jueves, 23 de abril de 2009

24 DE ABRIL


SANTA MISA EN LA CONMEMORACIÓN DE MARÍA AUXILIADORA, A LAS 18'30HS.
PREDICARÁ EL RVDO. P. CARLOS JAVIER RODRÍGUEZ PARRA
¡MARÍA, AUXILIO DE LOS CRISTIANOS, RUEGA POR NOSOTROS!

domingo, 19 de abril de 2009

IN MEMORIAN



EL PASADO JUEVES SANTO (9 DE ABRIL) PARTÍA
A LA CASA DEL PADRE
EL HNO. Nº 9 DE LA ARCHICOFRADÍA:
JUAN ÁLVAREZ AMBROSIO (+)
COHETERO Y CAMARISTA DE MARÍA AUXILIADORA
QUE ELLA TE TENGA A SU LADO EN EL CIELO COMO TÚ ESTUVISTE AL SUYO AQUÍ EN LA TIERRA

martes, 14 de abril de 2009

OCTAVA DE PASCUA


Nos has dejado asombrados, Señor, con la Resurrección de tu Hijo Jesús de entre los muertos. Un mundo nuevo comienza. Ya sabemos que la muerte no es final. Tú trabajas y actúas donde nosotros no podemos llegar

PASCUA


ESTRENAMOS PASCUA,

ESTRENAMOS LA PASIÓN POR EL REINO,

ESTRENAMOS LA ALEGRÍA DE VIVIR,

ESTRENAMOS LA NUEVA MIRADA,

ESTRENAMOS EL COMPROMISO CON LOS OTROS,

Y TE ESTRENAMOS A TI RESUCITADO




¡¡FELICES PASCUAS!!



domingo, 12 de abril de 2009

5 de Abril de 1846: DOMINGO DE RAMOS EN TURÍN


El Domingo de Ramos de 1846 fue también, "causalidades" de la vida, 5 de abril. En aquellos días Don Bosco andaba preocupado por dar una sede estable a su incipiente Oratorio. El tiempo se agotaba sin encontrar una solución después de los últimos intentos fallidos. El alquiler del prado Filippi no resulto. Tuvieron que abandonar el lugar semanas más tarde porque el dueño les había dado un ultimatum ante los destrozos de cada domingo. Los habían echado de todas partes y cerrado las puertas de donde había llamado con la esperanza de una respuesta positiva.


La dificultad, la incertidumbre y la soledad de aquellos momentos las narra él mismo con mucha crudeza en las Memorias de Oratorio:

“Al contemplar aquella multitud de niños y jóvenes, yo pensaba en la rica mies que esperaba a mi sacerdocio y sentía mi corazón estallar de dolor. Estaba solo, sin ninguna ayuda, casi sin fuerzas y con la salud debilitada, y ya no sabía donde reunir a mis pobres muchachos. Para esconder mi dolor, vagaba por sitios solitarios. Recuerdo que se me llenaron los ojos de lágrimas... Entonces, levantándolos hacia el cielo, supliqué: “¡Oh Dios mío! Indícame un lugar en el que pueda reunirme el domingo con mis chicos o dime que he de hacer…”.

Estas palabras fueron escritas mucho más tarde, pero revelan el sufrimiento de unos momentos duros que quedaron marcados en su mente y en su corazón aquel domingo de pasión.


Solo, sin ayuda, casi sin fuerzas… Una situación extrema que Don Bosco vivió intensamente hasta el punto de experimentar un gran dolor en el corazón. Sentía, quizás, que todos los esfuerzos habían sido en vano y que la débil obra apenas comenzada podría terminar en breve sin que hubiera podido hacer nada para evitarlo.


Sabía que sólo podía levantar los ojos al cielo: “Dime, Dios mío, que tengo que hacer…”.


No hubo ningún ángel. Solo un hombre llamado Pancracio Soave que, en nombre del Señor Pinardi le hizo una oferta inesperada:- “He oído que el señor cura anda buscando un lugar para un laboratorio… Conozco uno. El cobertizo de un amigo mío que se llama Pinardi. Se lo alquila por 300 liras al año, con contrato…


Finalmente un techo. Un cobertizo, unas paredes en mal estado, un terreno… las primeras raíces. Casi cinco años tardaría Don Bosco en comprar la casa Pinardi y los terrenos adyacentes, pero la semilla estaba plantada. Dios escuchó. Y Don Bosco comenzó a sentir más firme el suelo bajo sus pies.


Fue su particular domingo de pasión en aquel lejano 1846. Pero Don Bosco aprendía a confiar cada vez más en la Providencia en cada experiencia de provisionalidad, de abandono, de dificultad, de soledad. Dios abría siempre el camino e indicaba una senda nueva.


Con razón, aquel Domingo de Ramos, después de tantas incertidumbres, pudo decir a sus muchachos sonriente y entusiasmado: “¡El domingo que viene tendremos nuestro propio lugar para el Oratorio! El 12 de abril de 1846, Don Bosco tomó posesión del cobertizo Pinardi. Su nueva casa. Nuestra Porciúncula. Aquel día fue el inicio de una nueva andadura. Era Pascua de Resurrección.

martes, 31 de marzo de 2009

1 DE ABRIL: 75 AÑOS DE LA CANONIZACIÓN DE DON BOSCO




El día 1 de abril celebramos el 75 aniversario de la canonización de Don Bosco. Un momento para recordar con alegría y en el que agradecer a Dios la obra maestra de la santidad de nuestro padre, como un fruto maduro del Espíritu.




La celebración no puede pasarnos desapercibida y se enmarca en el contexto de los 150 años de la fundación de la Congregación Salesiana. Lo sabemos bien. Don Bosco, con un grupo de muchachos de la primera hora, funda nuestra familia. Crecieron con él y junto a él descubrieron horizontes nuevos por los que valía la pena apostar la vida entera. Frailes o no frailes aquellos jóvenes decidieron quedarse con Don Bosco porque el pan prometido nunca se agotaba y era repartido a manos llenas a los pobres; el trabajo anunciado era la alegría de la entrega cotidiana y sin reservas; el paraíso, una esperanza cierta que hundía sus raíces en la misericordia y la ternura de Dios.




Si, Miguel, Juan, Francisco, José y tantos otros de aquellos chicos decidieron quedarse en casa, con el padre, con el amigo, con el maestro, con el santo. Su mirada profética les cautivó, su corazón de buen pastor les habló de Dios, sus manos operosas y solidarias les parecían cauces que abrían un mundo nuevo y mejor para todos.




Todos respiraron el mismo aire, vibraron con sus sueños y se sintieron subyugados por su pasión apostólica. Con él afrontaron dificultades increíbles, se entusiasmaron con proyectos que parecían imposibles y se dejaron llevar por una confianza inquebrantable en la acción de Dios que conduce la historia.




Se sintieron contagiados de un optimismo radical, creyeron incondicionalmente en la obra emprendida y adhirieron con todo el corazón a una propuesta de radicalidad evangélica vivida en la esencialidad del día a día.




Junto a Don Bosco sanaron heridas y pasaron por la vida haciendo el bien; vieron milagros y testimoniaron la acción y el poder de Dios que nunca abandona a los que creen en él.




De él aprendieron que la santidad salesiana es ferial; que en la casa de Don Bosco la santidad consiste en estar siempre alegres; que lo importante es hacer extraordinarias las cosas sencillas de cada día y que los jóvenes son el lugar privilegiado del encuentro con Dios.




Los propios jóvenes, testigos privilegiados de la acción del espíritu en la obra salesiana, forjaron la santidad de nuestro padre. Fueron los jóvenes los que hicieron grande a Don Bosco. Lo llevaron en volandas por un emparrado de rosas y espinas. A pesar de que su sotana era demasiado sutil, de ella se colgaron muchos chavales. Con el corazón intacto, perdió la vida en un desvivirse cotidiano de piernas hinchadas, agotamiento y progresiva ceguera. Solo resistió el corazón. Corazón magnánimo. Corazón de buen pastor. Si, Don Bosco fue santo junto a sus jóvenes, a los que siempre esperó en el paraíso.




¡Retornar a Don Bosco, Santo! Para todo salesiano y para los que sienten herederos de su sueño, es una invitación provocadora, apasionante, comprometedora. Es una llamada a vivir con más autenticidad y fidelidad nuestra vocación salesiana. La santidad de nuestro padre nos interpela y hemos de prestar el oído al Espíritu que sopla, hace resonar su voz en nuestra historia y hace nuevas todas las cosas. Es la hora de volver a partir de Don Bosco para hacer nuestro su camino de santidad junto a los jóvenes más pobres.