Decálogo del duelo cristiano
1. Ante el sufrimiento es inaceptable una actitud dolorista. Hay que hacer el “trabajo de duelo”, transitando una hoja de ruta con paciencia, pero sin pasividad, familiarizándose con sus procesos internos de la elaboración.
2. El doliente es un sanador/herido, que ha de templar, “resilenciar” y sanar de raíz su sufrimiento, cuidando de sí mismo.
3. La aflicción y su sanación han de ser asumidas y abordadas desde todas y cada una de las dimensiones de la persona: corporal, emocional, mental, social, valórica y espiritual; de una manera integral e integrada, al unísono.
4. El proceder de duelo es de “fondo y forma”, de “doble visión”, desde las “dos orillas”, con serena aceptación y “entrega cordial”.
5. Palpitar con “tres corazones en uno”: el primero, para el desahogo en el presente; el segundo, para recordar el pasado; y un tercero, para no perder la perspectiva y esperanza, hacia adelante y hacia arriba.
6. No caer en la tentación de rendirse ante la pena, ser moldeados por ella, enlodarse en la culpa, aislarse, hacerse la víctima, rechazar la ayuda, resentirse, impedir la reconciliación, exiliar la alegría, vivir descreídos, morirse en vida, matar la esperanza. Nunca cerrar puertas, siempre abrir ventanas.
7. Padecer “lo que merece la pena”, “cuanto merece la pena” y durante “el tiempo que merezca la pena”. No añadir más sufrimiento al ya existente y al de los demás. No mantenerlo, ni acariciarlo. La única deuda en el duelo es la de un amor ordenado: a Dios, al difunto, a sí mismo y a los vivos.
8. Que la fe cuente y no descuente. Al sufrimiento hay que agraciarlo, hay que evangelizarlo. Siempre como hijos del Padre; con Jesús, como Jesús, en Jesús; con el consuelo del Espíritu en el espíritu, en la ternura de María, bajo el signo de la resurrección, en la comunión y participación eclesial, aprovechando todos los auxilios de la gracia dados en la oración, en la Palabra de Dios y en la celebración de los sacramentos. Que la fe purifique el sufrimiento y que el sufrimiento purifique la fe.
9. Poner fin al trabajo de elaboración, disponiendo de un “buen botiquín de duelo”, con condiciones internas de “saneamiento”, para cuando los puntillazos de la pena cicatrizada aparezcan.
10. El sufrir pasa, el haber sufrido, no. Curtidos de él, extraer frutos: auto conocimiento, crecimiento, madurez y santidad, siendo buenos samaritanos de otros en duelo.
Fuente: Pastoral del duelo
https://pastoralduelo.org/decalogos/