MARÍA AUXILIADORA, PATRONA CANÓNICA DE POZO DEL CAMINO

MARÍA AUXILIADORA, PATRONA CANÓNICA DE POZO DEL CAMINO
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miércoles, 21 de mayo de 2014

LA VERDADERA DEVOCIÓN A MARÍA


 
 

“Devoción” significa “entrega”, don de nosotros mismos a alguien.  Es decir, somos devotos de la Virgen si nos entregamos enteramente a Ella y, por Ella, a Dios.  Y ¿qué es lo que debemos dar a la Virgen al decir que nos entregamos enteramente a Ella?  Todo nuestro ser, comenzando por el alma.  Nosotros damos a la Virgen nuestra inteligencia con la veneración más profunda, nuestra voluntad con nuestra confianza absoluta en Ella, nuestro corazón con el amor más filial y, todo nuestro ser con la imitación de sus virtudes.  Veámoslo por partes, sabiendo que la Iglesia nos orienta en este camino.

 

1)      VENERACIÓN PROFUNDA: Esta veneración se funda en la dignidad de Madre de Dios, el don más grande que María ha recibido, y en las consecuencias que de ella se derivan.  Nunca podremos estimar demasiado a Aquella que el Verbo Encarnado reverencia como Madre; que el Padre contempla amorosamente como Hija predilecta; que el Espíritu Santo mira como su santuario.  El Padre la trata con el máximo respeto, enviándole un ángel que la saluda “llena de gracia” y le pide su consentimiento para la Obra de la Encarnación.  El Hijo la venera y la ama como a Madre y la obedece. El Espíritu Santo viene a Ella y la ama como a su Esposa o a su Templo.  Así que, venerando a María, no hacemos otra cosa que asociarnos a las tres Divinas Personas y estimar lo que ellas estiman.  Que nuestra inteligencia contemple así a María y la venera profundamente.

 

2)      CONFIANZA ABSOLUTA: Nuestra confianza se funda en el poder y en la bondad de María.  Su poder de intercesión es muy grande, ya que Dios no quiere rehusar nada que le pida Aquella a quien venera y ama más que a todas las criaturas.  Es justo: habiendo dado a Jesús la naturaleza humana con la que pudo merecer nuestra salvación, y habiendo colaborado como “asociada”  con sus actos y sus sufrimientos en la Obra de nuestra Redención; por eso llamamos a María “omnipotencia suplicante”: lo puede todo por medio de sus súplicas al Padre, a su Hijo y al Espíritu Santo.  Y en cuanto a la bondad, es la de una Madre que derrama sobre sus hijos, miembros de Cristo, todo el afecto que tiene para con Jesús.  Ella nos ve en Jesús y nos ama con aquel corazón que Dios preparó en Ella para que amase de un modo digno a su Hijo-Dios.  Confianza absoluta tengamos en María, nuestra Madre y Madre de Dios, con cuya protección y ayuda  podemos contar siempre.

 

3)      EL AMOR: Amor filial, lleno de candor, de sencillez, de ternura y de generosidad.  María es la más amable de las madres, porque Dios la pensó, la destinó, la preparó y la hizo Madre de su Hijo; y por eso le dio todas las cualidades que hacen amable a una persona: la delicadeza, la finura, la bondad, la abnegación de una madre.  Pero, al ser la Madre de Jesús, quedaba constituida también Madre nuestra, que formamos con Jesús el Cuerpo de Cristo: somos hermanos de Jesús.  Por tanto, hemos de sentirnos amados por Ella, por esta Madre singular.  Y, en consecuencia, debemos amarla con todo nuestro corazón.  Nuestro corazón debe amar a María como a la mejor de las madres; esforzarse por pensar en Ella, por agradarla, por hacerla amar de otras personas.



4)      LA IMITACIÓN DE SUS VIRTUDES:  Si realmente estimamos y veneramos a María, tal como es, tan llena de gracias y de virtudes, verdadero retrato de su Hijo Jesús, nos esforzaremos en imitarla, para tener también nosotros esas mismas virtudes tan gratas a Dios.  Sería una contradicción que la veneráramos por sus grandes cualidades, gracias y virtudes, y luego nos dejáramos llevar de las malas inclinaciones provenientes del pecado original.  Por eso, la verdadera devoción a María exige que todo nuestro ser responda con la imitación de sus virtudes.

 

José Antonio Rico, SDB
 
 
 
 
 
 
 
 
 

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