a todos, más o menos según la disposición en que los hallaba; ¿qué pensaremos de las gracias y beneficios que dispensaría a María, en que pasó no rápidamente, sino que estuvo con mucha detención en sus entrañas nueve meses y a su lado treinta y tres años, y hallándose siempre con la más buena disposición y preparación para recibir los beneficios de Jesús? A estas gracias se han de juntar también las que recibió del Espíritu Santo en el día de Pentecostés, y, además, se han de añadir las que ella agenció con el ejercicio de tantas y tan heroicas virtudes en todo el decurso de su santísima y larga vida, acompañada de aquella continua y fervorosa meditación en la que, según el profeta, se enciende la llama del divino amor. Al considerar San Buenaventura la gracia de María, exclama diciendo: «La gracia de María es una gracia inmensísima, multiplicísima»: Gratia Mariae, gratia est immensissima, gratia multiplicissima.
No sólo se han de considerar las gracias que María ha obtenido para ser y por haber sido Madre de Dios y las gracias que recibió de Jesucristo, del Espíritu Santo y ella se granjeó con su cooperación, sino también es indispensable fijar la atención en la multitud de incomparables prerrogativas que tan grande dignidad le han acarreado. Referiremos algunas:
1.ª De haber sido preservada del pecado original, a que indispensablemente había de incurrir a no haber sido ella la destinada para Madre del mismo Dios; para esto, Dios le dotó de un corazón inmaculado, purísimo, castísimo, humildísimo, mansísimo, santísimo, pues que de la sangre salida de este corazón se había de formar el cuerpo del Dios humanado.
2.ª De haber concebido y parido en el tiempo aquel mismo Hijo de Dios que el eterno Padre había engendrado en la eternidad. No lo dudes, dice San Buenaventura, el eterno Padre y la Virgen sagrada han tenido un mismo y único hijo.
3.ª Así como el eterno Padre tuvo este divino Hijo sin perder nada de su divinidad, así también la santísima Virgen María ha concebido y parido este mismísimo Hijo sin el menor detrimento de su santísima virginidad.
4.ª De haber tenido un legítimo poder para mandar al Señor absoluto de todas las criaturas, pues que éste es un derecho que la naturaleza da a todas las madres; derecho a que ha querido sujetarse gustosamente, pues dijo que había venido no para derogar la ley, sino para cumplirla con más perfección que los demás hombres; y el evangelista San Lucas nos da testimonio de cómo obedecía a su Madre y a San José: Et erat subditus eis. Mas este derecho hace tanto honor a María Santísima, que San Bernardo dice que no sabe qué es más digno de admiración, si el que Jesús obedezca a María o el que María pueda mandar a Jesús; porque, dice el Santo, el que Dios obedezca a una mujer es una humildad sin ejemplo y el que una mujer mande a un Dios es una elevación sin igual.
5.ª Ha sido la Esposa del Espíritu Santo de una manera infinitamente más noble que las otras vírgenes, pues que las otras apenas merecen el ser aliadas a ese divino esposo en cuanto al alma, mientras que María lo ha sido no sólo en cuanto al alma, sino también en cuanto al cuerpo, aunque de la manera más casta. La alianza que ha habido entre el Espíritu Santo y las vírgenes castas sólo ha servido para la producción de los actos de virtudes, pero la alianza entre este divino Espíritu y María Santísima ha producido de una manera la más inefable el Señor de las virtudes, Cristo Señor nuestro.
6.ª Ha sido como el término, por decirlo [así], y la coronación de la Santísima Trinidad : María universum sanctae Trinitatis complementum, porque ha producido el más excelente fruto de su fecundidad ad extra, como dicen los teólogos; es decir, ha producido un Dios hombre. María ha producido un sujeto capaz de dar a la Santísima Trinidad un honor cual la Santísima Trinidad se merece; honor que todas las criaturas juntas, y aunque éstas se multiplicaran muchísimas veces, no eran capaces de pagar como lo hace el Hijo de María, Dios y hombre verdadero.
7.ª En haber sido hecha Reina y Señora de todas las criaturas por haber concebido y parido al Verbo divino, por quien fueron hechas todas las cosas, como dice San Juan.
3. EFICACIA DE ESTA DEVOCIÓN
Debemos amar a María y ser sus verdaderos devotos porque la devoción a María Santísima es un medio poderosísimo para alcanzar la salvación. Es la razón por que María puede salvar a sus verdaderos devotos, porque quiere y porque lo hace. María puede, porque es la puerta del cielo; María quiere, porque es la madre de misericordia ; María lo hace, porque ella es la que obtiene la gracia justificante a los pecadores, el fervor a los justos y la perseverancia a los fervorosos; por esto, los Santos Padres la llaman la rescatadora de los cautivos, el canal de la gracia y la dispensera de las misericordias. Por esto se ha dicho que el ser devoto de María es una señal de predestinación, así como es una marca de reprobación el no ser devoto o adverso de María.
La razón es muy clara. Nadie se puede salvar sin el auxilio de la gracia que viene de Jesús, como cabeza que es de la Iglesia o cuerpo, y María es como el cuello que junta, por decirlo así, el cuerpo con la cabeza; y así como el influjo de la cabeza al cuerpo ha de pasar por el cuello, así, pues, las gracias de Jesús pasan por María y se comunican al cuerpo o a los devotos, que son sus miembros vivos: In Christo fuit plenitudo gratiae sicut in capite fluente; in Maria sicut in collo transfundente.
María por los Santos Padres es llamada la escala del cielo, porque por medio de María Dios ha bajado del cielo y por medio de María los hombres suben al cielo. Y cuando la Iglesia dice que esta Reina incomparable es la puerta del cielo y la ventana del paraíso, nos enseña con esas palabras que todos los elegidos, justos o pecadores, entran en la mansión de la gloria por su mediación; con esta sola diferencia, que los justos entran por ella como por la puerta de llano, pero los pecadores por la ventana, que es María; por la escalera, que es María. Por tanto, amigo mío, en María, después de Jesús, hemos de poner toda nuestra confianza y esperanza de nuestra eterna salvación. Haec peccatorum scala, haec mea maxima fiducia est, haec tota ratio spei meae . Unica peccatorum advocata, portus tutissimus, naufragantium omnium salus. Peccatorem quantumlibet foetidum non horret... donec horrendo Judici miserum reconciliet.
¡Oh!, dichoso el que invoca a María con confianza, que él alcanzará el perdón de sus pecados, por muchos y por graves que sean; alcanzará la gracia y, finalmente, la gloria del cielo, que tanto deseo a usted y a todos.
¡Oh!, dichoso el que invoca a María con confianza, que él alcanzará el perdón de sus pecados, por muchos y por graves que sean; alcanzará la gracia y, finalmente, la gloria del cielo, que tanto deseo a usted y a todos.
DESDE ESTE HUMILDE RINCÓN FELICITAMOS DESDE AQUÍ A NUESTROS PÁRROCOS, PRIMERA COMUNIDAD CLARETIANA EN NUESTRA DIÓCESIS