martes, 9 de diciembre de 2008

SAN JUAN DIEGO




San Juan Diego Cuauhtlatoatzin (que significa: Águila que habla o El que habla como águila) es conocido por el Acontecimiento Guadalupano, que consiste en las Apariciones de Nuestra Señora de Guadalupe, que tuvieron lugar en el año de 1531, y en donde, Juan Diego fue uno de los protagonistas centrales.





Juan Diego nace en torno al año 1474, en Cuauhtitlán, que pertenecía al reino de Texcoco; y su muerte tuvo lugar en 1548, poco después de otro importante protagonista de ese acontecimiento, el arzobispo de Méjico, fray Juan de Zumárraga.





Juan Diego es llamado embajador-mensajero de Santa María de Guadalupe. Fue beatificado en la Insigne y Nacional Basílica de Guadalupe de la ciudad de Méjico el 6 de mayo de 1990 por el Papa Juan Pablo II, durante su segundo viaje apostólico a Méjico.





Desde el siglo XVI, existen documentos en donde se sabe de la vida y fama de santidad de Juan Diego, uno de los más importantes fue, sin lugar a dudas, las llamadas Informaciones Jurídicas de 1666, importante Proceso Canónico, aprobado después por la Santa Sede y constituido como Proceso Apostólico, cuando se pidió la aprobación para celebrar la Fiesta de la Virgen de Guadalupe los días 12 de Diciembre. Estas Informaciones están constituidas por testimonios de ancianos vecinos de Cuauhtitlán (alguno de ellos de más de cien años de edad); quienes testificaron y confirmaron la vida ejemplar de Juan Diego. Uno de estos testigos, Marcos Pacheco, sintetizó la personalidad y la fama de santidad de Juan Diego: “Era un indio que vivía honesta y recogidamente y que era muy buen cristiano y temeroso de Dios y de su conciencia, de muy buenas costumbres y modo de proceder, en tanta manera que, en muchas ocasiones, le decía a este testigo su tía: «Dios os haga como Juan Diego y su Tío», porque los tenía por muy buenos indios y muy buenos cristianos”; otro testimonio es el de Andrés Juan quien decía que Juan Diego era un “Varón Santo”; en estos conceptos concuerdan, unánimes, los otros testigos en estas Informaciones Jurídicas, como por ejemplo: Gabriel Xuárez, doña Juana de la Concepción, don Pablo Xuárez, don Martín de San Luis, don Juan Xuárez, Catarina Mónica, etc.





Juan Diego, efectivamente, era para el pueblo “un indio bueno y cristiano”, o un “varón santo”; ya sólo estos títulos bastarían para entender la fortaleza de su fama; pues los indios eran muy exigentes para atribuir a alguno de ellos el apelativo de “buen indio” y mucho menos atribuir que era tan “bueno” que llegaba a considerarse ya “santo” como para pedirle a Dios que a sus propios hijos o familiares los hiciera igual de buenos y santos como a Juan Diego.








SAN JUAN DIEGOENSEÑANOS EL VALOR DE LA HUMILDAD,DE LA CARIDAD CONCRETA,DE LA FILIAL OBEDIENCIADE LA ESPERANZA QUE ENFRENTAPOR DIOS TODOS LOS OBSTACULOS.








SAN JUAN DIEGOENSEÑANOS EL VALOR DE LA HUMILDAD,DE LA CARIDAD CONCRETA,DE LA FILIAL OBEDIENCIADE LA ESPERANZA QUE ENFRENTAPOR DIOS TODOS LOS OBSTACULOS.





Al igual que San Juan Diego Cuauhtlatoatzin, pidamos a María, bajo la advocación de Guadalupe, patrona de América, su intercesión ante el Padre:




María de Guadalupe, Señora


vengo a ti con mi plegaria


y a decirte cuanto te ama


el pueblo de tu elección


.En los albores de nuestra Patria


viniste, Madre, con la esperanza


para mi gente de un nuevo Sol.


Siempre Virgen, pura y limpia, Señora.


Dueña eres de mi tierra,


la ganaste por conquista


con la fuerza de tu amor.


Tu faz morena, de tierna niña


sonríe a mi pueblo confiadamente


pues tú nos traes al Redentor.


Madre del Dios tan cercano, Señora


quieres que te erija un templo


aceptando a mis hermanos


con la gracia del perdón.


Tus hijos somos, tómanos, Madre,


por mensajeros de tu palabra


como Juan Diego, tu embajador.


Virgen misericordiosa, Señora


toda América Latina te implora


y te expresa su cariño


ante tu altar del Tepeyác.


Tus ojos dulces nos miran siempre


tus manos juntas oran humildes


pidiendo al Padre por nuestro bien.


María de Guadalupe, Señora,


hoy te ofrezco yo mi alma


para que en ella se estampe


la dulzura de tu amor.








NOTA.- EL DÍA 12 PUBLICAREMOS LA HISTORIA BREVE DE LAS APARICIONES DE NTRA. SRA. DE GUADALUPE AL INDIO JUAN DIEGO






POZO DEL CAMINO CONCEPCIONISTA (II)











POZO DEL CAMINO CONCEPCIONISTA (I)











domingo, 7 de diciembre de 2008

HOMENAJE A LA INMACULADA (DÍA 9 Y ÚLTIMO DE LA NOVENA)


MARÍA MADRE


“Te pintaron para tener siempre un niño entre tus manos,

un niño receloso, amedrentado,

un niño estremecido y aterrado:

fugitivo de los sueños fantasmales,

de las torvas visiones,

de los siniestros mensajeros;

acaso fugitivo de sí mismo,

de su propio corazón despilfarrado,

de su amor excesivo.
Te pintaron para tener siempre un niño entre tus manos.

¿Qué niño tienes ahora?

Por tus manos van pasando –vamos pasando-

todos los niños desvalidos de la tierra:

rostros negros, cobrizos, amarillos;

rostros blancos, mulatos y mestizos,

tatuados, torturados, navajeados;

el rostro del mendigo, del que arrastra los cartones,

del borracho y drogadicto,

del pobre maloliente,

y del que tuvo la desgracia de ser rico.
Hacia ti vamos viniendo –van viniendo-

fugitivos de atropellos e injusticias,

fugitivos de apatías y desdenes,

de amistades abortadas,

de abrazos malogrados;

fugitivos de frustradas esperanzas,

de proyectos derrumbados.

Fugitivos de la propia cobardía,

del fastidio y la desgana,

y de todos los pecados capitales.

¿Qué niño es el que tienes ahora entre tus manos?

Pero tú sigues mirando,

porque siempre hay alguien que no ha llegado todavía,

Alguien a quien estás esperando.”



(Tirso Cepedal)

HOMENAJE A LA INMACULADA (DÍA 8)


MARÍA INMACULADA, MUJER EUCARÍSTICA


Oración de Juan Pablo II ante la Imagen
de la Inmaculada en la Plaza de España de Roma (8-12-2004)



1 ¡Virgen Inmaculada!

Una vez más estamos aquí para rendirte homenaje

a los pies de esta columna,

desde la cual velas con amor

sobre Roma y sobre el mundo entero

desde cuando, hace ciento cincuenta años,

el beato Pío IX proclamó,

como verdad de la fe católica,

tu preservación de toda mancha de pecado

en previsión de la muerte y resurrección

de tu Hijo Jesucristo.



2 ¡Virgen Inmaculada!

Tu intacta belleza espiritual

es para nosotros fuente viva de confianza y de esperanza.

Tenerte como Madre, Virgen Santa,

nos afianza en el camino de la vida

como prenda de eterna salvación.

Por ello a ti, oh María,recurrimos confiados.

Ayúdanos a construir un mundo

en el que la vida del hombre se vea siempre amada y defendida;

toda forma de violencia, desterrada;

la paz, por todos tenazmente buscada.



3 ¡Virgen Inmaculada!

En este Año de la Eucaristía,

concédenos celebrar y adorar

con renovada fe y ardiente amor

el santo misterio del Cuerpo y Sangre de Cristo.

Bajo tu magisterio, oh Mujer eucarística,

enséñanos a conmemorar las maravillosas obras

que Dios no deja de realizar en el corazón de los hombres.

Con materno desvelo, Virgen María,

guía siempre nuestros pasos por los caminos del bien. Amén.



(Original italiano procedente del archivo informático

de la Santa Sede; traducción de ECCLESIA.)

sábado, 6 de diciembre de 2008

VIGILIA INMACULADA 2008 EN EL SANTUARIO DE MARÍA AUXILIADORA (MADRID)

HOMENAJE A LA INMACULADA (DÍA 7)


ORACIÓN DEL PAPA A MARÍA INMACULADA



A ti, Virgen Inmaculada, predestinada por Dios por encima de toda otra criatura como abogada de gracia y modelo de santidad para su pueblo, renuevo hoy de especial manera la confiada entrega de toda la Iglesia.
Sé tú quien guíe a sus hijos en la peregrinación de la fe, haciéndolos cada vez más obedientes y fieles a la Palabra de Dios.
Sé tú quien acompañe a cada cristiano en el camino de la conversión y de la santidad,en la lucha contra el pecado y en la búsqueda de la belleza auténtica, que es siempre impronta y reflejo de la Belleza divina.
Sé tú también quien alcance paz y salvación para todas las gentes. Que el eterno Padre, que te quiso Madre Inmaculada del Redentor, renueve también en nuestro tiempo, por mediación tuya, los prodigios de su amor misericordioso. Amén.


(Juan Pablo II)